CARMEN ALICIA MARIÑO VARGAS
1960 - 1988
¡Siempre Presente!
Nació en el año de 1960 en un pequeño pueblo enclavado en un rincón de la cordillera oriental llamado Sativasur, sobre el cual viejas historias dicen, fue asediado y atacado por el conquistador Hernán Pérez de Quesada y el Capitán Suarez Rendón, para luego ser fundado hacia los años mil quinientos cuarenta y pico.
Viajando en compañía de un militante del M-19 como guía en Suaza, Huila, fueron detenidos y desaparecida Carmen Alicia Mariño Vargas y su acompañante en la madrugada del 12 de febrero de 1988 en un retén de policía y/o del ejército… y nunca más se supo de ella, porque en un terrible recodo del rio Magdalena se perdió el rastro de su andar.
Estudió la primaria en la escuela de su pueblo, terminó sus estudios de bachillerato en el Colegio Mayor de Cundinamarca en Bogotá, iniciando la década del 80, se ganó una beca y salió del país a estudiar en la Universidad Patricio Lumumba en Rusia, graduándose en Historia Universal.
A finales del año 1987 regresó a Colombia con la decisión de irse a vivir a México con su compañero al haber hecho sociedad de vida y futuro hogar. Hoy, a más de tres docenas de años de su ausencia, nadie sabe dónde quedaron sus sueños profesionales, sus expectativas de compañera, hija, madre, hermana, amiga, cómplice y comadre; y allá en el México insurgente quedaría esperándola en un siempre por-venir, quien fuera su compañero en un imposible nuevo hogar, pues a la tierra de Morelos y Zapata nunca llegaron sus ojos soñadores. Fue una cruel separación cual caprichoso e injusto castigo para ese mexicano de sus amores, quien aún sigue afectado por los rastrojos de la historia de desapariciones en Colombia.
".. Luego de décadas de eneros tristes
y mil lunas ausentes,
Camalicha está presente y no.
sigue el sufrimiento por el gran vacío
que se junta al suspiro por sus cantos,
al silencio de sus ojazos negros
y a la falta de los abrazos
tan necesarios como imposibles
por cuanto al buscarla es sentir el grito silencioso del desparecido
en el siempre reino de la mudez y la angustia de vida,
sin vida que la muerte ha impuesto,
es la sin-presencia incierta
que con ansiedad alimenta la esperanza del encuentro,
es un dolor llevado como una carga
a la cual se quiere abandonar
en esas jornadas de rebuscar
y volver a buscar esos ojos, esos abrazos,
ese corazón, esos pasos, miradas, palabras
y sonrisas que no se dejan olvidar,
y es imposible abandonar por ahí a la vera del camino,
pero tampoco están allí ...