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7 mayo 2014 3 07 /05 /mayo /2014 09:20

CARTA ABIERTA

 

A AFRANIO

 

Y A LAS MILICIAS BOLIVARIANAS

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He leído con sorpresa pudiera decir, los documentos que tú, Afranio, has escrito a las milicias. Con una muy agradable sorpresa, porque siento que la carreta que en ellos se expresa resuelve una buena parte de los problemas de ligazón entre la propuesta global de gobierno pactado y las tareas más próximas y pequeñas de la construcción de ese gobierno en la vida cotidiana. Y porque allí se esboza una concepción de la democracia desde abajo, desde la base, que empata bien con nuestro discurso global; democracia que por otra parte, es esencial coma practica y como perspectiva en la busca de una nueva sociedad, un nuevo proyecto de nación que es por lo cual luchamos, morimos y vivimos.

Pero vamos por partes. En esas cartas, pides que llamemos a las cosas por su nombre y que hablemos de gobierno en el nivel en que ese gobierno existe, el nivel popular. Es que el nuevo gobierno ya existe en las mil formas en que nuestro pueblo va resolviendo los problemas de su subsistencia, en las expresiones de su autogestión que aparecen por todas partes en el país, en los paros cívicos que aunque de manera transitoria e inestable, ejercen el gobierno de hecho de regiones enteras, en los autoconstructores de vivienda que se organizan con gran autonomía económica y social, en los indígenas que construyen a azadón, machete y bala su autonomía, en las milicias bolivarianas herencia de los campamentos, en todo ese país extrainstitucional que va convirtiéndose en una nueva nación, la verdadera nación.

Has logrado ligar, Afranio, el mundo pequeño de lo comunitario con el objetivo político global. Esas organizaciones locales que existen como hongos en todo el tejido de la sociedad tienen sentido como instrumentos de gobierno popular, como expresión de la democracia que no se limita a lo local, sino que en su dinámica política y en su fuerza potencial, apunta a la construcción de un gobierno de verdad-verdad que arranque a la oligarquía la dirección global de la sociedad, para que sea posible la Colombia con que soñamos todos.

PODER POPULAR, ¿POR LAS BUENAS?

La discusión sobre sociedades como la nuestra que muestran altos índices de extra institucionalidad, o marginalidad o informalidad para no jorobar con los términos, está de moda en el continente.

Por ejemplo, los autores de El otro sendero quieren hacernos comulgar con piedras de molino, diciendo que la economía informal es la verdadera revolución, pacífica y noble, que hace innecesario el enfrentamiento con la oligarquía a quienes llaman a "entender", a "sensibilizarse" ante los problemas de los pobres y "ayudar' a las clases más necesitadas". Mejor no lo hubiera dicho la doctrina social de la iglesia, que compartiríamos plenamente si bastara con un llamamiento a la buena voluntad. Pero la experiencia histórica demuestra que para que la convicción funcione en las encallecidas almas de los oligarcas, es necesaria una muy grande dosis de fuerza. Por otro lado, aunque todo el planteamiento del libro identifica muy bien las potencialidades de la economía informal, la creatividad que nuestros pueblos desarrollan para evitar que se los coma el tigre, no les da ningún sentido político a esos elementos que pueden ser revolucionarios si se acompasan a un proyecto de transformación social. La acumulación cuantitativa de formas alternas económicas y sociales, de organizaciones populares, no es necesariamente revolucionarias; en Colombia hay más de 12 millones de personas afiliadas a cooperativas, casi la mitad de la población, y con ello los valores solidarios del cooperativismo no han avanzado más de unos centímetros, pues su peso político no se corresponde para nada con el volumen de sus afiliados. Porque ahí está la esencia. La revolución es un problema de calidad, de política, de poder. Si la informalidad de la que nos hablan los autores del libro en referencia levanta las verdaderas banderas de la democracia y el pueblo que salen de su propia práctica, y unida a otros sectores que defienden los mismos intereses, se plantea el problema del poder para el pueblo, ese pueblo que "demuestra cada da una energía y un ingenio extraordinarios", como acertadamente anota el libro, entonces, sí habrá comenzado una verdadera revolución, la cual está empezando ya con la construcción del gobierno por la base.

A nosotros, quienes hemos sido los primeros en Colombia en comprender el valor revolucionario de la marginalidad, la Lectura del libro debe servir también para que nos pongamos truchas en comprender mejor todo el fenómeno de la informalidad, pues es evidente que sectores anti-revolucionarios están estudiando con seriedad lo que pasa en ese terreno y buscando fórmulas para impedir que se convierta en el verdadero talón de Aquiles del sistema. Una parte del éxito de Ernesto Samper, con motivos simplemente electorales, ha sido apelar a esos grupos sociales, o al  menos a los sectores menos empobrecidos de esos grupos, tal  vez de manera intuitiva en su caso. Pero ese no es el caso de Vargas Llosa, prologuista del libro del que hablamos, quien está asumiendo la vocería de los falsos pero estudiosos profetas que predican el cambio sin revolución.

En Colombia, un grupo de intelectuales y algunos dirigentes populares han identificado correctamente esa informalidad como una característica esencial de nuestra sociedad y han reconocido su potencial revolucionario. Pero hasta ahora no han acertado en sus formulaciones políticas. Sin hacer una discusión muy profunda del tema, digamos que coincidimos con esos compañeros en la necesidad de construir por la base una nueva sociedad, que la participación y la organización comunitarias contienen todos los elementos de la democracia, que la incapacidad del Estado deja vacios que los llena la potencialidad e iniciativa del pueblo y que en ellos es donde debe construirse el nuevo poder. Pero ese nuevo poder, ese nuevo gobierno, no puede crecer sin encontrar sus topes y entrar en conflicto, no solo día a día, cuando unos vendedores ambulantes son barridos a bolillo de una calle o un concejal de un movimiento cívico es asesinado por paramilitares, sino también y sobre todo, en la gran escala, en la estrategia, porque ese nuevo poder, el popular y democrático, está abriéndose paso a codo y pata en un marco global en el cuál los intereses de la Patria y de la antipatria, de la democracia y la antidemocracia, de lo popular y de lo oligárquico son irreconciliables, se repelen entre sí como agua y aceite. Por eso difunden una utopía quienes conciente o inconcientemente  callan el hecho indiscutible de que la oligarquía, más temprano que tarde, le va poniendo obstáculos político-militares al crecimiento del poder del pueblo, los cuales serán cada vez más agresivos en la medida en que los viejos dueños del poder se sientan cada vez más desplazados.

Otro de los caballos de batalla de estos compañeros es que la sociedad civil está amenazada por eI conflicto político-militar. No comprenden, o no quieren comprender, que le existencia de esos intereses contrapuestos no puede resolverse en el ámbito civil solamente, menos en  país como el nuestro. Quieren tapar el sol con la mano cuando condenan el uso de las armas para conseguir conquistas populares que van desde el pequeño poder, desde el enfrentamiento a las formas micro de represión y a la pajaramenta urbana y rural, pasando por la lucha a nivel nacional como enfrentamiento político-militar en cada período, para no hablar de la estrategia, donde la apelación a las armas que hacen algunos de estos revolucionarios es todavía más difusa e incoherente. Quieren convencer a los colombianos de las posibilidades de una revolución casi pacifica, en busca de la cual hemos entregado muchas vidas y entregaremos muchas más aún, pero cuya idea es mas sacada de los deseos de paz que a todos nos embargan que de una mirada seria del país en que vivimos, donde existen mil ejemplos históricos y actuales de la integralidad armas oligarquía y otros mil de la simbiosis armas-pueblo. Porque es esta síntesis armas-pueblo la única vía posible para lograr la nueva sociedad y el único camino para no llevar a nuestro pueblo a la peor de las frustraciones, la frustración de la impotencia por no tener instrumentos de lucha en el terreno en que la lucha se plantea.

¿O qué respuesta va a darse a las comunidades que han perdido sus dirigentes por acción paramilitar sin haber tenido nunca relación con la lucha guerrillera? ¿O a la oleada creciente de asesinatos políticos? ¿O a la contratación de pájaros y al uso de la policía y el ejército por terratenientes que se oponen así a las recuperaciones de tierras? ¿O a las huelgas obreras que traspasan los límites  del código del trabajo y son abaleadas ¿O cómo van a interpretar los últimos años de la vida nacional en que se ha disputado a la oligarquía la iniciativa política desde el terreno político militar? ¿O acaso los lustros de experiencia de nuestro pueblo, que perdió a Gaitán, que vio cómo le robaban las elecciones el 19 de abril de 1970, que presenció la burla del esfuerzo de paz, no son suficientes? Ante estos hechos, se argumente que se debe desmilitarizar la vida nacional y que ello debe comenzarse por el lado de la guerrilla, con el supuesto que así la oligarquía seguirá el ejemplo; qué inocencia, ¡Por Dios!.

Meto esta parrafada porque la discusión está viva aún entre algunos de nuestros amigos, y porque las milicias bolivarianas son uno de los mejores ejemplos de que es posible integrar un conjunto social-político-militar, de núcleos de gobierno popular armados, que sean realmente capaces de confrontar con éxito al gobierno de los enemigos de la democracia y el cambio.

DE LO LOCAL A LO NACIONAL

Pero como dice el dermatólogo, vamos al grano. Si bien las milicias están caminando en la solución al problema básico de cómo integrar en la vida cotidiana de la comunidad lo social, lo económico, lo ideológico, lo político y lo militar, si de ese modo se está construyendo un gobierno por la base e impulsando por lo tanto una política de gobierno democrática, quedan por lo menos dos problemas por resolver. Por una parte, cómo ligar ese esfuerzo comunitario a lo social, cómo vincular, lo pequeño a lo grande, cómo resolver la diferencia de ritmos de lo local con otras experiencias pequeñas y grandes y con las expresiones populares y democráticas al nivel nacional e internacional; y como segundo problema como ligar ese esfuerzo Comunitario a lo político, que al  fin y al cabo es lo más general de lo general, en el mejor sentido de la palabra

Metámosle muela al primer asunto, que no está de ninguna manera desligado del segundo sino que están interconectados, para usar un término ingenieril Pero hagámoslo por partes. De experiencias ajenas y también de las propias en organización comunitaria podernos concluir que son necesarios varios elementos para que la ligazón entre lo particular y lo general sea exitosa. Esta es una lista preliminar para discusión, desordenada y sujeta a todos los cambios que sean necesarios. Para empezar, se hace necesario que se imponga una dinámica de solidaridad en la acción comunitaria, que se exprese primero en su ambiente más cercano pero que vaya asumiendo también formas más amplias y políticas. El grupo de autoconstrucción, por ejemplo debe ser modelo, adiestrador y consultor para otros grupos similares en la zona donde funciona, debe ayudar con los recursos que tenga a su alcance a otros grupos que están luchando en tareas similares, debe poner los servicios a los que tiene acceso al resto de sus vecinos sin discriminación y  debe ir emprendiendo tareas solidarias en el terreno más general y más complejo de lo social y lo político. Esa solidaridad debe ser proporcional, por supuesto, a los recursos con que cuenta la comunidad pero mientras mayor sea la práctica solidaria tanto mejor. Hace poco marcharon en Bogotá miembros de la comunidad chocoana en apoyo al paro de ese departamento; nuestras milicias en esa ciudad, ¿por qué no los acompañaron, si el paro cívico del Chocó era el centro de la atención política en esa semana?   O por qué no organizaron otros actos, similares, de solidaridad?  

El grupo comunitario  debe ser el motor local pues es el grupo más dinámico del sector donde se halla ubicado y tiene que asumir plenamente ese papel, con iniciativas que no solo aprestigien el grupo en el medio en que existe sino que impulsen la participación de quienes les los rodean en actividades sociales y políticas. Bolívar 83 en Zipaquirá, un barrio de invasión y autoconstrucción, después de un período en que se cerró demasiado en sí mismo, durante el Diálogo y entiendo que posteriormente también llegó a ser el motor del trabajo en el municipio con contenidos no sólo sociales sino también Políticos y aún político-militares. Lo mismo puede decirse de los campamentos, que fueron motores de la democracia, de la participación, del cambio a nivel local, motores de una nueva Colombia que está naciendo por todas partes

Pero además la experiencia enseña que los grupos comunitarios deben ligarse a proyectos más extensos; aquí lo regional juega un papel muy importante, pues el nuestro es un país de regiones. Lo que para los grupos indígenas o negros es su raza y su cultura, cultura, para los pastusos es nuestro Nariño o para los paisas es la república independiente de Antioquia, guardadas las proporciones. Por eso debe proyectarse al menos donde ello sea posible, un perfil regional que ya implica una primera ligazón del nivel local con un nivel mayor, el regional. Los movimientos cívicos y los movimientos políticos regionales son una expresión de esa realidad. En este nivel, la cultura tiene una de sus posibilidades más grandes y el terreno está abonado para sus expresiones. En la región se pueden integrar una serie de formas organizativas más amplias que le dan solidez superior a las estructuras locales, como son corporaciones y asociaciones regionales de muy diversos ámbitos.

Porque ese es otro de los elementos de este nuevo gobierno para que de verdad lo sea: la formación de un complejo tejido de formas de organización, que llenen todos los espacios posibles, una telaraña en la cual por donde se muevan las cosas haya formas de organización que garanticen la participación de la población con voz y voto reales. Juntas de vecinos, asociaciones de tenderos, defensa civil, guarderías y mil formas más en el nivel local que estén conectadas en el nivel regional. Pero por supuesto para que esto no sea organicitis sin dirección, debe haber unas organizaciones base que sean el núcleo de toda la telaraña, que para nosotros son las milicias pero que en otras partes del país o en otras experiencias son de otro tipo; a ello me referiré luego, pero deben existir formas básicas de organización, las empresas madres de los conglomerados financieros, las cuales le den sentido y orientación al conjunto. Esas formas básicas deben tener una actividad permanente y reunirse periódicamente;  sí ¿la organización base es de tipo regional, como las nacidas de los paros cívicos, debe reunirse por lo menos dos veces por año, para mencionar un plazo, y garantizar así que se mantenga la cohesión y la discusión de las coyunturas regionales. Esto parece de perogrullo, pero no lo es y en experiencias que he seguido de cerca, es muy importante para mantener la vigencia de la organización regional y su dinámica

Aquí llegamos ya a las formas nacionales de estas organizaciones para potenciarse unas a otras intercambiando experiencias y recursos permanentemente, coordinando tareas, sumando fuerzas y esfuerzos, así como para ligarse del modo más general a otras expresiones de la organización de la democracia y el pueblo. Esas formas nacionales todavía están en embrión en el país y es mucho lo que debe inventarse en su configuración, aunque el proceso de coordinación creciente de las organizaciones populares en los últimos dos años está impulsando positivamente esa búsqueda de encuentros y globalizaciones  de los sectores más desarrollados. En la medida en que se asciende en la estructura, el riesgo que debe afrontarse es el del burocratismo y el alejamiento de la realidad, en cuyo manejo se están también trabajando fórmulas exitosas especialmente en los movimientos cívicos.

DE LO GREMIAL A LO POLITICO

Pasemos al segundo punto. El cemento ideológico de todo este conjunto organizativo es el ejercicio del gobierno. Se busca romper la barrera sicológica de la población que está inconforme, que no cree en las promesas oligárquicas porque repetidamente ha sido engañada, pero tampoco cree en su propia capacidad de gobernar. Por eso, sin creer mucho ni en liberales ni en conservadores y aunque sabe que no cumplen lo que prometen la gente sigue votando por ellos Y ese aprendizaje de gobernarse a si mismo Puede hacerlo el pueblo empezando en pequeño, por el autogobierno comunitario para descubrir que organizar una olla comunitaria o dirigir por dos días un municipio tiene el mismo principio que gobernar el país. El cemento entonces se obtiene logrando que el pueblo consiga y consolide la confianza en sí mismo, en su propia capacidad, dé rienda suelta a su iniciativa y creatividad y saboree su poder; que se demuestre a su mismo que no necesita los parásitos de la politiquería y a los mismos de toda la vida si no que la verdadera riqueza de Colombia está en su pueblo.

En una situación de desgobierno como la que vivimos, donde más del 50% del país está por fuera de las instituciones o muy débilmente ligado a ellas existen unas muy favorables condiciones para que la iniciativa y creatividad populares se conviertan en el instrumento de un nuevo gobierno. Esa es la tremenda potencialidad de nuestra propuesta. Esa fue la potencialidad de los campamentos de la paz y la democracia. Esa es también la diferencia con los proyectos simplemente organicistas, que se pasan años juntando gente sin que pase nada o de golpe se es desbarata en meses lo que organizaron en lustros. El problema es cómo abrirle paso en cada momento, en cada coyuntura, al ejercicio del gobierno popular, del gobierno en manos del pueblo, de todo el pueblo; eso es la ligazón de lo social con lo político-militar. Como también lo es lograr que esas experiencias de gobierno popular se reproduzcan rápidamente, dinamicen cada vez sectores más amplios de la población y pongan en jaque el gobierno de turno. El problema del tiempo es muy importante, pues el adversario se reacomoda, aprende también de las experiencias populares y se lanza a aislar o retomar los espacios que ha perdido. Si de veras queremos hacer la revolución en nuestra generación, (lo cual se puede y por lo tanto se debe hacer) debemos acumular más  de lo que perdemos y más de lo que acumula el adversario y eso se consigue acumulando en caliente, en las coyunturas y dándole perspectiva nacional e internacional  a los esfuerzos locales.

Por eso nada de lo comunitario tiene ni norte ni sur sin lo político-militar, que no es el trabajo de los políticos y los militares sino de todas las gentes de una comunidad, así haya especialistas, cuadros dedicados de tiempo completo a esas tareas. Pero una visión integral debe estar presente en todos los niveles de la organización comunitaria; más  que una visión, una práctica. Solamente así lograremos que todas esas organizaciones populares pasen a ser protagonistas de la historia y no se ahoguen en el gremialismo o el reformismo, o les pase lo que a los avestruces a quienes los deja la historia con su cabeza bien guardada, o por el contrario, se radicalicen aisladamente, sin extenderse, hasta terminar ahogadas en un baño de sangre. Por todo esto es indispensable que los trabajos locales se ubiquen en la realidad nacional política y militar, y sean actores de ella.

¿Cómo carajo se maneja entonces lo político? Y más aún ¿Lo político militar? Ustedes saben mucho más que yo de la experiencia concreta. Sin embargo me atrevo a presentar algunas reflexiones. Arrancando por lo general, al revés que la carreta anterior, planteo que esa ligazón debe hacerse en las coyunturas, en los momentos políticos; es la única manera de acumular en caliente, en vivo, de lograr que el trabajo de hormiga rinda y salte del crecimiento aritmético al crecimiento geométrico y que la gente se salga de la rutina a la comprensión de lo global. Este es un elemento fundamental. Meterse en la política no se logra solamente repartiendo el periódico de la organización, o haciendo que algunos se pongan el brazalete, o contándole historias a la gente o metiendo fierros al paseo, o enviando uno que otro muchacho al Batallón América o haciendo presencia en las reuniones donde todo el mundo sabe que uno es del Eme Toda esto hay qué hacerlo, pero es necesario que ello sea armónico con el ritmo de la comunidad y con el ritmo del país. Se necesita que la comunidad se monte en el bus de la coyuntura y el papel de nuestros cuadros políticos es lograrlo. Para que se logre, lo primero que debe hacerse es identificar claramente los momentos políticos y definir una línea de acción para ellos, unas tareas para el período, lo cual es obligación de la dirección política usando los métodos más participativos posibles. Y si no ¿qué carajos dirige? Con una  y otra cosa,  la identificación del momento y las tareas para él, más la sensibilidad de los cuadros y de la comunidad que están en el terreno para ligar lo local con lo global (sin la cual tampoco hay salvación), estaremos integrando (no superponiendo) elementos y lograremos lo político en vez de esa especie de politiquería y aparatismo en que es tan experta nuestra izquierda y lo militar en cambio del militarismo en que también somos expertos.

En lo militar también son Ustedes más expertos que yo en el terreno miliciano pese a lo cual, también opino. Las tres tareas más importantes de las armas al nivel miliciano son autodefensa, apoyo a la Lucha concreta de cada sector concreto y propaganda armada, muchas veces ligadas entre sí. Hoy en Colombia el problema militar más importante a  nivel de las masas son los paramilitares. Enfrentar este problema es la primera obligación del movimiento guerrillero y del movimiento popular, pues lo contrario es dejar la gente librada a su suerte, y permitir el efecto paralizante del terror, cosas como las de Barranca o Since donde la población se levantó contra los asesinos, son muy buenas pues muestran el repudio y la ira del pueblo, pero no son suficientes para parar los crímenes, si no se transforman en organizaciones populares que incluyan formas armadas permanentes, en organizaciones milicianas, aunque no se llamen así. Pero en sitios donde los dirigentes muertos estaban levantando un trabajo, su muerte difícilmente va a poder ser respondida por la autodefensa de masas, para usar un término de quienes mucho la predican pero poca la practican. Ahí la guerrilla o las milicias más desarrolladas  de otras zonas, tiene que cumplir tareas que le son propias. Ello hoy se suma a lo que se está haciendo en el terreno de la denuncia. Lo de la UP es, aterrador; entierren y entierren cuadros. ¿Hasta cuándo lo va a aguantar nuestro pueblo sin movilizarse? Y eso nos afecta a nosotros también. No es sólo problema de ellos, sino que ahí están cayendo también compañeros nuestros y el efecto sicológico va sobre el conjunto del movimiento popular. Es que ya muchos sectores de masas, ante las propuestas de lucha, responden: gracias, prefiero vivir. Así que ¡pilas milicianos! recuerden aquello de a Dios rogando y con el mazo dando.

Y hasta aquí, hermano Afranio y llaverías de las milicias, me llega la cuerda y les llega a Ustedes el oxigeno lector.... Benditas sean la filosofía, la teoría, la poesía, la Sofía, la María y todas las ias (menos la CIA), siempre y cuando no las hagamos volar por los cielos, sino que las embarremos sabroso y sin asco en el lodo de la coyuntura política. Así que, para decir y hacer, termino con un abrazo esta carta, que ya se volvió pastoral, y los remito a otro sesudo ladrillo, que versará sobre el momento político colombiano.

Antonio Navarro W.

Junio 27 de 1987

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