Corinto: El nacimiento
de una nueva
realidad política
ENTREVISTA A ALVARO FAYAD
García Márquez se pregunta por qué tan contenta la gente del M- 19 tras la firma del acuerdo de cese del fuego y Diálogo Nacional, tratándose de un acuerdo tan frágil, cuyos enemigos lo hacen peligrar a cada instante.
Así planteado es difícil contestar. Habría que preguntarse también por qué tan contento el pueblo, y por qué tan preocupada la oligarquía.
Mire: en el momento de la firma del cese del fuego y el diálogo Nacional estaba negociando un acuerdo; estaba acordado, además, desmilitarizar las zonas donde íbamos a firmar, que eran Corinto y El Hobo, y despejar las carreteras centrales de éstas regiones, para que pasara nuestra gente. Y claro, también vendrían los representantes oficiales.
Y vienen, Vienen el delegado presidencial, los de la Comisión de Diálogo, los jefes políticos, los periodistas. Ponen una línea directa entre el Palacio de Nariño y nosotros. Todo listo para celebrar el triunfo, que era un triunfo para Belisario, era un triunfo para nosotros, y más que nada, era un triunfo para el país. Y con la firma se cierra ese capítulo. Pero comienza el capitulo del encuentro entre el pueblo y el pueblo en armas en tregua, y empiezan a darse nuevos elementos, ahí ya no vuelve a aparecer nadie: ni la prensa, ni el gobierno, ni los representantes políticos. ¡Nadie!
¿Qué pasó?
¿Qué está pasando cuando llega una guerrilla a hacer una firma con los resortes del poder, con el Presidente en cuanto jefe de gobierno y jefe de las Fuerzas Armadas, cuando el ejército se ha retirado de toda la zona, se ha hablado con las direcciones de los gremios, de los partidos, el Congreso, la Iglesia, las centrales obreras, y llega el hecho y se produce tal vacío de información?
Por ahí dijeron que "en una aldea llamada Corinto se firmó un acuerdo". Pero ¿qué pasó en Corinto a donde los representantes de todos los sectores fundamentales del país se acercaron a hablar con la guerrilla como poder, y los que no pudieron llegar escribieron su cartica? ¡Es la locura! Es que una carta de Valledupar, pidiendo resolver un problema de linderos, a una guerrilla que está en un pueblo, supone que la guerrilla va a estar ahí para siempre...
A Corinto llegó gente de todas partes: del centro del país, de la costa, del oriente, ¡de todas partes! Y otro tanto sucedió en el Hobo. Y no era una cosa preparada. Es decir, lo importante no es Corinto, el pueblo. En el pueblo se da es el contacto físico, que vale un millón de cosas cuando toda una región, de las más urbanizadas del país, a hora y media de Cali, ve a la guerrilla como un hecho cotidiano, como un factor de triunfo y de poder; lo importante es que llegamos a Corinto a firmar y de pronto eso se convierte en otra cosa: en el nacimiento de una nueva realidad política, de un nuevo clima nacional.
No le ponga cuidado a lo que sentimos nosotros, individual o colectivamente, sino a cómo lo vivió el pueblo y cómo reaccionaron los sectores en el poder. El hecho nos arrolló: al gobierno y a nosotros.
¿Y cuál es esa nueva realidad?
Que todos vivimos a la guerrilla ya no como símbolo de protesta, de esperanza, u objeto de curiosidad. Es la guerrilla como factor decisivo de poder. Es la guerrilla vista por toda la población como poder: y cuando digo toda, es el hacendado, el del ingenio, el jefe político, el policía, el alcalde, el personero, los medios de comunicación, el hombre de la calle. No es que nosotros no sintamos poder; es que la gente nos siente poder.
Enrique Santos nos advertía esa noche de la firma: "Ojo, ustedes no han triunfado todavía... no se equivoquen". Y después, en la crónica en que relata los hechos, dice: "Esto era una imitación del triunfo en Nicaragua”. Eso lo ve él que estuvo en Nicaragua; ninguno de nosotros estuvo allá. Yo me pregunto es, de dónde saca Enrique Santos la visión de poder o de posibilidades de triunfo cuando él sale de una casa a una tarima, y de ahí a una venta de aguardiente y de caldo de gallina. El que está viendo el problema del poder es él; no somos nosotros.
¿Por qué va el hacendado y nos dice: "Lo que quieran"? Porque tiene que estar con los ganadores. El hacendado no es que esté de acuerdo con el proyecto político -y el tipo del ingenio tampoco- pero está con los ganadores.
Y cuando usted ve que familias enteras -el padre, la mujer, el tío, el abuelo, los hijos- llegan a vincularse a la guerrilla, cuando las madres nos entregan a sus hijos, cuando se ha llegado a esa fibra que es parte del alma de un país como es la familia -y no es una: son familias y familias- ya uno dice, algo cambió aquí.
En Corinto y El Hobo se dio el momento de concentración de eso...
Así como el 20 de julio fue un florero; y Galán fue un mercado y un edicto roto. De repente algo toca: se rompe una situación y empieza otra. La diferencia ahora es que la vivimos todos, la sentimos todos y la sintió la oligarquía. ¿Por qué el silencio de la prensa durante nueve días sobre esa situación? Primero se dio el cubrimiento más berraco el día de la firma, pero pasó la firma y empezó lo otro -un pueblo y una guerrilla dirigiendo una región política, militar y poIicivamente- y nadie dijo nada. Ya después, cuando el revuelo político abandonó los corrillos, cuando estalló el escándalo, le dieron el nombre de los "los excesos", ¿Y cuáles fueron los excesos? ¡La tranquilidad más barraca! La alegría de un pueblo viviendo con la guerrilla...
Alguien me decía que lo impresionante de los guerrilleros en Corinto era que pelados de diecisiete, dieciocho años, dirigían -con una seguridad y un orgullo tan grandes- a todo el pueblo, creando un clima nuevo en ese pueblo. O sea, no era el ejercicio de la autoridad a secas: eran las carretas, los noviazgos, los corrillos, el baile...Y eso no fue un momento; fue una vaina cotidiana por muchos días. Y no fue solamente en Corinto: fue en El Hobo, Tres Esquinas, Florida; pero también fue el reconocimiento, la celebración y la conciencia de triunfo que recorrió al país.
Cuando hicimos lo del Cantón, el 2 de Enero de 1979 sale la noticia: eran más de siete mil armas para el pueblo. Y el titular de El Bogotano fue: "Desarmado el ejército" Cuando sacamos el último fierro y cerramos el túnel, redactamos el comunicado y me fui para Cali en el último avión; y todavía estaban las casetas de la feria, y en las casetas el brindis colectivo era por las armas del Cantón. Aquí era muy distinto. Aquí era la seguridad de la gente, ya no era la posibilidad de una lucha, o la berraquera de unos hombres, o el impulso moral que daba tener más armas. Era la convicción de que esa gente, guerrilla y pueblo, son la misma cosa. Vivíamos en las casas de ellos todos se peleaban por invitarnos a desayunar, se sentía como cuando uno llega a su casa. Y esa llegada a la casa era de la misma gente que había estado combatiendo que había estado triunfando.
Esa llegada no era frente al ejército o la policía, como cuando nos tomamos el pueblo cuatro meses antes: era frente al gobierno, frente al mando central del ejército, frente a los representantes políticos del país, había sido una negociación nacional en la que de una forma u otra participaron los sectores fundamentales del país. Y ya no era el guerrillero que va a la toma de un pueblo, ni el que arregla los problemas de una vereda cuando está enmontado; era un cogobierno, como lo han señalado en varias ocasiones. Lema Henao lo dijo en una entrevista hace poco, fuimos autoridad civil, política y moral de un pueblo. Y no es la mera aceptación de nuestra autoridad; la gente tiene la convicción de que podemos gobernar; y los guerrilleros, y el movimiento, y la gente que está con nosotros, que comparte el proyecto político, también sabemos que podemos gobernar.
Esa maricada vieja de Lenin, que los marxistas siempre repiten, de que el momento revolucionario es cuando las mayorías sienten que no pueden seguir así y los de arriba sienten que no pueden seguir así, en esa convivencia del pueblo y la guerrilla se planteó en otros términos: no era que la gente sintiera que no podía seguir así, sino que las cosas podían seguir como estaban, como era Corinto en esos días que estuvimos. Y de verdad lo que uno siente ahí es que así es, que así va a ser. Cuando Chalita dice "estamos viviendo el futuro" es cierto, porque así va a ser la revolución y así va a ser el poder.
Cuál ha sido la tradición de las organizaciones revolucionarias clandestinas que sólo a la madrugada siguiente de la toma del poder, se enfrentan al país; salen de la clandestinidad más absoluta a dirigir a un país. A nosotros nos tocó, a ¡todos¡ -amigos y enemigos, contrincantes y neutrales- ver en vivo cómo va a ser todo esto, con toda la alegría y el desorden de las cosas aquí.
Pienso de todas formas que el tipo de negociación que se dio entré ustedes y el gobierno pasaba por abrirles espacios para facilitar el objetivo de la paz, como antes sucedió con la amnistía. ¿No cree que el gobierno había previsto lo que podía suceder?
No. Surgen hechos imprevistos y eso es la piedra del escándalo y de las críticas contra Belisario en los días que siguieron a la Hora Cero. Y tampoco es totalmente cierto que haya habido una línea continua, por parte del gobierno, en el proceso de negociación.
A Belisario le toca, apenas llega a la Presidencia, coger la bandera de la paz que no había agitado como candidato. Hay un reportaje de él como candidato, a El Siglo en el que dice "yo no hago esto por ingenuidad, yo sé por qué lo hago ", y dice que es tanto el prestigio social y político que ha tomado la guerrilla -como nunca en Colombia- que la mejor manera de acabarla no es echándole bala sino quitándole el piso social, y él lo va a hacer así. López planteaba negociar con la guerrilla; Belisario, en cambio, pretendía negociar para quitarle el piso social a la guerrilla. López podía pensar lo mismo, pero no lo decía. De todas maneras, pienso que López tenía más medida la capacidad del movimiento guerrillero porque él logró, en su mejor momento del MRL, recoger a los dirigentes de la guerrilla liberal y a sectores de esa guerrilla: él sabe lo que es el encuentro de una expresión de masas en insurgencia y una fuerza política.
Belisario pensaba que con la amnistía nos jodía. Por eso no negocia con nosotros la amnistía, pero la dá, y se queda por un año callado. Piensa, que con eso ya el movimiento guerrillero no es capaz de proyectarse de nuevo política ni militarmente. Y cuando la vaina empieza a desarreglarse, cuando el bloque social que intenta crear -el famoso Movimiento Nacional- no resulta, cuando tiene que negociar con los dos partidos en el parlamento y cede frente a eso, cuando no convoca al pueblo, cuando la crisis se le viene, cuando la guerrilla empieza a golpear, cuando los paros cívicos se multiplican, cuando la bandera de la paz a nivel internacional empieza a hacerle agua porque por dentro le está ardiendo el rancho, busca de nuevo el contacto con nosotros después de la muerte de Bateman. Nos manda dos emisarios: López y García Márquez. Pero logró jodernos por un tiempo con la vaina de la amnistía; ante el país quedó como si hubiéramos hecho trampa: para muchos no quedó claro por qué si nos habían dado la libertad a los que estábamos presos, aparecíamos dirigiendo los combates. Los medios informativos y la propaganda oficial ignoraban los gestos de paz del M, sólo se referían a los de Belisario. Nadie hablaba de la tregua de ocho meses, de ese compás de espera que dimos a Belisario para que desarrollara sus políticas; ni se acordaban de la labor de nuestro comando político, ni de la de propuesta de paz que a través de Juan Guillermo Ríos hicimos llegar en diciembre de 1982 al Presidente y que jamás fue respondida. Sólo se decía que habíamos propuesto la amnistía y habíamos hecho trampa porque no nos habíamos legalizado. Belisario alcanzó a marear a capas que habían acompañado la lucha por los derechos humanos y la amnistía, logrando atraerlas alrededor de su bandera de paz que se basaba simplemente en la amnistía y en un recrudecimiento de la militarización. El reinicio del proceso de paz en función de la tregua y el diálogo, con la reunión en Madrid, es el segundo empujón de Belisario por neutralizar y adormecer al movimiento guerrillero y ganar él un tiempo social y político. Cuando las FARC aceptan hacer una firma de ellos como guerrilla con el gobierno, y hacen una tregua militar -un acuerdo entre fuerzas militares- creando una serie de mecanismos para vigilarla, y se retiran a sus campamentos para cumplir esa tregua, nos quitan capacidad de negociación; lógico: no es lo mismo negociar con cuatro organizaciones guerrilleras que con una. Belisario piensa que con ello nos obliga a acogernos a esa tregua. Su idea, la de López Michelsen, el propio García Márquez, Landazábal y Matamoros, es que la fuerza militar del M-19 está disminuida aunque su capacidad política sea inmensa, superior a la de las otras organizaciones guerrilleras. Por lo tanto, no era sino crear un hecho político para que nosotros no pudiéramos ir contra él; y al mismo tiempo, si no nos acogíamos, aplastarnos militarmente. El nivel que habíamos logrado en Madrid, las FARC lo regala y lo vuelve mierda, dándole nuevas armas a Belisario. Por ejemplo, se llega a casos como éste: nosotros no aceptamos a la Comisión de Paz como autoridad para negociar la firma; la aceptábamos como un elemento positivo en un clima de negociación y de vigilancia de los esfuerzos por la paz. Exigíamos que el diálogo fuera directo, como ya lo habíamos hecho en Madrid, y mientras estábamos negociando directamente con Belisario, a través de Bernardo Ramírez, la Comisión de Paz servía como elemento político. Sin embargo, ésta empezó a ofrecerle al EPL toda suerte de garantías con tal de que firmara primero que nosotros y distinto a nosotros. También querían ir rutinizando a la opinión pública, ir bajando el nivel de la negociación, el nivel de exigencias, etc.
Cuando la toma de Florencia, Belisario ya empieza a pensar diferente. Además lo dijimos sin rodeos: no vamos a firmar en las condiciones que aceptaron las FARC, y sin el M-19 no hay paz en Colombia; y el M-19 no firma, si no firma el pueblo mediante el mecanismo del Diálogo Nacional.
Aún así, lo de La Uribe creó un clima. Tal vez ellos pensaron que nuestra actitud iba a ser la misma: una guerrilla que se reúne con el gobierno, la prensa, habla, y no más. Y resultó que ni la actitud del pueblo ni la actitud nuestra fue ésa. Por eso nos quedamos en Corinto; y cuanto hacemos después de la firma, es el desarrollo de eso. Y por eso el gobierno saca la mano y ya no sabe qué hacer. Llama todos los días a ver cuándo nos vamos... Y nosotros le decimos, bueno, después de la Hora Cero. Yo hablo todos los días con el Palacio presidencial; me dicen que la cosa se está poniendo dura y que se está hablando de golpe de estado... En plena Hora Cero, Bernardo Ramírez nos está acusando telefónicamente de haber roto los acuerdos porque fuimos a Florida, porque lanzamos la emisión de Radio Macondo, porque en Hobo hay un "mierdero" y en Corinto Otro.
Y es que ya se había creado un hecho nuevo. Todos éramos conscientes de eso. Era consciente Belisario del peligro que significaba, de que pasó algo que no previno. Por eso su discurso: en vez de ser un discurso de victoria, como lo- había prometido -a mi me lo había mandado decir- es el de un tipo pidiéndole excusas a los terratenientes y a la burguesía de este país por haber firmado con nosotros. ¡Compárelo con el de La Uribe! Rebaja el hecho, justifica la firma en base a la política de Turbay, le dice a la burguesía "firmamos pero no cedimos nada”, el estado sigue intacto, lo hemos hecho para defender la propiedad de ustedes... No es ya el Belisario que ha echado para adelante su proyecto de paz, su bandera de paz, con base en los postulados democráticos que planteó el 7 de agosto, cuando subió a la Presidencia...tan se dió cuenta de que estaba ante un hecho diferente, que se puso a la defensiva.
Tan se da cuenta el ejército de que está pasando otra cosa, que intenta el golpe. Y el objetivo central del golpe, es Corinto. Fíjese que los golpistas son el Director de la Policía; el Director de la Escuela Militar -eso implica Bogotá- y los mandos de la III División, la de Cali.
Por eso Belisario no aparece como el triunfador, por eso pide disculpas por lo que ha hecho, y por eso no manda a nadie al acto de le Hora Cero, ni del gobierno, ni de la Comisión de Paz. Es que ya estaba naciendo otra realidad en este país y ellos no cabían o no querían caber. Esto, cuando diez días antes se estaban disputando por venir. A nivel popular, todo. Pero del otro lado, nadie. El silencio de la prensa es impresionante.
Ya habían empezado, desde el día siguiente de la firma, los militares, los gremios y la gran prensa, a protestar. Por ejemplo, un editorial de El Tiempo del 25 de agosto acusa a RCN -que cubrió todos los acontecimientos del día anterior- de estar apoyando al M-19; el ejército acusa a Bernardo Ramírez de ser la cuota del M-19 en el gabinete; los editoriales de la prensa de occidente -de toda esta burguesía vallecaucana botan candela. Hay una situación de histeria, de golpe de estado, de un Presidente que está pidiendo excusas.
Uno se pregunta por qué. ¿Porque hay quinientos guerrilleros haciendo una fiesta en Corinto, una "aldea perdida”? cuatro años estuvimos hablando del Diálogo Nacional, el gobierno llega a aceptarlo como parte fundamental del acuerdo, los sectores que lo apoyan, aplauden, y a los tres días todo el mundo dice que los del M-19 hemos metido un mico con lo del Diálogo Nacional. No hay periódico en el país que no haya dicho que la vida republicana está en juego. Otro tanto ocurre a nivel institucional: el Congreso, en contra del Diálogo Nacional; el Consejo Episcopal, también... Hay un intento de golpe militar. Y en Corinto Sigue le fiesta.
¿Será eso suficiente motivo? El problema no es que nos quedáramos por nueve días, ni siquiera que la zona donde estábamos hubiera sido el escenario de los combates previos. Es que por primera vez en este país la paz era definitivamente del pueblo. Y eso representa un cambio muy grande.
Todos esos sectores que se le midieron al proceso -periódicos como El Espectador que con sus altibajos llegaron hasta la firma-, a los tres días estaban diciendo que lo que se había firmado era un ataque a la Constitución, a la democracia y a la vida republicana de 150 años. Durante cuatro años estuvimos hablando del diálogo Nacional, el gobierno llega a aceptarlo como parte fundamental del acuerdo, los sectores que lo apoyan, apláuden , y a los tres días todo el mundo dice que los del M-19 hemos metido un mico con lo del Dialogo Nacional. No hay periódico en el país que no haya dicho que la vida republicana está en juego. Otro tanto ocurre a nivel institucional: el Congreso, en contra del Dialogo Nacional; el Consejo Episcopal, también…Hay un intento de golpe militar. Y en Corinto sigue la fiesta
Lo impresionante es que llegamos a un acuerdo, a una tregua -es decir, que ni nosotros ni el ejército vamos a realizar operaciones ofensivas- para dar el paso al Diálogo Nacional, y firmamos esa tregua, y el grito unánime de los que han mantenido el poder en Colombia es que tantos años de democracia y vida republicana están en peligro. Durante todos esos días ni siquiera el énfasis estuvo en las armas, no decían que nos estábamos fortaleciendo sino que se había quebrado la vida democrática en Colombia. Y mezclaban todo: desde que estuviéramos en Corinto, de que nos estuviéramos comunicando por TELECOM, desde que hubiéramos durado tantos días ahí, hasta el problema del Diálogo. ¡Todo mezclado! Es decir, se había acabado este país. Claro que no se había acabado; lo que es el país que ellos han manejado ¡Se hundió! Se rompieron una serie de hilos, de mentalidades muy berracas.
Aun aceptando que existe un clima nacional alrededor de la firma, ello no explica la histeria de la clase gobernante. ¿Por qué el temor? ¿Cuál es en concreto la amenaza a la institucionalidad?
Lo que hay que valorar es esto, aunque los hechos sean insignificantes, pueblerinos, es que está tocando fibras raíces de la historia nacional; más que todo, se está respondiendo de manera distinta a lo que ha sido tradicional en este país.
Qué está pasando cuando a uno le dice el presidente de una central obrera: “Si yo peleo estos puntos de las cuatro centrales, nos da para un paro cívico, pero si me sumo al Diálogo, y me sumo a ustedes, esto va para una guerra y la guerra se gana" Estamos hablando de Bogotá y de las centrales obreras... Imagínese cómo es a nivel de barrio o de vereda: el que se acerca para que le ayudemos a resolver su conflicto con otro; el jornalero del ingenio que nos pide que hablemos con los patronos asegurándonos de que si lo hacemos, se arregla el problema de los salarios; o cuando vienen los hacendados a darnos vacas, a darnos carne para alimentar por un mes a toda la guerrilla, y les decimos: "Miren, no queremos eso, más bien hablemos del problema, del salario mínimo, de la situación de analfabetismo e insalubridad de sus empleados"... Y el capitán del ejército que nos propone hablar, pero al escondido: vamos a una cantina -"ustedes van dos y nosotros vamos dos"- y se habla.
El detalle muestra lo que se está dando en el país. Porque se da en pequeño y en grande. Hay que valorar cada hecho: el que venga una familia a entregarnos a sus hijos; que el viejo guerrillero liberal nos diga, "oigan, todavía tengo enterrados veinte fierros” que un curso completo de un colegio se nos presente y nos diga: "Nos vamos con ustedes"; que pongamos un letrero -"se reciben inscripciones de ocho a diez" –para quitarnos de encima el lío de los papelitos que cada uno guarda en el bolsillo con los datos de toda la gente que se quiere vincular al M-19, y al poner el cartel se forma una cola de quinientas personas que hace mucho estorbo; y entonces ya toca sacar la mesa a la plaza, y es una fila de tres mil.
¿Cuando en Colombia se han inscrito en un sólo municipio y en un día tres mil personas a un movimiento político? Y en Hobo hicieron lo mismo y fueron 2.800 personas. Y en Florida se hizo sin estar la guerrilla presente, y fueron dos mil y pico. Nunca ha habido tal avalancha, ni para la guerra, ni para la paz, ni para lo político, ni para la militar en Colombia.
Lo interesante no es cómo nos estamos sintiendo nosotros como M. Pero fíjese: hace cinco años la escogencia de los hombres lo hacíamos de uno, de cinco, de diez; comparar eso con lo que estamos viviendo ahora no tiene sentido, porque no es eso. Lo que cambió fue el país. El impacto no es el guerrillero nuestro; lo más importante no es que estemos ahora más afianzados, más firmes, con más convicción. Lo importante es que el país se estremeció: hay un nuevo hecho, un nuevo clima. Cuando una ciudad como Bucaramanga, sin tregua, tras el asesinato de un dirigente como Toledo, se lanza a las calles a pedir venganza, y no hacen ese cálculo sencillo de que si matan a un dirigente, qué tal la base; y se lanzan a gritar, en plenos combates de Yumbo... O qué tal lo de Florencia: manifestaciones en plena toma, con semejante abaleo...
Entonces, de verdad ese clima de todo un país que se metía al ejército libertador se empieza a vivir otra vez. Y vuelve, vuelve Colombia a vivir esos periodos masivos, populares que nos negó la historia, que, nos negamos nosotros mismos, y que la oligarquía nos congeló. Oiga, es que ver llegar a guerrilleros liberales, ver llegar viejos anapistas que nos dicen, “las banderas anapistas vuelven a reverdecer en manos de ustedes"... Viene esa generación, pero también los pelados de quince, dieciséis años, los artistas del pueblo y gente como la que hizo la Marcha de la Paz, o los artistas que organizaron la jornada nacional, dos días después de la firma, los maestros, el dirigente sindical, el dirigente popular, el astro del fútbol, como Willington Ortiz, y los curas y los evangélicos, a bendecirnos.
Lo otro es el "desorden". Antes de la vaina del acuerdo, hicimos una reunión para discutir el punto del Diálogo Nacional, con Bernardo Ramírez, Horacio Serpa, Alvaro Leyva -es decir, dirección liberal, dirección conservadora, parlamento- y John Agudelo, de la Comisión de Paz. Ellos decían: "SI, el Diálogo está bien pero no vayan a creer que esto es la democracia griega: en una plaza pública la democracia directa. ¿O es que piensan meter en la plaza de toros o en la plaza de Bolívar a todo el país a hablar al mismo tiempo de todos los problemas? ¿Y qué cualquier tipo, sin saber nada, puede decir cuál es la solución de los problemas? ¿Cómo van a poner a los terratenientes y a los de la ANUC a hablar sobre la cuestión agraria? Hagamos de todo, hagamos las comisiones para que sea eficaz, y hagamos las reformas, pero ese desorden no".
A mí me sorprendió por qué insistían en esto del desorden. En ese momento no pensaban ni les importaba que el Diálogo quebrara la vaina del Congreso o las instituciones (de hecho estaban aceptando que la democracia en Colombia no cabía en el sistema bipartidista); les preocupaba era el "desorden", es decir, que todo el mundo hablara. Y en Corinto lo que hubo fue un, desorden el hijueputa: ¡todo el mundo hablaba! Y todo funcionaba en correspondencia. Por ejemplo, el impuesto para comprar las escobas y mantener limpios los lugares públicos, se les puso fue a los fotógrafos; la ley seca era para los guerrilleros, no para la población... Ese era el "desorden"
La gente de Corinto lo dijo más claro que nosotros; decían: cuándo se ha visto un pueblo, del tamaño de Corinto, en el que esté funcionando el banco o la caja agraria, en el que haya fiesta permanente por nueve días, sin policía, y que no se presenten robos, ni hechos desangre...
El Valle no volverá a ser nunca, políticamente, lo que ha sido hasta ahora; los partidos tradicionales no volverán a Imponerse. Fíjese, ésos eran sectores que hasta la firma estaban con nosotros; todos los sectores políticos de Cali y Popayán mandaron delegados a la firma; hablaban y ofrecían, y “todos vamos para el diálogo"; toda esa carreta. Pero cuando Pizarro e Iván van a Florida, sin ninguna preparación, y les sale tamaña manifestación...hasta ahí llegaron los políticos con nosotros: no más.
Un paréntesis, porque vale contar por qué fuimos a Florida, ya que ese fue otro motivo de escándalo. Cuando la policía salió de Florida, a raíz de la emboscada contra Pizarro, la gente se rebotó: todo el mundo decía que era del M-19. ¡Rebotado el pueblo! Además, empezaron a haber muchos asaltos por las noches; eran diez hampones con máscara y una escopeta -que ni siquiera era escopeta, sino un palo- que asaltaban los graneros y se llevaban diez, quince mil pesos. Les propusimos a los de Florida que hicieran una guardia cívica por la noche, mientras llegaba la policía, pero seguían atracando. Entonces mandamos una patrulla de ocho compañeros por la noche, para darle la vuelta al pueblo, y asustar a los ladrones. Eso no estaba muy dentro del acuerdo, pero era el problema de toda una población que nos estaba demandando ayuda. Con eso se calmó la cosa pero siguió el rebote: que ya vienen los del M que no vienen, en fin, rebote completo. Y se empezó a de que los de Florida o se venían para Corinto o se iban para Cali. Si no íbamos, seguía ese rebote: manifestaciones, mítines, jodas… Entonces fuimos a calmar a la gente.
Increíble...y se dio lo que se dio: nunca se había llenado esa plaza así. Los gamonales del Valle se dieron cuenta que la guerrilla ya no es el problema de la seguridad, del secuestro, del poder a largo plazo, sino que la guerrilla es parte de un movimiento político en este país que viene a disputarles sus adherencias -su electorado cautivo-que es una guerrilla con opinión nacional, como guerrilla y como propuesta política, juntico. Ese es el famoso "desorden".
Para la oligarquía el desorden es que la gente hable, que no haya habido un sólo robo ni un sólo hecho de sangre, ni una sola petición de dinero por parte de la guerrilla; en cambio, la alegría, las manifestaciones, la fiesta...
No aceptamos ni una sola vaca, ni un toro. Invitábamos a quienes nos hacían esos ofrecimientos a que charláramos sus trabajadores, ellos, nosotros, todos alrededor de la misma mesa. Pero eso no era lo que querían; hubieran preferido sacrificar parte de su ganado -de todas maneras están acostumbrados, porque ésa ha sido la tradición de algunas organizaciones guerrilleras- pues es más peligroso que la gente hable.
En alguna conferencia del M-19 decíamos hace algunos años: si logramos combinar los paros cívicos, el movimiento democrático y el movimiento guerrillero, estaremos resolviendo la ecuación del poder. Si cuadramos ese rompecabezas... Y yo pienso que ese rompecabezas se cuadré ahí, en Corinto, en la firma. Falta convertir todo eso en fuerza militar, nos falta movilizar a veinte millones de colombianos, vencer a una oligarquía que es dura; pero el cómo hacerlo ya está resuelto y se vio ahí. Y más que el cómo hacerlo, vimos que el país lo está pidiendo.
Explíqueme eso del rompecabezas, es decir, los factores que hicieron que cuajara en la firma esa perspectiva de triunfo.
Primero, hay un movimiento nacional con fuerza militar que de verdad va para adelante por la paz. En estos años se logró ese entronque. Ello colocó el problema de la paz como un problema de poder en este país, y las fuerzas que se estaban enfrentando son fuerzas estratégicas. Es decir, ya no es un movimiento guerrillero que en cuanto tal hace una tregua. Lo que se dio en Corinto es la expresión física, en un pueblo, de lo que se dio en todo el país: es un sentimiento nacional que en un momento concreto, con unas banderas concretas, en una situación social y política de crisis económica de necesidad de paz de justicia, se abraza, baila, e intercambia las armas -para la fotografía y para la firma y para la historia- con el movimiento guerrillero
Segundo esta el salto de la guerrilla colombiana, a una nueva concepción, a una nueva manera de hacer la guerra para ganarla: lo vemos en Florencia, en Corinto, en Yumbo en Miranda, en Bogotá, en Barranquilla, en Bucaramanga. El accionar del M-19, tanto en sus comandos rurales como urbanos, es distinto, y la gente sabe que un grupo que combate y se queda ahí, le da fuerza. Si se quiere, volvemos a colocar la situación del país en lo que no concluyó con la guerrilla liberal, es como si volviéramos 25 o 30 años atrás, no en el sentido de retroceso sino de avance en espiral
En aquellos tiempos fue el fenómeno de la violencia desde arriba pero también el de la insurgencia desde abajo. Y ésta puso en jaque al ejército colombiano.
Cuando esa guerrilla campesina empieza a desprenderse de la dirección de los dos partidos, cuando empieza a manejar una nueva concepción y otras lealtades políticas, cuando cada guerrillero empieza a plantearse el problema del poder por fuera de la dirección de los des partidos y cuando está demostrado su eficacia militar contra el ejército, la oligarquía colombiana es tan hábil que le da el poder a Rojas Pinilla para que acabe con eso. El punto peligroso es el ascenso de la eficacia militar de la guerrilla y su desprendimiento de los dos partidos para crear un nuevo hecho. La oligarquía evade el enfrentamiento y pone a un militar que o tiene partido a que haga la Paz. Y la dictadura de rojas arregla ese problema. Los partidos después firman el acuerdo bipartidista: no más disputas entre ellos y solidificar un sistema común de lealtades, que es el Frente Nacional.
Se acaba el Frente Nacional pero continúa de alguna manera. ¿Y con qué llega Belisario? Can la paz y con un Movimiento Nacional por fuera de los dos partidas. Otra vez... Enfrentado con una guerrilla en ascenso. Otra vez... Otra vez, como si se estuviera repitiendo los mismos fenómenos pero a un nuevo nivel.
Ahora se vuelve a dar un ascenso del movimiento guerrillero, en calidad y en eficacia, y la guerrilla pasa a ser eso que se perdió con los guerrilleros liberales. Tiene capacidad ofensiva, capacidad de buscar al enemigo, capacidad de producir combates grandes, capacidad de aniquilar las fuerzas del enemigo, capacidad de convenirse en ejército guerrillero y popular. Todo esto en un momento de la crisis de los partidos en el que surge una aposición política que empieza a engarzarse con ese movimiento guerrillero.
El tercer elemento es que la paz ya no tiene un contenido meramente político, como hace treinta años -evitar la violencia entra liberales y conservadores- sino es la Paz social. Por eso es bandera nuestra, del pueblo. Porque esta Oligarquía ya no tiene capacidad de darle una salida democrática a la crisis.
Estos elementos, la paz social, un movimiento de oposición democrático y el engarce con un movimiento guerrillero diferente, vuelve a retomar el hilo donde se había quedado. La que acabó el gobierno de Rojas, lo que congeló el Frente Nacional, eso que intentó el MRL, Camilo Torres, la ANAPO, esa corriente histórica popular que nunca ha cabido en ningún molde bipartidista en Colombia -que cuando ve posibilidades de triunfo se expresa con berraquera pero que siempre ha sido truncada, desorientada, engañada o traicionada- esta vez vuelve a encontrarse. Se encuentra la justicia, la democracia, la oposición, las ganas de ser gobierno, y una fuerza militar capaz de asegurar el triunfo.
Son los elementos que coinciden en un mismo momento, el de la firma, para producir hechos que evidencian una realidad nueva. Es lo que crea el pánico entre toda esa gente: los dos partidos, el parlamento, la gran prensa, el Presidente, los gremios, los arzobispos, los militares. La historia tiene esos momentos en los que todo se acumula y aquí se vio en tres días. Es una corriente que viene, y que da inicio a un nuevo periodo. ¡En Colombia empezó una nueva vida! Empezó para nosotros, empezó para el pueblo y empezó para la oligarquía.
¿Cómo se materializan esos factores en la negociación del M-19 con el gobierno y en el logro del acuerdo concreto?
Lo interesante de la negociación es, fuera de una seria de posibilidades que uno tiene de ver en acción a los sectores en el poder, cómo reacciona cada sector social o político. Lo básico, sin embargo, es una decisión tomada sobre qué tipo de acuerdos teníamos que buscar. Segundo, éramos conscientes de que luchábamos por una tregua entre dos bloques históricos que nos aceptábamos mutuamente como tales y estábamos dispuestos a negociar. Y tercero, sabíamos que éramos una fuerza en ascenso, es decir, que esos dos bloques que estaban negociando no eran estáticos, ni valían lo mismo, independientemente de su tamaño o poder; entonces, cada negociación significaba un paso adelante. Cuarto, lo de siempre: que somos una organización político militar; por eso no podía haber una negociación política y, aparte, una militar.
El gobierno por su lado, cuidaba tres factores fundamentales: primero, y en eso eran insistentes, en que no podía quedar en el acuerdo nada que pareciera un ultimátum; ellos bregaron a que los términos fueran formulados como petición y nosotros peleamos porque se presentaran como consenso: “Acordamos...", "NOS ponemos de acuerdo en..." En segunda lugar, no herir susceptibilidades de las Fuerzas Armadas; eso era de consenso mutuo. Y el tercer cuidado de ellos era sobre las formas democráticas. Pero pienso que ellos no eran muy conscientes sobre qué juego de sectores y sobre qué clima nacional se estaba montando la cosa.
Esta última etapa de negociaciones arrancó con la reunión de Madrid, en octubre de 1983, que fue la culminación de un periodo de luchas político-militares encaminadas a empujar la propuesta de paz lanzada desde la toma de la embajada dominicana en 1980.
La propuesta de la reunión llegó a través de García Márquez. Ya habíamos tenido un encuentro López Michelsen, Gabo y yo. A ellos los había enviado Belisario, para precisar puntos acerca de un documento de convocatoria al Diálogo Nacional que habíamos difundido en esa época; como hecho nuevo, estábamos planteando no que al ejército se retirare de las zonas, sino una desmilitarización de la vida civil. Además querían conocer nuestra posición después de la muerte de Pablo. Sentían temor; pensaban que era mejor negociar con Bateman porque lo conocían y no sabían quién lo había reemplazado; segundo, pensaban que Bateman era capaz de amarrar al movimiento guerrillero para negociar en conjunto y por otra parte especulaban …sobre una posible dispersión al interior del M. y tercero, dudaban de nuestra vocación de paz.
El Presidente mandó decir que si estábamos dispuestos a una entrevista privada fuera del país. Nosotros contestemos que no estábamos interesados en una entrevista privada, sino pública, y en el territorio nacional; que en cualquier parte de Colombia la podíamos hacer en 72 horas, y que si insistía en hacerla por fuera, estaríamos listos en quince días; que obviamente iríamos, para concretar una futura entrevista pública, y que no negociaríamos nada en privado
Esta última condición fue aceptada y nos pusieron una entrevista en México con Bernardo Ramírez, a comienzos de octubre. La reunión ahí fue para montar los mecanismos del encuentro en Madrid. Ya en Madrid, cuando salimos de la entrevista. Belisario tenía montado el show propagandístico. Entonces le dijimos: “No señor, si quiere una entrevista pública vámonos Juntos para Colombia". Y nos negamos a hacer declaraciones porque el Presidente quiso hacer de lo de Madrid el gran gesto de paz y ahí solo habíamos llegado a un acuerdo de reunirnos públicamente las cuatro organizaciones guerrilleras con el gobierno, además de haber establecido un contacto en Bogotá
Belisario venía de un triunfo en Naciones Unidas, iba a recibir el Premio Príncipe de Asturias y en ese momento él estaba en función de la política de Contadora. Entonces, prestarnos a ese show era afianzarlo en su política internacional de paz pero ocultando la realidad interna de Colombia, un país en guerra
Lo de Madrid es un hecho en verdad berraco. Pienso que facilitó el desarrollo de las conversaciones posteriores porque ahí se vencen varios obstáculos claves.
Primero, Belisario fue capaz -y eso hay que abonárselo- de plantear el reto de negociar a esta oligarquía y al ejército; segundo, por primera vez nos medimos: si de verdad había honestidad de lado y lado; fue romper el clima de nunca hablar, de no saber cómo es el otro y hasta dónde quiere llegar; había sentido de la lealtad, había sentido del realismo. Y el tercer elemento es que cada uno fue con su fuerza y su dignidad, y nosotros mostramos -tanto ahí en Madrid, como frente a la opinión pública- que nadie se iba a entregar.
La reunión de Madrid creó un momento político excepcional que se dañó fundamentalmente por la actitud de las FARC. No se continúo, no se desarrolló y no se le sacó todo el jugo posible porque, por su propio ritmo y su propia visión hacia dentro; las FARC quisieron negociar a solas: y no sólo negociar distinto, sino bajarle el nivel a la negociación. En el acuerdo con ellos -en abril del 83- habíamos decidido unir fuerzas por la tregua y el diálogo, para abrir caminos de paz en Colombia. Además, habíamos quedado en que buscaríamos el diálogo directo con el Presidente. Ellos ya habían iniciado conversaciones con la Comisión de Paz. Aún más, cuando recibimos la propuesta de la reunión con Belisario, le planteamos a las FARC si querían mandar una razón concreta, pero no lo hicieron.
El acuerdo con las FARC nos quitó el piso concreto de la negociación por un rato. El gobierno pretendía meternos en ese acuerdo entre guerrilla y gobierno que no daba lugar a nuevas realidades. Sin embargo, en Florencia respondimos y reafirmamos nuestra decisión de hacer un acuerdo, pero lleno de pueblo, que significara un avance completo, palpable, en el proceso democratizador. Cuando el ejército informó que en Florencia nos habían derrotado, al gobierno no quiso avanzar en la negociación, pero pocos días más tarde, al conocer la verdad -que la columna de Boris había salido triunfante del cerco con dos bajas, y lo más significativo, la respuesta tan berraca de la población de Florencia, que siguió el combate después de la salida de la guerrilla- el gobierno plantea regresar a la negociación.
En realidad, la discusión sobre el contenido del acuerdo no tiene misterio. Ellos hicieron una propuesta; nosotros respondimos con una contrapropuesta elevada, y negociamos. Después se discutió eso con el EPL y ellos aceptaron. Terminamos de arreglar el documento Bernardo Ramírez y yo, y nos reunimos la Comisión de Paz, el EPL, Bernardo, Jaime Castro y nosotros. Ahí lo aprobamos...y se archiva hasta después de Florencia.
La participación del EPL fue muy importante en todo esto porque imprimió fuerza en la negociación. No es sólo un problema de cantidad, de adición de fuerzas; sino una muestra de la voluntad del conjunto del movimiento guerrillero por la paz, de la cual obviamente no se excluyen las FARC. Además, está la actitud unitaria de los compañeros del EPL. Por una parte, ellos aceptaron que yo los representara en las conversaciones, con base en la confianza mutua de que íbamos juntos hacia ese acuerdo de tregua y diálogo. Por otra parte, logramos avances concretos de unidad de acción. Este es un salto grande en la historia del movimiento guerrillero en Colombia, y crea bases para una coordinación más sólida y permanente.
Bueno: está el acuerdo pero la pelea grande viene al discutir las condiciones: la fecha, los sitios, las zonas por desmilitarizar, los tiempos...Ahí está contenida gran parte de la significación porque, además del acuerdo, era importante cómo legábamos a él.
A medida que sigue la negociación sobre las condiciones, y por otro lado sigue la guerra, empieza Belisario a echarse para atrás. A medida que se agudiza el choque político-militar el tipo va para abajo, hasta que se llega al acuerdo. Y la Hora Cero ni aparece. ¿Qué le va recortando el espacio a Belisario? El conflicto social que se le agrave, los problemas que tiene con los sectores políticos y el choque militar.
Pero el compromiso era concreto: el gobierno había aceptado que estábamos en guerra y que se combatiría hasta el último segundo. Me dice Bernardo Ramírez: “El ejército se emplea a fondo y ustedes se emplean a fondo”. Incluso decimos en aquel momento que el combate será hasta la Hora Cero. Ya después acordamos, pocos días antes de la firma, mediante un pacto de honor, suspender operaciones. Pero cuando la negociación se pone muy dura, me plantea Bernardo que bajemos el accionar en las ciudades, que no haya otro Florencia... Yo contesto que sobre la lucha en el campo no negociamos nada, y en las ciudades todo depende de cómo se ponga la cosa en el campo. Ellos aceptan que todo enfrentamiento es válido y que no se romperá la negociación. Y claro, cada uno manejaba esa situación en público de una manera distinta. El gobierno sólo se refería a la carreta de la paz, mientras nosotros decíamos lo que estaba pasando, que se estaban recrudeciendo las ofensivas militares.
No obstante, hay hechos que los emputan. Por ejemplo, lo del Bogotano -cuando nos tomamos las instalaciones del vespertino e hicimos publicar nuestra propuesta de paz-, más una serie de acciones de comandos. También plantean lo de los secuestros. Ellos piensan que tenemos un secuestrado. Viene Bernardo Ramírez un día y me dice: Venga aparte y hablemos da una cosa muy seria. Hay un poco de secuestrados y uno en particular..." Y ¡chan! Me suelta la vaina: que ojalá lo liberen. Y sigue: "Pongámonos de acuerdo en esto: que antes de la firma no secuestran a nadie más. Ye le digo, "en primer lugar, no tenemos a nadie y segundo, nosotros no secuestramos a tipos que no quieren pagar " La gente sabía que venía la firma y que uno de los compromisos era pagar los secuestros; por eso nadie quería pagar; todo el mundo ya estaba jugándose la carta política. Parece que el gobierno temía por la vida del tipo en cuestión porque había por ahí alguna amenaza, y querían saber quien lo tenía "mire -le dije- nosotros no ejecutamos a nadie: porque si el tipo no paga teniendo plata, y se mantiene en su cuento de que no la tiene, entonces es más vivo que nosotros y merece su libertad. Y si no tiene plata y los brutos hemos sido nosotros, por brutos tenemos que soltarlo..." el me contestó: "No ve hijueputa, con ustedes sí se puede hablar".
Pero a medida que se recrudece el traqueteo, a medida que sufren derrotas los militares, éstos se endurecen y están dispuestos a dar menos. Matamoros lo dice de frente, refiriéndose a que no habrá publicidad para Ia guerrilla en ningún municipio.
No obstante, para el 28 de abril, tenemos todo arreglado. Era un momento posible: había habido accionar de todas las estructuras de la organización y el momento social era clave. Pero viene lo de Rodrigo Lara y se produce una avalancha derechista y una histeria la hijueputa. Eso nos quita clima nacional, por un lado, y endurece a la oligarquía por el otro; además, Belisario se echa para atrás y se afianzan los militares. Cuando imponen el estado de sitio, la negociación se rompe y a García Márquez le toca volver a establecerla.
Nosotros perdemos el momento político-militar de haber culminado una ofensiva y toca volver a armar otra, con el EPL, el Frente Sur y el Occidental. Había que proseguir la negociación y llegar al acuerdo con fuerza.
Al reestablecerse el contacto, se decide tener todo listo para el 20 de julio, pero toca estirar esa fecha. Belisario, al no ver el acuerdo en el bolsillo para presentarle un hecho cumplido a las cámaras, manda buscarme por toda parte con dos razones concretas: primera, que va a lanzar la Comisión de Diálogo y que si algún nombre se le pasa, después lo incluimos. Y segundo, que suspendamos ya operaciones de lado y lado. Me pide una respuesta para dos horas. Le mando decir que nombre la comisión que quiera y después miramos los nombres. Y que el cese de operaciones es un problema de estados mayores: que yo tendría que ir a las zonas de conflicto, y que como están militarizadas no podré entrar; entonces, le propongo que vayamos con la Comisión, oficialmente. Esto último no lo acepta pero, en todo caso, el 24 de julio crea un hecho significativo nombrando a la Comisión.
El documento estaba discutido con los jefes del parlamento, los dos partidos, la iglesia, la Comisión de Paz, el gobierno, y nosotros, obviamente. A ellos se les muestra el borrador del documento para que lo aprueben. En la discusión del documento no intervinieron directamente los militares -supongo que Belisario había llegado a un consenso con ellos- pero sobre la decisión de los términos concretos de sitios, tiempos, condiciones militares del área, y delegados nuestros al diálogo, intervienen directamente. A veces a ellos les tocaba llamar a Matamoros para hacerle alguna consulta. Hasta que llega el momento en que coinciden Belisario y los altos mandos.
¿Cuándo se rompe un poco la alianza entre ellos? Con lo de San Francisco. Eso es tan burdo...Supongamos que haya sido una confusión lo del choque concreto; pero la actitud de los mandos en la brigada de Cali y de Bogotá, ya empezado el combate, es de insubordinación frente a Belisario. Cuando Bernardo llega a San Francisco y ve el ejército ahí, vuelve a Cali para transmitir las órdenes presidenciales dé que el ejército se retire, y los mandos no aceptan. Eso es lo que va después a consejo de ministros...Son los mismos que intentan dar el golpe después de la firma de Corinto.
Después de San Francisco es el asesinato de Toledo y la toma de Yumbo. En realidad los momentos claves de la negociación son desde la muerte de Toledo hasta la firma del acuerdo. Porque ahí fue cuando se definieron de verdad las condiciones, el cómo llegaríamos a la firma, sometidos todos e presiones muy barracas. Pretendieron debilitamos o impedirnos llegar asesinando a Carlos, y con Yumbo demostramos que no había derrota, que estábamos decididos a llegar con honor, con iniciativa, con empuje y con tuerza victoriosa. Y logramos hacer aprobar Corinto y Hobo para la firma y la desmilitarización de esas zonas.
Paralelo a la negociación con el gobierno, hablamos con cada sector político y social para que propusieran su representante en la Comisión de Diálogo. Y ya nombrados, era una carrera desesperada entre el gobierno y nosotros, a ver quién hablaba primero con los miembros de la Comisión.
Se habló con todo el mundo: desde Guillermo Cano, Gómez Hurtado, López Michelsen -con él he tenido como doce reuniones-, y el procurador, hasta con los sectores obreros y populares, la prensa, las artistas, etc.
Este proceso de negociación no tiene lo espectacular de lo de la embajada dominicana pero si la importancia de que por primera vez estamos amarrando cosas, en un proceso de negociación, con todos los sectores vivos del país. Por eso Corinto y El Hobo no son hechos en un par de pueblos. Los sectores fundamentales de este país saben, para miedo o para alegría, pero saben lo que estamos buscando.
Conociendo los antecedentes de la negociación, uno se pregunta por qué uno de los “protagonistas” de la celebración, el acuerdo mismo, ocupa un lugar tan secundario en todos los eventos que se dieron alrededor do la firma.
El acuerdo es como el florero de llorente, las capitulaciones que firmó Galán, el edicto que se rompió en Socorro...Porque ese documento resume todo, nos muestra la disputa fundamental, el problema central de este país sin más mediaciones: el problema de la paz. Y por ello dio paso a otra realidad, y nadie volvió a pensar en él.
Colombia es un país de cien años de guerra. ¡O más! Las primeras guerras fueron entre los dos partidos, en el siglo pasado para negociar siempre entre ellos. Después vino la guerra de los Mil Días, y después la Violencia, cuando se da ese fenómeno de insurgencia popular armada con capacidad ofensiva, de vencimiento militar al ejército contrario. La guerrilla logra eso por muchos factores: es una guerrilla popular que inicialmente buscaba defender la vida, más tarde ya defender sus lealtades políticas, pero después tiende a ver que esa fuerza significa otra cosa. En los sesenta viene la guerrilla revolucionaria, con objetivos revolucionarios frente al poder, pero esa es una guerra que no arregla las cosas.
Yo digo que lo único que justifica hacer una guerra en un país es terminarla pronto; no se le puede imponer a una nación años y años de guerra para nada. ¿Por qué? Porque las fuerzas populares empiezan a perder posibilidades, y empieza a pensarse aquello de que la guerrilla es inútil, ineficaz, que nunca va a vencer al ejército, lo cual se refleja en expresiones como "por fin se dieron cuenta de que por ahí no es el camino"
En Colombia hay condiciones para que surjan veinte movimientos guerrilleros más -en el último año han surgido cuatro- y siempre habrá apoyo popular; el mayor desafío se sitúa entonces en el terreno de la eficacia política mediante un accionar político-militar exitoso.
La eficacia de las armas era un aspecto de la paz que estaba en juego; el otro si la paz es ir, cada cuatro años a votar ordenadamente; o si la paz es la justicia, el salario, la reforma social. La paz, con contenido social, por primera vez ha estado en disputa en Colombia frente al movimiento revolucionario.
Nosotros, a raíz de la toma de la embajada dominicana, vinimos a disputarle la bandera de la paz a la oligarquía en su propio terreno. Dijimos, ¿la paz? Bueno, vamos a ver qué es la paz...Y empezamos a agitar la bandera de la paz con contenidos políticos, sociales, económicos, y a meterle fuerza a esos planteamientos materializados en propuestas concretas. Así, el movimiento guerrillero y el M-19 en concreto llega a firmar los acuerdos habiendo demostrado primero, que es posible derrotar al ejército, que la guerrilla no lucha ya por mantener sus fuerzas, por sobrevivir, por seguir otros cuarenta años como fenómeno permanente, sino que busca es un triunfo y es capaz de obtenerlo...Militarmente se llega con eso.
Segundo que la tregua militar es para pensar una paz social, con la participación del pueblo. Hace cinco años decía que era un problema hablar con nosotros, pero ahora ya nadie lo discute porque en cuatro años tuvieron que negociar con nosotros en la embajada, después directamente en Madrid con Betancur, y se negocia con nosotros ahora
Tercero, hoy nadie discute en Colombia que el problema de la paz no es un problema social: hasta hace un año se decía que el problema de la paz era la existencia de un movimiento guerrillero. Ese es in triunfo el berraco, porque estaba en juego si la bandera de la paz es silenciamiento, de rendición y el amansamiento de la guerrilla, si la paz es política, si la paz en Colombia cabe en este régimen político. Y resulta que el problema de la paz no es eso. Una de las grandes verdades que dijo Bateman fue que quien gane en Colombia la bandera le la paz, gana la guerra. Para la oligarquía la paz era la rendición de la guerrilla y el control político sobre los antiguos guerrilleros. Para nosotros la paz era no rendirse la guerrilla y lograr la Justicia social.
¿Qué se ganó en el acuerdo? Primero, que la guerrilla no se rinde, no se amansa Y segundo, que la paz es la justicia social; tuvieron que aceptarlo mediante el Diálogo Nacional
Por eso el acuerdo, si bien es central, también está resolviendo la disputa fundamental. ¿Qué más estaba en juego? Si el movimiento guerrillero era un fenómeno aislado en Colombia. Sobre esto empezó la Charla con Belisario en Madrid. El nos dijo: "Iván, Alvaro, acabemos ya esta guerra que lleva cuarenta años". Le contestamos, "mire, llevamos cuarenta años; esto no nace de la respuesta de venganza de la violencia bipartidista en Colombia, no son sentimientos de venganza los que están destruyendo a Colombia” Todavía se mantenía eso de que la guerrilla era un hecho marginal, aislado: o bien porque se declaraba uno contra el estado y nunca triunfaba, o bien porque era residuo de la violencia bipartidista.
Resulta ahora que la guerrilla en Colombia es -y en eso era impórtame lo del Diálogo- no un fenómeno que se alimenta de sí mismo y negocia para sí mismo, sino la expresión militar de un movimiento nacional. En Colombia hay una oposición que quiere ser gobierno. Y nosotros jugábamos a que el diálogo abriera las compuertas para que se expresara ese movimiento que si existe pero no se expresa; un movimiento político apoyado por una fuerza militar. Y el movimiento político no es el M-19; son las franjas ideológicas y sociales que se mueven alrededor de todas las banderas democráticas y nacionalistas.
El Diálogo en esos acuerdos implicaba entonces la participación popular, la movilización nacional de las diferentes franjas democráticas y nacionalistas. Belisario y sus negociadores no creían en eso: ellos, lo del Diálogo, no lo veían muy concreto.
La oligarquía tiene su propia ideología y niega una serie de fenómenos; no los ve. Ellos pensaron que no existía la oposición democrática. Y resulta que se da una oportunidad -llámese Corinto, Hobo, llámese Diálogo Nacional- y se destapa. Por eso, entonces, lo de la negociación de los acuerdos era clave; cada coma, cada punto, cada frase, cada objetivo que aparece en el acuerdo es peleado. Y cuando se logra, no tiene importancia, porque surge una nueva situación; se logra eso y estalla otra cosa en este país. El documento resume lo que había y lo que estaba en juego, pero apenas se logra, crea una cosa distinta.
Lleras Restrepo dijo que añoraba esa larga fila de guerrilleros del Llano entregando sus armas. Bateman había dicho hace un año que nunca se vería otra vez esa fila de guerrilleros entregando sus armas; para más piedra de Lleras, en Corinto y El Hobo se formó fue una larga hilera de colombianos que querían unirse a nosotros para lo que fuera: o para el desarrollo del movimiento político nuevo, si funciona lo del Dialogo Nacional, o para la guerra. Lleras ve que el eje de todo esto es el movimiento político nacional, es la fuerza militar y son ambas cosas.
Las dos piedras fundamentales con que se ha mantenido el Estado colombiano -el bipartidismo oligárquico y las fuerzas Armadas- en cualquier hecho de Corinto lo ves quebrado. Eso de la inscripción: a ver qué partido tiene en 24 horas siete mil adherentes en tres ciudades, o pequeñas aldeas. Y ganaremos, no por el número, sino porque la propuesta como hecho político, puede derrotar a la oligarquía ya que ésta no tiene salidas frente al problema de la paz. Y si es por la guerra, también ganamos, porque ya se ha probado en este último año, que podemos derrotar a la contraguerrilla.
Entonces por eso tienen susto los editorialistas, los partidos, los señores del senado, la gran prensa. Y por eso el vacío informativo tan berraco. Ahora dicen algunos di
¿Qué se decía siempre? Había dos esquemas: uno era que para hacer política se necesita tener el presupuesto oficial, el clientelismo, un aparato político, y políticos profesionales; por otra parte, está la idea de la izquierda tradicional de que hacer política es juntar alrededor de su propio grupito cinco personas más, o veinte voticos más cada dos años. Esos son esquemas para hacer política. El otro esquema es sobre lo militar: que guerrilla que no combate se muere.
La oligarquía nos quería coger en una doble tenaza: según sus cálculos, si nos lanzábamos a hacer política, no contaríamos con los elementos necesarios (era el reto que nos lanzaba El Tiempo el día de la firma, porque no había visto lo que pasaba en Corinto); y en términos de la guerra que como no combatiríamos, moriríamos. Resulta que nos lanzamos a la política y estamos movilizando toda una opinión; la gente deja su fierro, se viste de civil, y va a las plazas, sin presupuesto, sin ser oradores, sin nada. ¿por qué mueven a las masas? Porque la gente huele la victoria. La gente no es pendeja. Hay una convicción ahí: de que por lo menos todo lo que se habla tiene el respaldo del combate realizado a cualquier costo.
Y no es cierto que la guerrilla que no combate se muere. La guerrilla vieja, en cuanto a guerrilla, si no combate se muere. Pero la guerrilla en cuánto construcción de un ejército ligado a un sentir nacional, a una propuesta política, con vasos comunicantes políticos permanentes, se crece en ambos terrenos: no hay diferencia entre la política y la guerra. Si la política está viva, nunca se va a morir la guerrilla; al contrario. ¿Qué es Navarro, qué es Vera, qué es Perea? ¿Políticos o guerrilleros? ¿O simplemente la expresión de una renovación en este país?
Entonces ni nos muelen haciendo política ni nos acabamos con la tregua, que eran los cálculos de la oligarquía. De ahí la importancia de lo que estábamos firmando. Es que el que ganara ahí, en esa negociación, la manera como se llegara al acuerdo y el cómo lo manejáramos, implicaba que una de las partes se iba para arriba. Ya el problema no era el cómo lo manejáramos, implicaba que una de las partes se iba para arriba. Ya el problema no era el acuerdo, en sí, sino donde quedaba uno arriba o abajo.
Por eso, cuando estalla el último viva y se impone la última firma esa noche en Corinto empieza otra historia.