Por: José Yamel Riaño, 22 de agosto de 2013
Desde el análisis político resulta muy interesante, por decir lo menos, la situación social que nos ha tocado vivir en este comienzo de siglo XXI a nosotros, las generaciones de la primera mitad del siglo XX en Colombia. Aún si hacemos abstracción de fenómenos como el de la Violencia. De gran impacto les resulta a los jóvenes de hoy ser testigos de los conflictos no armados que vivimos los colombianos. Es el caso de la movilización social de los sectores del campo colombiano.
Así lo demuestran los hechos y especialmente el movimiento de masas que estamos observando: ayer fueron marchas indígenas y campesinas. Hoy es el paro agrario, parecidos, pero no iguales, y que poco a poco van mostrando sus diferencias y, sus verdaderas pretensiones e intenciones.
No parece recomendable hacer causa común las reivindicaciones de nuestros campesinos con las de los grandes hacendados sean ganaderos o agroindustriales. Simplemente porque no son ni parecidas, mientras las de los primeros pasan por la satisfacción de las mínimas necesidades básicas, las de los segundos apuntan a esquilmar los fondos públicos en beneficio propio.
Recordemos que hubo un paro “Cafetero” el cual se arregló con un subsidio que los colombianos pagamos y que según el gobierno alcanzo la no despreciable suma de Uno punto seis billones de pesos. Claro, con esos resultados todos los gremios del agro –ojo; digo gremios, no campesinos- se pusieron las pilas y anunciaron acciones a desarrollar para lograr toda clase de subsidios intentando revivir el ya triste y celebre programa “Agro Ingreso Seguro (AIS), del Presidente Uribe y su Ministro Arias”. Esta vez se han unido grandes ganaderos con grandes agricultores, para hacer que se repita la experiencia vivida por los cafeteros.
El problema es que estos autodenominados “dirigentes agrarios” son insaciables y la plata del Estado, -que es nuestra y debiera servir para satisfacer las necesidades básicas de los campesinos - no le alcanza al presidente Santos sino para hacer campaña reeleccionista. Con el resto de esa platica, al gobierno le ha tocado reeditar la política de la “zanahoria y el garrote” y tratar de impedir los paros con pueblo. Por encima de la dirigencia gremial. Este hecho siembra un poco de confusión-entre el público- sobre los participantes y las pretensiones verdaderas, que poco a poco se ha venido aclarando y mostrando que allí “hoy todavía no están todos los que son, ni son todos los que están”.
Lo cierto hasta el momento es que el grueso de los participantes son campesinos auténticos no es casualidad que precisamente sean los departamentos donde hay el mayor número de minifundios; Nariño y Boyacá los que se mantienen con mayores arrestos.
Frente a los medios los gremios ahora dicen haber incorporado a sus exigencias las grandes necesidades de los campesinos pobres, pero el país sabe que son ellos unos de los principales responsables de la situación de inequidad en que viven nuestras familias del campo. Otra cosa es que nos quieran probar que los costos de producción agropecuaria son mayores en Colombia que en Europa. Para eso, tendrán que pelear contra los neoliberales que impusieron los TLC.
Así las cosas, mientras los medios tratan el tema por las ramas, los actores más vulnerables se han quedado en la lucha enfrentando solos al aparato del Estado, que so pretexto de la lucha contra el terrorismo y el mantenimiento del orden público les quiere negar el derecho a la manifestación, cuando debería defenderlo comprobando la autoría de fuerzas extrañas sin necesidad de satanizar el derecho.
Ahora, como la campaña para elegir miembros del Congreso de la República y sucesor del Presidente Santos, ya está andando y seguramente el propio Santos será “Presidente Candidato”; Nos corresponde analizar la situación de tal manera que podamos, entre todos los demócratas del país, salvaguardar los intereses populares y de gentes, y la mejor forma y garantía es ganar.
Ya lo hemos advertido; del otro lado de la candidatura de Santos está Uribe tratando de canalizar el descontento, -que hoy es alto- en favor suyo y del sector más retardatario de la política colombiana. Mientras tanto, los demócratas alternativos de este país vamos a estar haciendo lo que les corresponde hacer; metidos en el ojo del huracán con la gente, con los líderes y lideresas de los sectores populares, de esa clase media que no tiene dolientes pero que crece y crece. También de los comunicadores, de los compañeros del arte, de los sindicalistas, de los sin partido y de aquellos que nunca han tenido voz.
Pero no los vamos a convocar para que voten por nosotros: No. Los vamos a convocar es a que defiendan sus propios intereses. Como corresponde en momentos como este; haciendo campaña electoral en favor de un candidato alternativo que exprese claramente el cambio, o en favor de una tercería que irrumpa de las entrañas del pueblo. O a que voten en blanco, o que no voten por ninguno de los candidatos, sino por una acción jurídico-legal, que exprese con claridad que lo que nos interesa es el cambio para bien. Allí vamos a estar los progresistas.
Esto quiere decir que los progresistas no nos podemos amarrar a fórmulas trasnochadas sino que debemos estar alertas al sentir de la gente que es un elemento que ayuda mucho en la toma de decisiones. “En río revuelto: Ganancia de Pescadores” o “Cuando el río suena piedras trae” decían los viejos y el análisis nos puede llevar a que “mientras ellos se pelean, nosotros nos unimos y ganamos”. Es ese el decir y el murmullo de nuestros compatriotas.
Internamente, sabemos que la clave de esto y de todo; está en la unidad; que la fuerza radica en la unión. Que son los valores, los principios y los propósitos lo importante. Que la unión no necesariamente implica fusión, que nadie es igual a otro, por lo que la unidad, solo es posible en la diversidad.
El Progresismo es una fuerza en construcción en busca de la verdad, siendo conscientes que lo más seguro es que solo obtengamos una parte de ella. Tenemos que aceptar que las otras partes están diseminadas pero que entre todos podemos juntarlas.
Nuestro norte es progresista y es pa´allá y pa´allá es p´alante. ¡Y ES GANAR! ¡ES GANAR!