Por: José Yamel Riaño, 30 de agosto de 2013
Como lo señalábamos en anterior escrito, el PARO AGRARIO, recoge el descontento y la indignación de muchos sectores de la población. Se inició con la participación de productores de papa hace doce días y ahora representa a la mayoría de la población campesina de nuestro país, siendo los territorios productores de alimentos básicos y de “pan coger” los de mayor impacto.
Es cierto que allí también están los dueños de las tierras. Los que en pocas manos acaparan la inmensa mayoría de las tierras aptas para el cultivo y los empresarios de las industrias agropecuarias reclamando cambios, algunos de los cuales pueden tener algún grado de justeza por los efectos de los TLC (s), pero otros son acciones para robarse el presupuesto oficial que es nuestro.
También es verdad que a las manifestaciones se han unido estudiantes y otros sectores populares que reclaman derechos adquiridos o incumplidos, o nuevas reivindicaciones. Puede ser verdad que sectores políticos, como nosotros, estemos participando de alguna forma. Seguramente no faltarán grupos extremistas de derecha e izquierda que quieran “pescar en río revuelto” y hayan provocado vandalismo. Inclusive es posible encontrar vándalos profesionales y hasta agentes de la inteligencia oficial provocando el desorden, pero la verdad es que el grueso de las gentes son campesinos e indígenas en busca de garantías para que su mínimo vital nunca les falte.
Así de dramática es la situación y por eso es que el presidente Santos no tiene razón, en su pretensión de invalidar el movimiento, calificando a los participantes como vándalos y criminales, aunque si tiene el deber de impedir el vandalismo y el terror que nosotros, junto a la inmensa mayoría de ciudadanos rechazamos y condenamos.
Lo cierto es que ese paro se volvió nacional y el gobierno no da respuesta que satisfaga a la comunidad. Por el contrario, se niega a aceptar, que es el modelo económico el que hay que cambiar. Está hecho para que unos pocos se queden con los frutos y otros muchos acaben sus vidas sirviéndoles. Un país como el nuestro, con tanta riqueza natural, nos podemos convertir en potencia agrícola mundial. Pero no, el presidente Santos está “satanizando” el proceso cuando debería bendecirlo. No se da cuenta que este es un reto que también es una gran oportunidad para cambiar. Él, como muchos otros presidentes han preferido la represión al diálogo y lo único que eso deja es mayor violencia. Y él lo sabe. Es una lástima porque hacía mucho tiempo que no escuchábamos de boca de un primer mandatario una defensa al derecho a la protesta, así lo manifestó él mismo, pero éste no fue la excepción.
Estos hechos nos demuestran que los niveles de conciencia en Colombia han cambiado para bien. Los campesinos no son títeres de nadie como lo pretende hacer ver el gobierno. Por el contrario, están demostrando excelentes niveles de organización y de conciencia, además del alto grado de capacidad de lucha. Esto no quiere decir que las pretensiones estén ganadas, la situación social y política es muy compleja, si se mantiene el paro de forma pacífica se puede ganar y mucho. Lo nuevo es la decisión mostrada por las gentes para reclamar sus derechos, no son los partidos políticos la dirigencia del paro, tampoco es la guerrilla, son ellos mismos y eso, ya es ganancia. Y grande.
Para la política todos esos hechos nuevos además de ser un avance deben tener un significado especial. No conocíamos una protesta de semejante tamaño. Podemos hacer de ella un modelo de: Cómo una marcha campesina se convierte en una protesta capaz de paralizar un país. Así, sin necesidad de contar con grandes organizaciones, solo con la claridad suficiente para entender el poder del pueblo y tener la decisión de ganar. Así se han venido presentando los grandes cambios en el mundo y los colombianos estamos presenciando una serie de señales que nos anuncian que “los grandes hechos están llegando”.
Por supuesto, que preferimos que los cambios se produzcan pacíficamente, sin necesidad de fusiles ni “papas bombas”. Solo dialogando, negociando, a sabiendas que todos tenemos que ceder en nuestras pretensiones un poco, de tal forma que todos, sin violentar los procesos, los podamos terminar. La experiencia nos ha enseñado que si se puede cambiar porque un mundo mejor es posible y ya es un propósito de la mayoría de los ciudadanos y coterráneos.
Entendamos que Colombia está indignada por tanta inequidad soportada por tato tiempo. Ya yo no sé si habrá o no revolución, de lo que estoy seguro es que habrán cambios para bien. Sabemos que por ahora están sin fecha, pero como eso depende de nosotros mismos y somos mayoría; Venceremos.