Gabriel Antonio Barco "Gaspar"
04/02/1959 - 24/12/1988
¡Siempre Presente!
GABRIEL ANTONIO BARCO “GASPAR”, CREADOR DE UTOPÍAS
Por Pedro Luis Barco Díaz, Caronte.
"A nuestro hermano Gabriel Antonio, por allá en 1980, le perdimos el rastro de un momento a otro. Él estudiaba V semestre de Economía en la Universidad de Valle.
Alguien nos dijo que dizque “se había ido a estudiar a la Universidad Nacional Autónoma de México UNAM”. No lo creímos.
Sin embargo, como sabíamos que en esa universidad era profesor el presbítero y laureado poeta Luis Enrique Sendoya, conseguimos su teléfono. Sendoya había sido rector del Colegio Bolivariano de Caicedonia donde casi todos nosotros estudiamos el bachillerato. Me comuniqué con él, quien después de hacer la averiguación, me certificó que allá no estudiaba.
Nos enteramos de su captura el martes 7 de abril de 1981 por las noticias de El Tiempo.
El 9 de abril, nuestros padres, ansiosos, le escribieron una carta al alcalde de Ipiales, en la que le pedían que se interesara por la salud y el estado de los detenidos.
La información era que había sido capturada por el ejército ecuatoriano y entregada al nuestro, una columna de guerrilleros del M-19 en el río Mira, colindante con el Ecuador. Entre los detenidos se encontraban el médico Carlos Toledo Plata, Rossemberg Pabón, Álvaro Jiménez Millán, Jaime Perea y nuestro hermano.
Salimos para Ipiales de inmediato con la esperanza de verlo, pero no hubo forma de acercarse al batallón. Nos tuvimos que volar pues nos informaron que nos iban a detener.
Poco después nos hizo llegar una carta -fechada el 8 de abril de 1981- en la que nos contaba que se encontraba detenido en el batallón de Ipiales, grupo Cabal, “quiero que mi familia conozca mi posición en el futuro, posición que, como todos sabrán, dependerá en últimas, de la actitud que asuma el actual gobierno”. Anotaba que estaban “en espera del Consejo de Guerra que tal parece inicia la próxima semana en esta ciudad”.
En la carta fijaba su posición de lo que sería su vida: “este es apenas el comienzo de una serie de dificultades que el revolucionario enfrenta constantemente. Es la prueba de fogueo, es el inicio de una vida para el pueblo. Ingenuo sería pensar que los días pasados en estos lugares han amainado los ímpetus y la fogosidad de los militantes, de los presos políticos”.
Nos la dejó muy claro: “De algún modo haremos vida familiar en el futuro, por ahora mi vida gira en torno a la revolución colombiana”.
Gabriel Antonio, “Tonito” para nosotros y “Gaspar” para sus compañeros del “EME”, nació en Cali el 4 de febrero de 1959 y murió el 24 de diciembre de 1988, en la vereda “Zumbico” del municipio de Jambaló en el nororiente del departamento del Cauca.
Tuvo una existencia intensa, apasionada, en sus 29 años de vida, fiel siempre al ideario de su movimiento.
Fue un niño y joven estudioso, lector infatigable de García Márquez, admirador de Bateman y de Pizarro, enamorado de Serrat, de los tangos gardelianos de nuestro padre, del Ché Guevara, de Neruda y de Atahualpa Yupanqui.
No he conocido otro ser tan desprendido como él. Pasó su vida sin un peso en los bolsillos, pues todo lo que se le daba, lo entregaba el mismo día. Un día le compramos una cama para su hijo Andrés Felipe (hoy Gabriel Felipe) y cuando fuimos a saludarlo, encontramos al niño durmiendo en un colchón en el suelo. Ante nuestra protesta, se encogió de hombros y nos dijo que había un compañero con mayor necesidad que ellos y se la había regalado.
Toda la vida se la pasó sentándose en las gafas y quebrándolas. Le decían también “El Ciego”. Sufría mucho por eso. En una carta que nos envió, nos pedía gafas “cuya fórmula es: ojo izquierdo -2,25 y ojo derecho -3, para mi miopía”.
Tuvo claro que la familia jamás lo abandonaría. “Saber que mi familia se ha unido en torno a mí y que hacen todo lo posible para que mi porvenir no sea tan incierto...” Lo agarró en la cárcel la jubilación de nuestro padre: “No sé qué pensar respecto a mi papá y su jubilación; es decir, si es bueno que deje de trabajar o que continúe. Me pareció ver que le crece la “barriga” y lo mejor es que continúe con el futbol”.
Nosotros, nunca tuvimos mayor conocimiento de su desempeño en el “EME”. Su compañero de estudio y militante Orlando Riascos, hoy secretario departamental de Paz Territorial y Reconciliación, lo recuerda así: “estricto, rígido, cumplidor, pero sonriente y cálido y muy respetuoso con sus interlocutores o subordinados. Gabriel daba ordenes, daba instrucciones, planeaba sus tareas con energía, pero con cordialidad y casi que abrazaba a sus compañeros con la ternura que pregonaba el Ché. Gabriel fue siempre un soñador, un creador de utopías, un inspirador de revoluciones, pero un hombre organizado”.
Estuvo preso en varios sitios: primero en el batallón de Ipiales, después en la cárcel Berlín de El Socorro y posteriormente en la de San Gil. Un episodio muy dramático fue su secuestro el 10 de abril de 1988 por efectivos del batallón San Mateo de Pereira en el barrio Cuba. Se encontraba en pantaloneta con su mujer y sus dos hijos. Lo encapucharon y se despidió de ellos entonando el Himno nacional. Fue llevado al batallón donde lo intentaron ablandar metiéndolo desnudo a la jaula del león “Morgan” para que señalara la ubicación de Afranio, Pizarro y Navarro.
Por nuestra parte, nos movimos con Amnistía Internacional, buscando presión mediática. Nuestra madre hizo denuncias radiales y nosotros en los juzgados de Pereira.
Él también nos contó que estando en la sala de tortura, llegó un oficial de alto rango y les dijo: “no vayan a matar a este HP que resultó ser sobrino del presidente Barco”. El apellido lo salvó milagrosamente. De allí, legalizaron su captura y lo remitieron a la cárcel de Pereira.
Una vez nos dijo a mi hermano mayor y a mí: “todos los compañeros del EME son buenas personas, del único que desconfío es de Carlos Alonso Lucio”. Tenía mucha razón.
En noviembre de 1988 se iniciaron las conversaciones entre el gobierno y el M-19, gracias a una propuesta que hizo el senador y hoy canciller Álvaro Leyva Durán, la cual terminaría en el acuerdo de paz.
Sobre su muerte nos enteramos por radio bemba, cuando estábamos pendientes del proceso de paz que se estaba gestando.
En enero 14 de 1989 recibimos la carta firmada por Germán Rojas Niño “Raulito”, Comandancia General del Batallón América en la que nos contó: “Es dramático para nosotros no tener los datos suficientes (oficiales) que permitan clarificar lo ocurrido al capitán “Gaspar”; en desarrollo de nuestra actividad político militar nos acantonábamos en la vereda El Zumbico, municipio de Jambaló (…) también nos comentaron que había sido sepultado en las inmediaciones de Jambaló”.
Afranio Parra, quien caería un año después en Bogotá, escribió en su honor: “alguien ha partido a la región de las mariposas sin nombre. A la superficie donde el silencio toca los recuerdos con el tacto del viento en la memoria”.
Su muerte le partió en dos la vida a nuestra madre, Carlota Díaz. Jamás volvió a cantar los boleros con los que crecimos y aprendimos de memoria. Desde ese día, se le interpuso al paso del general Manuel José Bonnet Locarno reclamándole su cadáver, hasta que le tuvo que dar las coordenadas. Solo el 8 de febrero de 1989 pudimos enterrarlo y dos meses después, el 30 de marzo, se firmó el Acuerdo Político Nacional entre el gobierno y el M-19, en el que se establecía una agenda de reformas políticas y sociales, así como el cese al fuego y la desmovilización de la guerrilla.
Lo más claro que tenemos es que en el momento de su partida, sus últimos pensamientos debieron ser para su esposa Beatriz y para sus hijos Gabriel Felipe y Gisela a quienes amaba con delirio.
Su lucha y la de sus compañeros no fue en vano. Como se sabe, el “EME” fue fundamental en el parto de la Constitución de 1991; y hoy, un hombre providencial que, como Gabriel Antonio, peleó por los mismos ideales, le está cambiando el rumbo a este país de la belleza."
Hasta Siempre compañero y Hermano