"Homenaje a un hombre que solo esta patria puede engendrar"
Asesinado por miembros de la Policía Nacional el 7 de abril de 1989
Algunos Elementos Acerca de la Cultura
Por Afranio Parra Guzmán
Cárcel "La Picota" Julio de 1.982
"Para entender a nuestro pueblo es necesario IDENTIFICARNOS con él; lo que quiere decir, encontrarnos con su problemática económica, política, social, cultural.
Hacer patria es, entre otras cosas, pugnar porque el arte y en general todas las expresiones de la cultura ya sea que nazcan en la más remota región, expresiones que abarcan el marco nacional o aquellas expresiones que han copado el ámbito universal se difunden, se aporten unas a otras; lleguen al seno del pueblo y a la vez recojan de él, contribuyendo así a enriquecer el patrimonio cultural nacional.
Es que la cultura es el mayor tesoro de los pueblos; es ella la que les da una IDENTIDAD NACIONAL y la que les permite mantenerse cohesionados aún en las más difíciles situaciones como es el caso de la pérdida de su territorio, del sometimiento económico y político por una potencia. Ha sido política de las potencias conquistadoras y colonialistas a través de la historia, el aniquilamiento cultural, el hacer perder a los pueblos invadidos su identidad nacional, para así llevar el sometimiento económico y político al área espiritual. Esa es la esclavitud total. De aceptar, el rock-and roll como la música con mayor difusión nacional, a aceptar calladamente y hasta con alborozo la presencia del mariner-yanqui en nuestro territorio, no hay sino un paso.
La historia nos muestra cómo las potencias siempre han llegado aniquilando culturas, desde la lengua nativa, la religión, la escultura, el canto, la música, la literatura, la orfebrería, la poesía y la arquitectura, hasta las normas morales y las formas de organización social y política de los pueblos. Sólo bastaría citar algunos casos como el de los Mayas, Incas, Aztecas y los Chibchas. Cuando este aniquilamiento no es total, entonces se da una superposición de valores, donde los que imperan son los conceptos y las formas de expresión del conquistador. Es decir, se oficializa la expresión cultural del más fuerte, creando lo que podríamos llamar la CULTURA DE LA DEPENDENCIA; ante esta situación, las clases potentadas del país dominado se insertan en la forma de pensar de la potencia, actuando en contra de sus pueblos. Por eso, no es extraño ver en Colombia una oligarquía desnacionalizada que antes pensaba a la europea y hoy piensa a la norteamericana.
De ahí, que medios de comunicación como la TV y el cine estén más dedicados a difundir enlatados cargados de pornografía, violencia y héroes extranjeros (mujer maravilla, hombre-nuclear, el policía norteamericano, etc.), que son portadores de toda una ideología propia de la sociedad de consumo y que nos hacen olvidar que nosotros tenemos nuestros propios héroes, nuestras propias leyendas y cantares, nuestras propias epopeyas y nuestro propio manantial artístico.
Por esa CULTURA DE LA DEPENDENCIA, no es raro ver como los planes de educación son orientados desde el extranjero y cómo a nivel popular se difunden más las tiras cómicas de los vaqueros norteamericanos, que obras que nos den a conocer la vida de la Gaitana, Antonio Galán, Nariño, Bolívar, para no hablar sino de algunos de los héroes de nuestra historia. Tampoco es extraño el saqueo que hacen comerciantes y turistas de nuestros tesoros arqueológicos y es cotidiana la fuga de artistas que tienen que buscar en otras dimensiones, ya en Barcelona (España), en el Barrio Latino de París, la posibilidad de darle una salida a sus creaciones y esto, sin hablar de la persecución política a que son sometidos los artistas.
Las empresas editoras, se han constituido en un monopolio que difunde la obra de arte, hasta el punto donde les sea rentable, porque su interés está precisamente, en la ganancia. El Estado, por su parte, con sus instituciones orientadas a defender el interés de la casta oligárquica y monopólica, antes que impulsar la investigación y la difusión de la cultura, le crea cercos; disminuye cada vez más el presupuesto para esta actividad; y lo que es peor, sus instituciones y medios de difusión cultural, están orientados al interés de la ideología dominante. Junto a ello, anotemos el problema educacional, pues en el país hay más de 5 millones de analfabetos.
Es que un país donde la “DEMOCRACIA” no es más que un rótulo, es apenas normal que la cultura esté sometida a las más tremendas presiones y deformaciones y más si este país es dependiente. Cuando existe una concentración de riqueza, una centralización del poder y los desequilibrios sociales son extremos, la cultura recibe el impacto de esta situación.
En un país de privilegios, la cultura se convierte en un privilegio, se elitiza. Se convierte en propiedad de unos pocos y en instrumento en contra de las mayorías. En esta condición, el rico aporte de las mayorías nacionales, subyace, podríamos decir clandestinamente, porque para ese aporte no hay T.V., salones, editoriales, centros de capacitación, apoyo económico, ni facilidades de intercambio. Por eso, son tantos los artistas del pueblo que sucumben asfixiados en un medio que les es adverso.
Es realmente penoso ver como en nuestro país, tan abundante en regiones culturales (Llanos Orientales, Costa Atlántica y Pacífica, Zona Andina y la del Tolima Grande), no se haya explotado este manantial y al contrario, sean muchas las expresiones culturales que van desapareciendo o permanezcan en el claustro del olvido.
Entonces, es misión permanente luchar por el RESCATE de nuestra cultura.
Esto implica enfrentar la penetración o aculturamiento que nos imponen las trasnacionales. Implica, meternos en el alma nacional, en un ENCUENTRO, una identificación con el Pueblo, con el firme convencimiento de que este pueblo es un venero inagotable de creatividad artística, con profundas raíces nacionales.
Significa este rescate, conocer los senderos por donde ha trajinado la historia nacional; porque la casta dominante interpreta la historia acomodada a sus mezquinos intereses.
Significa, recoger y difundir toda esa riqueza de expresiones que están en nuestras danzas, cantos e instrumentos musicales; mitos y leyendas; héroes y luchas populares; literatura, tradiciones y expresiones deportivas, etc., que permanecen dispersas en cada hombre, en cada comunidad, en cada provincia; o en cada biblioteca o museo polvoriento; en cada sentimiento, en cada minuto de trabajo; en cada instante de dolor y angustia; alegría, amor y ternura; en cada hora de resistencia y en cada canción de optimismo.
Significa, dar la pelea por la defensa de nuestra riqueza arqueológica y porque las lenguas vernáculas de las comunidades indígenas no desaparezcan.
Significa el rescate, el intercambio a nivel regional, para enriquecer e integrar.
Significa saber que Colombia no es más que una parte de una gran nación que se llama América Latina y que en ese sentido nuestra cultura rebaza los marcos de nuestras fronteras territoriales, nutriéndose y aportado dentro de un campo mucho más extenso e inagotable en expresiones.
Es también saber que a la vez que le damos salida o desembotellamiento a la cultura auténticamente nacional, para llevarla a otras regiones del mundo, también estamos atentos a recoger el valioso aporte de la cultura universal; teniendo en cuenta que no se trata de despreciar la cultura venga de donde viniese; es decir, no debemos desechar una obra de arte por el hecho de que sea norteamericana, soviética, europea o africana, por la sola razón de serlo; de lo que se trata es, como decía José Martí: “insertar la cultura universal en la nacional, pero sin perder el tronco”. No podemos caer en un nacionalismo estrecho y excluyente, que antes de darle impulso y enriquecimiento a nuestra cultura la convierta en un arte raquítico y en un ave de corto vuelo.
El rescate, significa además presionar al Estado para que de un mayor apoyo a esta reivindicación que es nacional, porque atañe a las mayorías; es decir, es una reivindicación profundamente PATRIÓTICA Y DEMOCRÁTICA.
Así como exigimos alza de salarios, debemos exigir más bibliotecas.
Que cada barrio y cada pueblo por pequeño que sea tenga su biblioteca.
Que centros como Colcultura puedan cumplir ampliamente con la misión para que fueron creados.
No se trata de despreciar las obras de Estado, sino de exigirles, a través de la lucha, que cumplan con sus funciones al servicio de la nación. Que haya apoyo al artista nacional, facilitándole el acceso a los medios de comunicación como la T.V., radio, prensa, editoriales; giras, centros de capacitación y vinculación con el pueblo.
Es rescate cultural el entender que lo nuestro tiene también valor como lo extranjero; que nuestras danzas poseen tanto arte como el ballet clásico; que nuestros cantares son más apreciados en otras partes que acá en la patria; que muchos de nuestros grupos teatrales han ganado palmas en otros países y continentes no solo por su actuación sino por la calidad de autores nacionales que han llevado; que Colombia ha parido grandes literatos, pintores, escultores y que nuestra área cultural está prácticamente virgen .
Pongámosla a dar frutos y rompamos ese COMPLEJO de que lo nuestro no sirve.
Es tarea de la clase trabajadora organizada ligar a sus luchas económicas, sociales y políticas, la defensa y el impulso de la cultura. Cultura a la que hay que sacar no solo del olvido, sino que hay que deselitizar. Porque aquí sucede como con la riqueza, es el pueblo quien la produce y son muy pocos la que la gozan.
Entonces la DEMOCRATIZACIÓN de la cultura es una meta a conquistar. Democratización que no debemos ver como un anhelo remoto, sino que debemos empezar a ganar, con un arduo y constante trabajo, con un permanente acercamiento a otros sectores sociales; ya en el barrio, ya al estudiante, ya a los profesionales y artistas; ya a las provincias y al campesinado; ya al indígena; ya a los países hermanos.
Y esta democratización, profundización y desarrollo cultural debe ir aparejada a la lucha porque en el territorio patrio reine la paz; pues como nos dice el gran escritor Alejo Carpentier: “Hablar de la cultura sin hablar de la Paz significa permanecer en el campo de la abstracción”. El escritor alemán Thomas Mann refiriéndose al mismo tema dice: “La cultura es antípoda a la guerra”. Esto quiere decir que solo la Paz crea el clima propicio para el desarrollo de la cultura en todas sus dimensiones y también significa que la lucha por la cultura está íntimamente ligada a todas las luchas que libra nuestro pueblo en la búsqueda de un futuro de bienestar social y libertad; que luchar por la cultura es enfrentar a los monopolios, al militarismo y a la antidemocracia.
Luchar por la Cultura es empezar a trabajar con planes mínimos y concretos; partiendo de lo que tenemos y acudiendo a todas las fuentes que nos ayuden a ampliar el cauce, sin enredarnos en un interminable debate más teorizante que teórico-práctico.
Luchar por la Cultura es llevar a la gente a que participe y aporte algo de ese tesoro que tenemos oculto, pero que en todas partes existe.
De lo que se trata, entonces, es de dinamizarlo, pulimentarlo cada día más y no dejar que sean los privilegiados quienes puedan darse el placer de disfrutar de la belleza que produce el espíritu y el esfuerzo de nuestro pueblo. Que la Cultura se esparza por todos los rincones de la patria, es una tarea ambiciosa que debemos jalonar, para que en esta difusión y en ese intercambio, se de una integración global y podamos así presentar un frente único a la Cultura de la Dependencia. No olvidemos que entre más culto es un pueblo, más dueño es de sus destinos. No en balde las clases dominantes son tan amigas de mantener al pueblo en la ignorancia y el imperialismo promueve con fuerza la aculturación o colonización cultural.
Estamos luego, ante un RETO de grandes proporciones. Reto que tenemos que enfrentar, tarde o temprano con todo vigor.
Defender nuestra cultura es, pues, consolidar las fuerzas vivas de la nación, y por tal, luchar por una Patria Democrática, Libre y Soberana."