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1 marzo 2015 7 01 /03 /marzo /2015 21:35

Nacional 26 Feb 2015 - 9:19 pm

 

“Comandante María” la rememora

 

http://www.elespectador.com/noticias/nacional/asi-fue-toma-de-embajada-dominicana-articulo-546468

 

Así fue la toma de la Embajada Dominicana

 

El 27 de febrero de 1980, el M-19 se tomó la sede diplomática durante 61 días. La exguerillera Ligia Vásquez cuenta que uno de los momentos más duros fue la muerte de su compañero Carlos Sandoval, con la que el grupo tomó conciencia de la violencia y el riesgo del acto.

Así fue la toma de la Embajada Dominicana

Por: René Pérez, Especial para El Espectador

 

Aunque estaba casi derretida por un sol que jamás supuso que pudiera existir en Bogotá, Ligia Vásquez, la Comandante María del M-19 en la toma de la Embajada de la República Dominicana, echó los primeros pasos, después de más de tres décadas de no hacerlo, por la Avenida Jiménez, desde la Caracas, con rumbo a la carrera Cuarta, y entonces machacando con alegría los adoquines de esta ahora “preciosa calle” recuerda los cinco minutos más críticos de su vida. Y los recuerda segundo a segundo porque le quedaron remachados para siempre en cada una de sus células:

 

“De repente empezó a sobrevolar un helicóptero muy cerquita de la Embajada y Rosemberg me pregunta que si yo tengo granadas y yo le digo que sí y él me dice métase ahí, en la sala, coja la granada en la mano y si yo grito usted la explota. Me parqueé ahí porque no había tutía, la verdad es que si yo la botaba lejos igual, si no me mataba la granada me mataban después. Así que me metí muy en el medio de la sala, agarré fuerte la granada con la mano, cogí la espoleta y le doblé las paticas y me quedé con el gancho en la mano… y ahí estaban todos los cónsules y estaba la señora del embajador de la República Dominicana, y veo las caras y pienso en mi hijo y justo la mujer dice por favor yo tengo hijos y para mí fue muy duro decirle yo también tengo hijos y aquí nos morimos todos. Porque en el fondo primero no me quería morir, y segundo me parecía muy tenaz llevarme toda esa gente conmigo. Fue un momento que lo veo terrible, pero ese poder de convicción sobre lo justo que hacíamos me impone tirar del gancho, me impone morirme por lo justo de nuestros ideales sin angustia y sin miedo, aunque sí sentía el miedo de la gente. Bueno, no pasó nada…”.

 

Antes de la toma de la Embajada dominicana, la Comandante María estuvo cinco años en una clandestinidad extraña, porque ningún organismo de seguridad la andaba buscando aunque en todo ese tiempo “fui una guerrillera urbana”. Aparte de su compañero (el Comandante Jorge, también en la Embajada) y otros militantes de esa organización, lo único que sabían de ella sus familiares y algunos vecinos era que estudiaba psicología en la Universidad Nacional de manera muy aventajada y que si le hablaban de política decía, con más persuasión que vehemencia, que el “desbarajuste social en el país era inconcebible”, sin saber ellos que casi todos sus minutos de vida los dedicaba precisamente a conspirar para tumbar al gobierno.

 

Ahora, sin la carga mental de que en cualquier momento la puedan detener, torturar y desaparecer, se dedica a descubrir una ciudad muy distinta a la que dejó a finales del siglo pasado: “Es curioso, yo subo a un Transmilenio y me siento muy feliz. Claro, no monto en horas pico porque sé que en todas partes, París, Londres, Ciudad de México, son iguales las muchedumbres. Pero acá vi gente muy joven, bonita, muy sonriente. No tienen la cara amarga de cuando yo tomaba buses. Y hablan un lindo español. Esto lo aprecié también en otros sitios. Son jóvenes pantalleros con coqueteos muy hermosos.

 

“¿Un momento triste en la Embajada?

 

Cuando retiran el cadáver del compañero Carlos Arturo Sandoval. Recibió un disparo en la espalda. Yo estaba de guardia en la escalera de atrás y tenía al frente a cuatro embajadores. Cuando los compañeros comienzan a cantar el himno nacional para despedirlo fue terrible para mí; yo no sé cantar pero lo hice bañada en lágrimas. De repente los diplomáticos se ponen de pie, llevan la mano derecha al corazón y cuando me ven llorar bajan la mirada. Fue muy doloroso. Fue en esos segundos cuando todos tomamos conciencia de la violencia y del riesgo del acto, pero igualmente del valor para asumir nuestra lucha, sobre todo la de ese chico, y del coraje para enfrentar lo que ocurre ahí; pero no es la valentía del desespero, es la convicción política de lo que estábamos proponiendo y por eso ninguno quiso retroceder”.

 

Aunque dice que en el asilo político (Francia se lo concedió) el idioma propio se pierde, su acento es marcadamente bogotano y además con un dejo decisivo, radical. Y si se quiere, de mando. Pero cuando habla de Bogotá se enternece de alegría y se califica de “rola pura”; y a lo mejor por eso es que no acepta que ahora esta ciudad tenga temperaturas altas: “Cuando siento frío en Estrasburgo digo ¡este es el de mi ciudad! ¡Pero ya no puedo decir esto!”. Y en esas añoranzas repite que adora la Bogotá vieja, la que va de la 72 al sur. La de los 80. ¿Y la Bogotá política de esos años?:

 

“La toma de la Embajada de la República Dominicana fue un acto muy importante para la vida del país y para mi vida personal y del M-19. Fue un acto sin precedentes en la vida política del país y de las organizaciones políticas de izquierda. Creo que la Embajada probó que el movimiento político, como los guerrilleros de ese entonces, no eran terroristas y la prueba de ello fue que aun siendo una acción que pudo haber sido muy violenta realmente fue incruenta, aparte del combate de las primeras horas. Hay que tener en cuenta que fue un proceso que se dio en el gobierno de Turbay, frente a una fuerza militar fuerte, contundente, con tanto desaparecido, con tanto preso político. El objetivo inicial del Eme fue sacar los presos políticos. Pero se fue desarrollando hasta alcanzar un punto crucial: el reconocimiento por parte del gobierno de que el Eme era una fuerza beligerante”.

 

Justo al cumplirse 30 años de la firma de la tregua e inicio del diálogo nacional con el M-19 en Corinto, Cauca, ¿cómo califica la negociación con el gobierno durante la toma de la Embajada?

 

Fue bonita porque no se intentó hacer quedar al gobierno como un zapato ni que los guerrilleros pasaran por terroristas. Fue de respeto mutuo. No salimos con los compañeros presos, que estaban en un consejo de guerra hecho por militares a civiles en la capilla de la cárcel. Pero se sentaron las bases para las negociaciones de una amnistía y una salida gradual de los compañeros. Y se abre en el ámbito nacional una mirada hacia Colombia mucho más cautelosa, mucho más sigilosa frente a lo que ellos creían que era Colombia: una democracia perfecta y maravillosa. Entonces el país comienza a hablar abiertamente, desde la tienda más recóndita hasta los ámbitos más altos, de torturas, de violación de derechos humanos. Se diluye esa creencia de que en Colombia había una democracia y los que joden son los guerrilleros. Cuando la verdad, y lo que hay todavía, es que Colombia es un país que se desangra, que está violentado.

 

Primero, para darle piso a mi apreciación, veamos cómo fue la del Eme. En síntesis, el proceso de negociación conduce a la dejación de las armas y a la Constituyente. No digo que el Eme sea el dueño de la Constituyente, pero sí es su motor. Allí entran muchas y distintas fuerzas. En Europa el proceso de la Constituyente y la nueva Constitución colombiana fue un fenómeno muy importante y fue analizado como un éxito, como algo sorprendente de ver cómo en tan poco tiempo un país que está en tanto conflicto y en tanta contradicción política logra ponerse de acuerdo en una Constituyente que no es perfecta pero que es la base de una negociación política que garantiza la entrada de organizaciones políticos distintas a las tradicionales. Se trató de un paso en la búsqueda, o mejor es un logro de todas esas cosas que siempre ha peleado la oposición, las fuerzas beligerantes. Pero la idea no fue negociemos paz, yo me quedo en mi casa y usted no me mate. En esencia no se trató como si solo fuera un problema de matar y desaparecer oposición. Era un problema de país. Es decir, lograr beneficiar al país. Aunque, como se ha visto, se haya desvirtuado después.

 

¿Pero lo de La Habana, hoy?

 

Creo que no estamos suficientemente informados de lo que allí se está negociando. Yo pienso que se está negociando esa parte que concierne a las Farc, al Gobierno y al Ejército. No lo que concierne al país. Pero también me parece que lo que concierne al país no se puede negociar en Cuba. Lo que le concierne al país se tiene que negociar aquí.

 

Volviendo a la toma de la Embajada.  ¿Un momento alegre?

 

El 2 de marzo. Es mi cumpleaños. Los compañeros me dijeron que lo celebráramos y un embajador hizo traer una torta de afuera. Me causó gracia porque la torta era para ellos y para mí. La repartieron y me dieron un pedacito que yo no me comí en ese momento por dos razones: porque la torta podía traer algo venenoso y porque yo no estaba celebrando con ellos. Les agradecí la invitación y me tomé un vino con ellos y luego de que ellos comieron y estuve segura de que nada les pasó, me llevé mi pedacito y lo partí en quince pedacitos… y hubo fiesta y baile, claro.

 

Ustedes estaban en realidad aislados. ¿Cuándo tomaron conciencia de la magnitud de la toma?

Sí, aislados, aunque algunos vecinos nos lanzaban periódicos por encima de los techos. Pero la radio y la televisión estaban censuradas. Sin embargo, aun con esa censura, nuestra posición política frente a la acción sí estaba despejada desde un principio. Creo que la magnitud de la toma la tuvimos cuando salimos en los buses y vemos entre las cortinas de las ventanas a mucha gente saludándonos y hasta los soldados que controlaban las calles haciéndonos con los dedos índice y medio la V de la victoria mientras agarraban las culatas de los fusiles. Hay una cosa muy impresionante: cuando el avión sobrevuela Bogotá, vemos gente en los tejados con banderas de Colombia, del M-19. Eso fue muy impresionante; todos pensamos lo mismo: triunfamos.

 

¿En Cuba qué la impacta?

 

Muchas cosas. Pero hay varias imborrables: las dos horas hablando en privado con Fidel Castro de Colombia en un casita muy pequeña y la rueda de prensa con más de 200 periodistas del mundo, con preguntas muy bien hechas que nos ratifican la importancia de la toma. Ahí reconocemos que Turbay lo manejó muy bien. Nos ha podido masacrar. Recuerdo también una anécdota muy chistosa. Un poco antes de la entrevista, estuvimos hablando con una compañera sobre la periodista Oriana Fallaci ¡y la inesperada sorpresa!: ella estaba ahí. Entonces la compañera dice le voy a pedir un autógrafo, y casi todos le decimos nooo, ¡si la artista acá eres tú!

 

¿Y su comandante Rosemberg Pabón?

 

Muy duro. Había un antecedente: en la toma yo formaba parte del grupo adversario a él, por su manejo autoritario. Pero todos aplazamos la discusión y aceptamos las cosas como eran, en exceso verticales. Ya en Cuba manipuló todo para que la discusión no se diera. Finalmente yo pienso que uno puede conservar esas fibras afectivas que se pueden tener por una persona, pero ahora con Rosemberg no quiero nada. No es lógico, no es coherente pensar bien y trabajar con Uribe. Es un uribista de puro avivato porque es muy hábil, manipulador y está con el mejor postor.

 

Cuando Ligia Vásquez llegó a Francia le tocó enfrentar la vida ingrata de un refugiado político, aunque halló solidaridad por parte de organizaciones políticas amigas del M-19, como el Partido Socialista. El calificativo de este tránsito fue uno solo: duro. Convivir con asilados distintos a ella de distintos países, tener como vecino de habitación a personas con costumbres opuestas a las suyas, lavar, cuidar perros, planchar lo que no era suyo. Y lo peor: “Sentirse marginado, porque allá la vida es muy lenta y organizada y uno siente que nada tiene que hacer porque todo está hecho”. En resumen, el mundo se le volteó. Al punto que pasó de ser una mamá que le enseñaba lectura y matemáticas a su hijo, a una iletrada donde las diligencias que tenía que realizar, él se las traducía y escribía en francés (“Los niños aprenden rápidamente”).

 

¿Cómo fue su salida de Colombia?

 

Meses antes de lo del Palacio de Justicia, estábamos con un compañero sacando de una casa cajas con ropa y propaganda para enviarlas al Frente de Occidente. Cuando metíamos esto en un automóvil, nos detienen supuestamente por narcotráfico porque esa casa había sido un laboratorio de procesamiento de cocaína y la tenían fichada. El muchacho encargado de cuidarla nos la había prestado. Entonces sucedió algo grave, que yo ignoraba, entre lo decomisado había fotografías del Palacio. El hombre que parece el jefe nos dice que no iba por eso y que lo siente mucho porque estamos metidos en un problema de orden público. De ahí en adelante todo se precipita vertiginosamente. Nos llevan a la Dijín, al DAS y luego a la Brigada de Institutos Militares. A mi compañero lo interrogan a golpes, conmigo lo hacen de una manera discursiva. Duramos detenidos cuatro días, hasta que muy temprano aparece un hombre que me dice que es de la Procuraduría. Yo le digo que me parece extraño que alguien aparezca en medio de un interrogatorio y me diga que me va a ayudar. Entonces saca un carné y yo le digo que los hago mejores. No se ponga difícil, me responde. Bueno, me dejan libre.

 

¿Ahí es cuando decide asilarse?

 

No. Me voy para mi casa y grabo todo lo que sucedió desde mi detención y le entregó el casete a Lucho Otero (muerto en la toma del Palacio de Justicia). Ahí le informo qué fue lo que me preguntaron y por dónde estaban orientando la investigación a raíz de las fotografías halladas. Luego ocurre, meses más tarde, lo de Palacio y desde ese momento me vengo haciendo una pregunta mortificante: Si el Ejército sabía los planes de esta toma, ¿por qué no lo impidió y más bien quitó la poca vigilancia que había en el Palacio? Sin Sin duda fue una muerte anunciada, ¿o preparada?

 

¿Cuáles fueron las causas de su salida del país?

 

Son varias: una, después de la toma de Palacio aparezco en una lista de personas con auto de detención porque no fueron identificadas entre los cuerpos carbonizados. Lo cual significaba que estaba sentenciada a muerte. Otra, tengo una ruptura con el Eme por su manifiesta inclinación militar en el campo, y yo no soy para el monte. No me siento útil y me retiro como toda la gente del Eme, que se retira pero sigue haciendo cosas. Cosas como la creación de la Casa de América Latina en Estrasburgo, donde ahora realiza actividades sociales y culturales con estudiantes y artistas latinoamericanos, promueve talleres de escritura, cuentos, tertulias literarias, danzas, mesas de conversación lingüística y hasta se cocina, sin hacer énfasis en lo colombiano aunque, dice, “el gustico es de acá”. Lleva 20 años en esta tarea y un año con el programa Hilvanando la Memoria, para reconstruir y divulgar nuestra historia. Pero también, en medio de ese ajetreo, la Comandante María hilvana su propia historia y recuerda que su hijo fue pieza clave en la toma de la Embajada porque estuvo haciendo “inteligencia” en la sede diplomática: ella y su compañero fueron varias veces a esa Embajada a solicitar información turística. Mientras tanto, su hijo, de pocos años, recorría sin despertar suspicacia la sede para luego contarles cómo estaban distribuidas las alcobas y oficinas y pasillos y baños y patios y con esta información fue que ellos pudieron levantar el plano en donde permanecieron 61 días con ¡medio mundo de rehén!

 

 

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