EL PAIS QUE BUSCAMOS
Entrevista a Alvaro Fayad Delgado
El gobierno ha manifestado que asumirá todas sus responsabilidades ante el juicio que le adelanta el Congreso y le comisión de la Procuraduría para la investigación de los hechos del Palacio de Justicia. ¿Acepta el M- 19 los resultados de estas investigaciones?
Belisario Betancur no tiene ninguna autoridad para decir qué responsabilidades acepta. Es la nación entera la que va hacer el juicio. Y creo que debería conformarse un gran comité o tribunal nacional -no gubernamental- que convoque, recoja testimonios, opiniones, pruebas, para juzgar los hechos del Palacio de Justicia. Nosotros estamos dispuestos a participar en este juicio. Porque lo del Palacio de Justicia no es el problema de un presidente, ni de un Ejecutivo; está en el corazón mismo de lo que es el futuro de esta nación.
Hoy nadie en Colombia se queda callado frente al problema del Palacio. Todo el mundo tiene una opinión y una exigencia. Nosotros queremos que esas opiniones, que esas exigencias -unas a favor del gobierno, Otras en favor del M-19- se conviertan de verdad en una gran evaluación y reflexión nacional, sobre lo que tiene que ser el destino de este país, sobre falsas palabras de hombres como Betancur, que han traicionado lo mejor y más valioso que ha tenido Colombia, como es la esperanza.
Pero hay quienes han declarado al M-19 como non grato...
Perfecto. No hay problema. Pero reunámonos todos. Y que se hagan declaraciones en todo sentido y de parte y parte. Nosotros no le negamos a nadie el derecho de enjuiciarnos. Pero no aceptamos que nos impidan ejercer el derecho a formular nuestras opiniones.
Entonces, tenemos que ampliar el debate. Tenemos que sacarlo del Congreso y llevarlo al país. Para que no sólo participen los partidos políticos representados en el Congreso sino la nación entera. Porque, además, ni los partidos tradicionales, ni los parlamentarios individualmente, apoyaron o buscaron la propuesta de cese del fuego de Reyes Echandía. No tuvieron ningún gesto que propiciara ese instante de reflexión para el gobierno, para las Fuerzas Armadas, para los magistrados, para los guerrilleros y para este país. Lo único que hicieron fue apoyar la política de Belisario. Y ahora hacen el debate...
Yo creo que el Congreso no tiene la autoridad para hacer ese juicio. No es ese el instrumento ni la arena para celebrarlo. Y si hay representantes que quieran ir al fondo de la verdad, que se integren al comité nacional porque también ellos deben estar ahí.
De momento, el gobierno esté jugando con doble cara: primero dice que esté dispuesto al debate, en el Congreso, obvio. Pero también pone de presente toda su pequeñez cuando Jaime Castro pretende acallar con adjetivos el debate que le plantean algunos representantes. Ahí lo que está haciendo el gobierno es dar la oportunidad de un debate a medias, y ya Colombia no aguanta cuestiones a medias. Además de la investigación y el debate en la Cámara, además de la investigación de la Procuraduría y de la misma Corte de Justicia, lo fundamental está en manos de un tribunal nacional que debe constituirse.
Y el M-19 tiene mucho que decir: tiene testigos presenciales, tiene demasiados elementos qué aportar ahí. Tenemos que responder muchos interrogantes que el país exige se respondan y además, queremos hacerlo.
Todos tenemos que participar en este juicio que no es tan sólo sobre los hechos mismos sino sobre sus autores, sus protagonistas, sus antecedentes y todos sus desenlaces. ¿O es que alguien en Colombia es ajeno al hecho, a sus raíces o a sus consecuencias?
¿Podría decirse que el M-19 está convocando a un tribunal abierto y de cara al país? ¿Qué personas concretas propondrían para conformarlo?
Ya hemos dicho varias veces que un comité no gubernamental, pero sí nacional, asuma la investigación para el juicio sobre el Palacio de Justicia. Un comité que sea capaz de oír todas las voces, a todos los testigos... Ahí iríamos nosotros de inmediato.
Para eso hay mucha gente: muchos demócratas, periodistas independientes, los mismos magistrados y consejeros, los estudiantes, la Iglesia, sectores de los partidos políticos, representantes del movimiento popular y sindical y de organizaciones civiles; y también nosotros debemos estar ahí. Pero pienso que los nombres no tenemos que proponerlos nosotros; en todo caso, sobran nombres. En Colombia hay muchos intereses y para la conformación de un comité de este tipo, entre más variadas las opiniones, tanto mejor.
E insisto: no es suficiente el debate en el Congreso, porque está demasiado teñido de los pequeños intereses de algunos de sus promotores; segundo, porque en el Congreso no caben todas las fuerzas del país ni están allí representadas.
¿Cómo evitarían que ese comité que proponen no se burocratice, no se vuelva como los comités de Diálogo y Verificación?
No sería la primera vez. Está la experiencia del Tribunal Russell, por ejemplo, sobre procesos concretos de países específicos. Y creo que la sensibilidad de este país está suficientemente al rojo vivo como para que se intente burocratizar un comité que tiene que ver con el futuro y la salud de la nación. Creo que no habría aquí caso de burocracia ni caso de pequeñez.
Y creo que este período de Navidad que empezamos a vivir debe ser eso: la búsqueda de hacia dónde encaminarnos. El mensaje cristiano de paz a los hombres de buena voluntad tiene que ver fundamentalmente con la buena voluntad: entonces, propiciemos una reflexión sobre este país, sobre lo que nos espera y sobre qué tipo de buena voluntad se requiere para encarar este presente y los años venideros. Eso sí: no podemos empezar la reflexión sobre nuestra nación si no hacemos un análisis sereno y crítico sobre el Palacio de Justicia. Porque el Palacio de Justicia es nuestro presente... El presente que no queremos...
Es el análisis de responsabilidades en el Palacio de Justicia; pero además, el gran debate sobre la incapacidad del gobierno para prevenir el desastre de Armero y su posterior incapacidad para administrar la emergencia y le solidaridad. Y está también pendiente el juicio sobre Siloé. Son debates para empezar el año, porque están unidos al problema básico de la nación, que es el problema de la defensa de la democracia y de la vida. Sin esos valores, la nación se derrumba. Y es en función de esos valores que el M-19 hace sus propuestas y sus combates. Para nosotros, todo va parejo.
Con la situación tan deteriorada, ¿considera que subsisten resquicios democráticos para adelantar ese juicio? ¿Lo permitiría el gobierno?
Es que los resquicios en este país son los que abre la lucha. En Colombia no hay espacios políticos regalados a las mayorías. De manera que los resquicios que se abran para posibilitar y permitir ese juicio son los que gane el pueblo. Hoy, en Siloé, se ha abierto un espacio político porque su población ha combatido. El combate de la oligarquía ha sido precisamente para cerrar esos espacios, para asfixiar definitivamente los resquicios de una democracia de verdad restringida, que se permite algunos manejos civiles, pero no siempre democráticos o representativos.
De ninguna manera vamos a esperar que nos regalen las posibilidades de enjuiciamiento, de expresión, o las posibilidades del cambio. Aquí todo se ha ganado en la pelea, hermano.
¿Y cómo se explica que el régimen permita que las Farc, que son la guerrilla más vieja y peligrosa, gane un espacio político?
Las FARC son la guerrilla más numerosa, pero no la más potente o peligrosa para este régimen. El poderío de una fuerza militar se mide en el campo de batalla, no en el número de gente. Y creo que no es que le estén permitiendo ganar un espacio político a la guerrilla, sino que están ampliando el propio. Porque el juego de las FARC, le quita credibilidad, porque una guerrilla amansada no logra espacios políticos ni eficacia militar.
El problema de las FARC es que aceptó, haciéndole el juego a la oligarquía, una paz que no han tenido ellos como organización y mucho menos la nación. Por intereses de partido, van a unas elecciones a costa de ellos mismos, de su vocación y de su destino como pueblo. Porque el país no se encamina hacia una apertura democrática -en lo inmediato-, si no hacia un régimen cerrado en el que las elecciones no representan nada para nadie… ni siquiera para las FARC o el PC.
Sí: las FARC son la guerrilla más vieja de América Latina. Lleva veinte años de lucha... Nosotros no estamos interesados en ser, como guerrilleros, los más viejos. Estamos interesados es en construir una democracia joven en Colombia
Pero corno las FARC, como las guerrillas que han existido siempre en este país de guerrillas, ustedes también pueden hacerse viejos: sin ser derrotados, pero sin ganar.
La certeza del desarrollo de este proceso y del triunfo nos la dan los hechos. Estos combates nuestros ya no son de guerrilla. Son de ejército. Estos combates nuestros no son los de las guerrillas de siempre en Colombia. Nunca antes en Colombia se habla visto un combate tan exitoso como el de Siloé; nunca antes el ejército había sido derrotado en él campo de batalla como lo estamos derrotando aquí. Mire: acá han metido todos los batallones que ellos tienen. ¡Todos¡ Y su fuerza aérea, sus bombarderos, su artillería. Y han salido derrotados. Por tanto, eso que dicen las FARC -de que la guerrilla no puede vencer al ejército es falso. Nosotros estamos en condiciones de vencer al ejército... Absolutamente.
Mire: un ejército no puede sobrevivir -por más recursos, apoyos logísticos o bases militares que ponga- si no tiene el apoyo permanente de la población. Y si además de no contar con el apoyo popular, el pueblo ha conformado sus propios instrumentos militares para conseguir la victoria -no para sobrevivir como guerrilla, sino para conformarse como ejército y vencer- los tiempos de la oligarquía están contados.
¿Y cómo podrán seguir trabajando en Siloé con la militarización impuesta? Lo pregunto porque seguramente la conducta del ejército seré igual en otras partes.
Oiga: es que ese trabajo político no lo hemos hecho sobre un mantelito blanco; ni ha sido juego de niños. El trabajo político de la comunidad, y el trabajo cívico, social, así como la organización de las milicias, se han dado en medio de enfrentamientos militares permanentes. ¿Por qué cree que tuvimos que armar, a las milicias? (Porque no nacieron armadas...) Para nosotros y para la comunidad no es nueva la presencia militar; de modo que si el enemigo aumenta su agresividad, el pueblo aumenta su decisión de combate.
¿Cómo va a hacer el M-19 para sacar esta confrontación de los marcos de la guerra sucia -la bomba o el desaparecido- o de los enfrentamientos en la montaña, que ni siquiera se conocen?
Mire: nosotros tenemos principios y criterios muy claros al respecto. Y no se quedan en el planteamiento. Viven en nuestros hechos. Porque en la guerra cada cual da continuidad a criterios básicos sobre lo que es la vida. Y aún en situación de guerra, persiste y se hace más necesario una ética y una moral. Si el derecho de gentes no se cumple en la guerra, el desastre de la democracia sí que es mayor.
Nosotros hemos mantenido una defensa permanente de los valores fundamentales de la vida en la actividad militar y en toda actividad que desplegamos. Hemos planteado que Colombia tiene que cumplir los acuerdos sobre el Derecho de Gentes en la guerra; por ejemplo, el respeto a los prisioneros, el derecho a la vida y al bienestar del prisionero, la defensa de garantías al hombre indefenso, que ni el gobierno ni las Fuerzas Armadas cumplen.
El M-19, en cada una de sus acciones, pequeñas o grandes, ha mantenido esa actitud. Hemos cuidado al prisionero, garantizamos su alimentación, su salud; hemos insistido en que el gobierno reciba a los prisioneros que les hemos detenido. Y que sean ellos mismos quienes digan -como lo han hecho- el buen trato que han recibido, durante la toma de poblaciones, la toma de locales, o en el combate a campo abierto.
Por eso los colombianos saben que de la misma forma en que el M-19 respetó y cuidó de los rehenes en el caso de la embajada dominicana, actuamos en el Palacio de Justicia. Porque para nosotros, la vida del hombre indefenso la cuidamos más que la propia. Por eso es tan absurdo, tan ausente de credibilidad, esa afirmación de la oligarquía de que vejamos a los magistrados y funcionarios en el Palacio, que los amenazamos, o peor aún, que ejecutamos a alguno de ellos.
Todo el país ha visto, en los hechos, dos conductas que se han repetido y contrapuesto por años: la conducta del M-19 y la conducta de las fuerzas armadas del gobierno. Porque el ejército colombiano ha dado muestras repetidas, públicas además, de que no respeta la vida de nadie. ¡De nadie¡ Ni del detenido ni del no detenido, ni del desaparecido, ni del hombre que trabaja. El ejército hizo en el Palacio de Justicia lo que está haciendo en las veredas y en los barrios populares. Y no es solamente el cumplimiento de unas normas sobre el Derecho de Gentes lo que explica tan distintas conductas. Es que unas armas nacen de una vocación antidemocrática, antinación y antipueblo, y otras armas apuntan en función de la democracia, en función de la vida y en función del pueblo.
La tragedia de un país está dada en su incapacidad de enfrentar el terror de las minorías. Ponerle fin al terror depende de la capacidad militar, cívica y política que despleguemos. Aquí el terror está encontrando una resistencia militar exitosa, y aquí no va a cundir el terror, porque la única manera en que el terror es efectivo, es cuando es un terror que nadie frena, que nadie combate, que nadie es capaz de vencer. Si algo tiene Colombia, es su capacidad de levantarse en contra de todo tipo de injusticia.
Pero con la forma que el M-19 guerrea, ¿tiende realmente a quebrar al ejército?
Nosotros no queremos acabar con todo el ejército. Lo que necesitamos es quebrar la voluntad y decisión de combate de una fuerza militar que es el único sustento que tiene hoy la oligarquía colombiana. Y es que la única institución que tiene mano libre y vía abierta, es la militar. Porque ni los partidos políticos, ni el ejecutivo, ni el parlamento, ni la justicia, ni la más sagrada de las instituciones -que es la vida- están vigentes. Y es a la institución militar a la que tienen que convocar, no sólo nuestras armas, sino la voluntad mayoritaria de la nación, con toda su capacidad de desarrollar el futuro. Si no fuera la nación la que se levanta, nada podrían hacer las armas del pueblo. La fortaleza de nuestras armas está dada por la fortaleza del apoyo y la pasión popular. Y ella está aquí, en las montañas, en los barrios, en el corazón de los demócratas, limpia y alzada a la rebeldía. Por eso, por más allanamientos, por más violencia, no pueden acabarnos. Nadie allana una conciencia...las conciencias no son allanables. Y por eso nuestras armas no son rendibles.
Por eso mismo, hoy la oligarquía ya no puede hacer de su campaña electoral la fuente única y el objetivo de la política del país. Estas elecciones ya no representan los anhelos mayoritarios en Colombia, y a muy pocos interesa si el candidato es Alvaro Gómez o Virgilio Barco. Ellos pueden convocar a la polarización de la sociedad porque de todas maneras está polarizada. Lo que no pueden es convocar al futuro y a la dignidad.
¿Van a sabotear las elecciones?
Al país no le interesan las elecciones como para que nosotros gastemos esfuerzos en eso. El país está en otras inquietudes, en otras búsquedas, y nosotros también estamos en esas inquietudes y en esas búsquedas. De modo que nuestras definiciones y nuestras propuestas se dan en función de unas tareas de democracia que no tienen calendario ni pasan por unas elecciones; se dan en función del ejercicio real de una democracia nacional.
Hoy las tareas de la democracia pasan por enjuiciar a este régimen: no tan solo por los hechos del Palacio, sino por su naturaleza irracional antidemocrática y antihumana; y pasan por la conformación de un bloque mayoritario, plural, decidido al cambio con Justicia social.
¿Y las demás organizaciones?
Esa discusión apenas comienza en la Coordinadora Nacional Guerrillera.
¿Qué es la Coordinadora Nacional Guerrillera?
Es la expresión de los avances reales del movimiento guerrillero colombiano, el cual asume su mayoría de edad. Ya eso de andar separados, sin conocernos siquiera, es cosa del pasado; y hemos dado el salto con la coordinación, conversaciones y esfuerzo conjunto entre el ELN, EL PRT, Patria Libre, el Quintín Lame, el Frente Ricardo Franco, el EPL y nosotros. Las campañas conjuntas, la búsqueda de conversaciones con las FARC, los esfuerzos unitarios son avances reales del movimiento guerrillero colombiano.
¿ Cómo son las relaciones con el Ricardo Franco? En un momento usted dijo que con el RF "ni a la esquina", pero después, trabajaron con el RF
Mire: cuando el RF atentó contra los representantes del PC, nosotros planteamos que en esas condiciones no íbamos con ellos ni a la esquina. Porque la falta de ética y de moral en el desarrollo de unas divergencias entre organizaciones, es un camino que nosotros rechazamos.
Posteriormente, mediante discusiones en la CNG, los del RF se comprometieron públicamente a buscar acuerdos políticos y a cesar ese tipo de enfrentamientos y atentados contra los dirigentes del PC. Entonces volvimos a coordinar fuerzas y desarrollamos una campaña; no se trataba de una fuerza conjunta, como la del M-19 y el EPL en Antioquia, sino de la coordinación para una campaña.
Y mantenemos en alto nuestros principios: ahí donde falte ética, justicia y respeto a la vida, nosotros no caminamos. Porque lo único que le da sentido y lo único que justifica una guerra, es poder ganarla con rapidez. Y que esa guerra tenga como bandera y norte la vida, la democracia, la justicia, la dignidad.
Usted me puede decir que en la guerra es irónico hablar de respeto a la vida, pero lo cierto es que aún la guerra tiene márgenes morales y márgenes de Justicia que tenemos que respetar por encima de todo. De nada vale un fierro en la mano si ese fierro no irradia justicia.
Estamos por un régimen de vida cuyo centro, y objetivo fundamental sea el hombre. No el desarrollo de formas gubernamentales autoritarias o totalitarias; ni de un régimen en el que prime la ganancia individual sobre el interés colectivo. Buscamos una organización social propia que, respetando al ser humano, como elemento fundamental, dé cabida a todas las expresiones de sus más profundas vivencias individuales y colectivas.
Esa previsión de Bolívar, de que América Latina está destinada a asombrar al mundo por una nueva manera de organizarse está vigente. Y esa nueva visión del mundo se construye aquí. Combatimos no sólo para acabar con un régimen de injusticia, sino fundamentalmente para crear una nueva organización social: un tejido económico, social, político que sea nacional y producto de miles y miles de pequeñas puntadas que den el colorido de una organización plural en todos los ámbitos de nuestra vida; una nueva organización que permita toda la plenitud del poder desde abajo hasta arriba y que abarque todo lo ancho del espectro social, político, y cultural de la nación.
Volvamos a lo de la convocatoria del juicio. ¿Cuál sería el paso siguiente, en términos del desarrollo dé la propuesta y la convocatoria?
En este país están surgiendo permanentemente propuestas de Asamblea constituyente, de Plebiscito Nacional desde los más diversos sectores. Pero todas ellas apuntan a una cosa: que el tejido de las definiciones políticas y sociales debe ser reordenado: Por lo tanto apuntan a la conformación de un nuevo ejercicio de gobierno.
Cuando se plantea plebiscito o constituyente, es que se necesitan reformas globales. No la revolución todavía, ni el cambio absoluto del poder o la caída de un poder y el surgimiento de Otro. Es más bien el reordenamiento con base en lo que existe: una nueva voluntad nacional. Esto apunta ya a decisiones de mayorías. Independiente de la fórmula que se adopte, el paso más lógico y lo más elemental seria hacer un Congreso: el encuentro de las representaciones sociales, políticas, intelectuales, morales de la nación, para decidir sobre los destinos de este país.
Esto implica la convergencia de fuerzas políticas aún no idénticas con base en propuestas concretas a favor del cambio. Un Congreso Admirable, como el de Bolívar en Angostura. Que sea el congreso de una nación naciente, de una democracia social naciente, como instrumento jurídico, social y político de un nuevo gobierno. Esta es la perspectiva de nuestra política de alianzas, de nuestras propuestas, de las tareas militares y de agitación, de la propuesta de ejército único.
Cuando decíamos hace algunos meses que el momento político se ha definido por la necesidad de paz para la nación y guerra a la oligarquía, apuntábamos a eso: a recoger las fuerzas de la nación que quieren la paz; a las fuerzas que son capaces de construir un gobierno de paz, un gobierno de justicia social.
Entonces, las tareas son de convergencia, unidad y paz entre esa nación que quiere nacer. Y obviamente están las tareas militares frente a una oligarquía que busca impedirlo, a cualquier costo, cómo lo está demostrando; porque el desarrollo de las mayorías implica necesariamente el combate político y militar con esa minoría, como también lo muestra la historia misma de este país.
Y no es convocar a la locura de una guerra que, de todas formas, ya tenemos encima. Es la necesidad imperiosa de hacerla menos loca, do hacerla menos cruenta, de hacerla menos costosa y menos larga. Por eso hoy tiene tanta importancia la convergencia de las fuerzas del cambio; por eso la única expresión democrática no es la de apoyar las tareas militares de la guerra; las posibilidades son las que dicta asumir todas las tareas del ejercicio de la democracia y construir un nuevo gobierno; gobierno que comienza a gestarse con la sola voluntad y decisión de los patriotas y se va desarrollando y consolidando en hechos concretos.
Esto significa ampliar las alianzas políticas; que estas abarquen a fuerzas que le están caminando a las elecciones pero de todas formas interesadas en el cambio, a las fuerzas políticas y sociales de mayorías, a la gente que anda suelta y a las armas de este país, todavía dispersas. Dispersas, porque unas son armas del gobierno, como el ejército actual, y otras son armas del pueblo, como la guerrilla. Y nosotros proponemos que sean todas armas de la nación. Por eso hay que unir las armas que están en manos del pueblo y las que están en manos de sectores nacionalistas en el seno de las fuerzas armadas, y hacer un ejército único nacional.
Para resumir: necesitarnos fundamentalmente una convergencia ideológica y política que se concretaría en un congreso. Y ese congreso, como órgano de gobierno, asumiría las tareas de dirigir a sus instrumentos de fuerza y de defensa, que es el ejército de la nación.
Me parece que esta propuesta se vincula en la historia con la práctica de Bolívar. Tratemos de reunir la idea del Congreso con la búsqueda de la nación nueva a partir de la que existe.
Más que propuesta concreta, es un criterio: somos una cosa distinta a Europa y debemos tener instituciones, ordenamientos sociales idénticos a lo que somos como pueblo, como nación y como perspectiva.
La diversidad y la flexibilidad política y de criterios de Bolívar, era permanente. Porque fué un hombre que vivió en constante búsqueda, siempre buscando, sabiendo que somos un continente nuevo.
Nosotros decimos que si nuestro continente escribe como escribe, canta, danza y baila como lo hace, ¿por qué no se organiza socialmente como es? ¿Por qué tiene que hacerlo una oligarquía que ni siquiera es propia, con una organización del Estado ineficiente, que es incapaz de administrar y crear nuevas riquezas, e incapaz fundamentalmente de darle vida a los sectores sociales?
Pienso que lo primero que está por hacer es la convocatoria a todas las fuerza. De ahí, de esa variabilidad y de esa gama impresionante de todas las voces oyéndose, van surgiendo las propuestas. Por eso no queremos apegarnos a ninguna fórmula. No es constituyente, ni plebiscito: es convocar a los distintos sectores a asumir las tareas de la democracia.
Y había otra constante en Bolívar: es el ejército el que posibilita la realización del Congreso de Angostura. Ahora, otra vez, es el ejército el que le entrega la autoridad a un congreso; a ese congreso es al que queremos presentarle este ejército.
Que sean las fuerzas de la democracia reunidas en congreso, las que conduzcan a este ejército y amplíen la legitimidad do esta fuerza militar. Así como los hombres en el Congreso de Angostura, que cuando apoyaban las nuevas campañas de Bolívar, estaban decidiendo como sectores políticos, sociales, morales, las tareas militares de la época.
No se trata de que todo el mundo esté metido en las tareas militares de la guerra; además, porque no caben. Pero si aspiramos a que todos, aún los que estemos, entre otras en las tareas militares de esta confrontación, nos reunamos en función de la democracia. Que los que están en los oficios públicos, los políticos, los que están en las reivindicaciones inmediatas, los que están en la prensa, nos juntemos, con esta bandera única. Ya irán luego surgiendo las formulaciones concretas para el tipo de organización que se necesite.
EL HORIZONTE BOLIVARIANO
El ideario bolivariano fue, en su época, una perspectiva continental. Y aquí estamos ante una fuerza militar que se define bolivariana, ¿Qué significa esto hoy?
Hoy el eje de la confrontación social y política en América no está en si gobierno civil o gobierno militar; la disyuntiva es entre gobiernos de democracia o gobiernos de oligarquía. En otras palabras, hoy las fuerzas y tareas de la democracia son más amplias que la mera constitución de gobiernos civiles, o que la conformación de instancias regionales o continentales de representación gubernamental. Estos son aspectos importantes de nuestra búsqueda continental, pero tienen que estar acompañadas de las nuevas expresiones y posibilidades de la nación latinoamericana.
La búsqueda del desarrollo, la justicia social, la soberanía, de nuevas relaciones internacionales y de nuestra propia identidad, tiene que darse en la inmensa gama de las posibilidades sociales, culturales, étnicas, políticas y económicas do nuestra América.
Y así corno el Congreso Anfictiónico de Bolivar no es grande sólo por su propuesta o por la suma de pueblos que convoca sino por la diversidad a la que está dispuesto, tenemos que enfrentar los retos de la democracia a nivel continental. La propuesta bolivariana de crear una nación nueva, no simplemente como negación de la que existe, sino como búsqueda de una nueva manera de ser hombres, de ser pueblo, de ser sociedad, es lo que está en el tapete. Y unos la desarrollan como ejército, otros en sus avances democráticos, otros desde el gobierno...
Entonces, el esquema de civilidad versus militarismo no explica la compleja trama de la construcción de la democracia en nuestro continente. Fíjese, por ejemplo, que los que están condenando en Argentina a los gobiernos militares que practicaron el genocidio –lo que ellos llaman la “guerra sucia”- son los mismos que felicitan a Belisario Betancur por su guerra sucia, por el arrasamiento del Palacio de Justicia: Pero se levantan también las voces de los amplios sectores que no comparten la opción del arrasamiento y que rechazan las adhesiones de sus gobiernos a la decisión de Betancur.
Recuerdo que en los Robles, durante el congreso por la Paz y la Democracia, la presencia de los delegados internacionales empezaba a concretar el horizonte bolivariano de esta lucha, independiente de nosotros. Porque sin pretender crear una Tricontinental, una Olas, o una Junta Revolucionaria como la del Cono Sur, nos estamos encontrando en perspectiva -no como lucha armada, sino como revolucionarios solamente- fuerzas que de verdad proponen una manera continental, nueva y profunda de hacer democracia.
Si eso implica construir el ejército, construiremos ejército. Si eso implica construir movimiento de masas, construimos movimiento de masas. Pero creo que fenómenos como la deuda externa, fenómenos como la actitud intervencionista del gobierno norteamericano, fenómenos como la búsqueda de nuestra propia manera de ser como pueblos, son lo que convocan a esta unidad que se empieza a vivir aquí. No es gratis que llamemos a este primer Batallón del M-19, Batallón América.
Esta región andina, es tan diferente al Cono Sur tan diferente a Centroamérica, busca una expresión autónoma, propia, asumiéndose desde su condición latinoamericana para decidir su manera específica y especial de aparecer ante el mundo. Y es una lucha nuestra: específica, distinta, en la que cabe un Belisario Betancur que negocia, y dos años después arrasa; en la que caben expresiones populares de paros cívicos, protesta, o huelga general como es el caso del Perú y Ecuador.
Estamos viviendo y vamos a vivir fenómenos como no se veían desde Simón Bolívar, Todos en lucha, sin padrinazgos internacionales, sin apoyos de Estados o revoluciones, desde la propia lucha y el propio esfuerzo, empezamos a conformar el horno de la unidad continental. Ver colombianos, ecuatorianos, peruanos, como parte de la fuerza armada de la democracia, es un fenómeno que de verdad no se veía desde Simón Bolívar. Y esto es un eje claro en la lucha de estos pueblos hoy.
Pero el gobierno de Estados Unidos está acusando a Nicaragua de haber participado en la toma del Palacio de Justicia...
En toda esta batalla de la Casa Blanca contra la Revolución Sandinista y la Revolución Salvadoreña, los yanquis siempre andan en pos de argumentos para una guerra que tienen perdida.
Ahora intentan plantear que la lucha en el Palacio de Justicio fue armada por los Sandinistas. El gobierno de Estados Unidos, que interviene en toda parte, quiere decir que toda lucha en América Latina es producto de una injerencia extranjera. A los nicaragüenses, que de Cuba; a Cuba, de la URSS; a El Salvador, de Nicaragua; y ahora, nosotros, también de Nicaragua. Tal parece que estos hombres de la Casa Blanca han perdido toda visión de que hay pueblos dignos, hay pueblos libres, y hay pueblos soberanos.
Con Nicaragua tenemos las relaciones que dan nuestra admiración y apoyo a todo pueblo que empieza a dirigir su destino en América Latina; las relaciones que dan el sentirnos parte de un continente que tiene que ser libre y soberano; las relaciones que dan ser parte de un continente agredido por el actual régimen de la Casa Blanca; las relaciones que dan el ser hermanos de todas las revoluciones y todas las causas justas; las mismas relaciones que nos permiten tomar distancia frente a ciertas medidas que puede tomar cualquier régimen u organización revolucionaria.
A MODO DE CONCLUSION
Retomando el hilo inicial: me parece que sus argumentos son justos, pero que están adelantados a la realidad del país, a la correlación de fuerzas existente.
Lo que marcha a gran velocidad es la historia. Fíjese cómo ha sido de rápido el ciclo. Hace un año exactamente estábamos en Yarumales. Exactamente hace un año, la tregua y las posibilidades de concertación nacional se jugaban la vida en Yarumales. Y ese ciclo que se abrió ahí y que empezó con la decisión militar de aniquilamiento de parte de Belisario Betancur, Jaime Castro y los altos mandos, llega a otro diciembre con la misma definición de aniquilamiento.
Lo que defendimos en Yarumales no era solo la tregua y el Diálogo, sino la posibilidad de hacer el cambio sin tener que hacer la guerra. Cuando fuimos al Palacio de Justicia, fue a mostrar eso, a defender el derecho a hablar, a decidir y a opinar sobre eso. Y nos enfrentamos con toda la fuerza, toda la locura y la irracionalidad del enemigo
Hoy hay que meterle más fuerza de masas, más fuerza política, más fuerza moral, más fuerza de armas a la democracia, que hace un año. Y no por decisión del movimiento guerrillero, sino por la decisión de la oligarquía de impedir cualquier otra posibilidad de desarrollo de la democracia.
El ascenso militar antidemocrático ha llegado a extremos tales, y con tal rapidez, que deja asombrada a la inmensa mayoría de los colombianos. Ha sido tan intenso y tan rápido, que todavía no estamos acomodados para asumirlo así y ver que es nuestra realidad, nuestra patria, la que está en tal situación.
Pienso que el no medir la rapidez del enemigo en el Palacio de Justicia, es parte de eso. Los tiempos en Colombia y la intensidad de las fuerzas que se mueven en estos tiempos tan rápidos, todavía hacen que nos quedemos cortos en el análisis y que cada colombiano no alcance a ubicarse en lo que está pasando; que algunos piensen que son fuerzas incontrolables las que nos están sacudiendo: la irracionalidad de la naturaleza que exploto en Armero o la irracionalidad de una guerra que nadie maneja.
Pero en medio del dolor y del lodo de Armero, del impacto desgarrador del Palacio de Justicia, empiezan a aparecer las verdades. Lo que no podemos permitir es que nos digan que Armero no existe, que eso es un Camposanto y ya no hay problema; o que el Palacio de Justicia está convertido en cenizas y se acabó la tragedia.
Eso no lo podemos permitir porque en ambos casos medió la voluntad humana. En uno, la imprevisión, la negligencia, la incapacidad de administrar la emergencia. Y en el otro, porque la decisión militar estaba tomada antes de contemplar cualquier alternativa.
Bueno -nos dirán- si lo sabían, por qué lo hicieron. Y volvemos a lo mismo. Lío grande el que miremos de rodillas. No tiene derecho ningún pueblo a quedarse cruzado de brazos ante la prepotencia, el engaño y la irracionalidad de su enemigo. No tenemos derecho, nosotros, los colombianos, de no ejercer nuestros derechos, de no cumplir nuestro deber. Es decirle a un país que la democracia se puede ejercer, que hay fuerzas dispuestas a hacerlo, aún a costa de la propia vida. Y no se trata de un heroísmo puramente contestatario. No se trata de denunciar. Se trata de convocar a las fuerzas. Por eso, y con todo el dolor ante la pérdida de hombres y mujeres valiosos, eso no ha sido en vano. Y cuando Colombia pierde conciencias y hombres ilustres, la derrota es de Belisario Betancur, de la oligarquía: es una derrota total, una derrota moral, una derrote política.
Por esto se ha dicho que la acción revela la verdad sobre el estado de derechos en Colombia, sobre el mito del país de leyes y de la justicia como lo más sagrado...
El nuevo presidente de la Corte, dice que el M-19 sobreestimó a la justicia. No fue un problema de sobreestimación. Fuimos a donde había que ir. Hemos apelado a la nación colombiana y a la Corte, así como es, como eje de la demanda.
Luis Otero lo decía de una manera muy clara: por la paz, por el cambio, firmamos unos acuerdos con el Ejecutivo y nos incumplió. Le pedimos al Congreso reformas, y nunca las hizo. Ahora venimos ante el poder judicial para que diga lo que piensa sobre esta realidad y este país. Apelamos a esas conciencias y a una Constitución que ha sido violada.
Muchas veces hemos dicho que si la Constitución se aplicara, se haría una verdadera revolución en Colombia y fuimos a la Corte, apelando al cuerpo constitucional que nos rige, porque éste ha sido violado, los acuerdos incumplidos, y sobre todo, porque ¡al dignidad y la esperanza de este país han sido traicionadas.
Entonces, fuimos a la Corte porque es parte de la nación. Y fue la oligarquía la que rompió con su propio mito. Si hasta entonces se había desplazado a la justicia implementando los preceptos del Estado de Sitio, en el momento cumbre, la oligarquía no solo la desplazó e ignoró, sino que la arrasó y destruyó.
Uno todavía se pregunta, sin hacer mucho análisis político, por qué Betancur no quiso hablar con el Presidente de la Corte Suprema, cuando constitucionalmente están a un mismo nivel de autoridad... Por qué no hubo un momento de reflexión.......
Me parece que eso demuestra que lo decisivo no es la letra de la Constitución, sino la correlación de fuerzas entre los distintos aparatos del Estado.
Pero, además, que Colombia está dispersa: la Iglesia, por un lado; la rama judicial, por otro; los sectores populares, por otro; la conciencia media, va por otro lado; y las alturas del régimen están en su propia concepción aislada de lo que está pasando. .. .
Nosotros estamos diciendo que a esa Colombia dispersa hay que unificarla de una manera nueva, propia. Y ante la dispersión, que la voluntad nacional de democracia y de justicia conforme un nuevo centro, y hagamos un Congreso; no después del quiebre definitivo do las instituciones, sino con lo que existe, buscando los puntos de la convergencia.
Y definamos todos y entre todos las medidas iniciales de emergencia nacional: para enfrentar el presente, para construir una nueva nación. Porque si bien es cierto que Belisario Betancur y los militares acabaron con la Corte Suprema de Justicia, no han acabado con las conciencias libres del país.
Nosotros convocamos a la nación entera a que esta navidad sea de verdad en un clima que permita el surgimiento de una buena voluntad para la paz, Pero la paz concreta. -
Hemos mirado toda la intensidad del alma nacional, su inmensa solidaridad, como fue lo de Armero. Hemos mirado un Estado ineficiente en su inmensa incapacidad y desidia: su inmensa incapacidad para organizar la solidaridad y su inmensa desidia para organizar las medidas preventivas. Hemos visto la inmensa capacidad de destrucción y de muerte del Estado colombiano. Hemos visto también la inmensa capacidad de heroísmo en los barrios de Siloé, la inmensa limpieza de los magistrados y guerrilleros en el Palacio de Justicia.
Mirando todos esos elementos, es que tenemos que decir qué es lo que queremos como destino nacional; qué es lo que queremos como patria a construir. En todo caso, lo que estamos viviendo hoy, no es ni la suerte ni el destino de los colombianos. Lo que estamos viviendo hoy no es lo que queremos ser ni lo que podemos ser. Queremos es, de verdad, una patria limpia, que pueda llevar su destino con orgullo, su destino con justicia, y su presente con decisión.
Cordillera Central, diciembre de 1985
NOTA
(*) La entrevista fue realizada poco antes de conocerse la masacre realizada por la dirección del “Ricardo Franco”, cuyas víctimas fueron militantes del mismo grupo. A raíz de este hecho, el M-19 rompió relaciones con el RF, pidió su expulsión de la CNG, y reiteró que la lucha por la democracia tiene que hacerse con las armas de la justicia y el respeto por la dignidad del hombre.