Por JOSE YAMEL RIAÑO
Martes 24 de Agosto de 2010
Con motivo de la carta hecha pública por las FARC en estos días, sumada a la afirmación que hizo el presidente Santos en su discurso de posesión del cargo de Jefe de Estado, se ha abierto en el país la esperada discusión sobre el tema de la salida política al conflicto colombiano, que además de prioritario, pragmáticamente se centra en la necesidad de la paz y su costo. Algo así como medir la relación costo/beneficio.
Lo que mayoritariamente se escucha no es la bienvenida al diálogo, sino al contrario, es el rechazo a la posibilidad de negociación. Es la herencia del Uribismo que nos queda, mas la mala experiencia del Caguán sumada a la barbaridad que representa el secuestro de civiles y militares por parte de las FARC en esta situación histórica donde la misma existencia de ese grupo armado es solo comparable con organizaciones terroristas como Ál Qaeda que todos los días da muestras del poco y ningún valor que le dan a la vida humana, lo que explica la actitud de mucha gente y de algunos medios en el tema.
Voces militares, comenzando por la del señor ministro de Defensa cierran toda posibilidad de diálogo con la subversión, según él, esa opción solo será posible cuando las FARC hayan entregado hasta el último secuestrado, hasta el último menor reclutado, y hagan dejación de armas, es decir, se hayan rendido. O sea, cuando no sea necesario. Mientras eso llega, la fórmula es arreciar la guerra. Allí no hay diferencia con el discurso del anterior gobierno que le apostó a la rendición en tres meses, duró ocho años y no lo logró. Pero, como el discurso rentó políticamente, a eso le apuesta.
Sin embargo, voces como la del Vicepresidente Angelino Garzón afirman y amplían lo expuesto por el presidente Santos cuando ratifica que las puertas del diálogo no están cerradas con llave, sino que condicionan cualquier acercamiento a la liberación de los secuestrados, la expresa manifestación del propósito de dejación de armas y el sometimiento a las juridicidad del Estado Colombiano, cosa lógica después de la historia vivida.
Así las cosas, vale la pena examinar, a la luz del conocimiento, la experiencia, y en el marco de los valores y principios que como excombatiente me asisten; la significación que los nuevos hechos pueden representar para los colombianos.
Empecemos diciendo: Que la guerra supone de entrada; muerte, dolor y lágrimas que nadie desea ni para uno ni para los demás y menos entre compatriotas. Que vivimos en el siglo XXI tiempo de civilidad en que se resuelven los problemas dialogando y no matándose entre sí. Que el secuestro que ayer se explicaba por razones políticas, en las condiciones de hoy no tiene ninguna justificación y menos por gentes que aspiran gobernar el país. Finalmente, que frente a la inequidad, la injusticia y falta de oportunidades, características de la situación social que vivimos; cada día son mas posibles los acuerdos para que entre todos, cambiemos esas condiciones e implementemos, el Estado Social de Derecho por la vía de la confrontación democrática y por los acuerdos.
Sabemos de la existencia de fuerzas políticas, que aliadas a las mafias incrustadas en el Estado, están dispuestos a continuar con el anterior régimen. Pero por lo vivido, también sabemos de lo que es capaz nuestro pueblo, de las intenciones diferenciadoras que muestra el nuevo gobierno y de la coyuntura internacional que favorece un proceso de cambio.
Porque sabemos de los horrores de la guerra: Queremos Paz. Porque negociando, hemos ganado y hemos perdido; debemos intentarlo sin arriar banderas seguros que si podemos aquí y ahora. Porque estamos convencidos que la paz es posible hagamos hasta lo imposible para lograrla.