Se fue el man, se fue en un enero de los suyos,
como cuando en tiempos de colores llegó templado y con vibra de ternuras.
¿Cuántos nombres puede tener su abrazo?
Germán, Raulito, Néstor, Carlos, Manuel…
y los que más puedan darle los amigos en su saludo,
y los enemigos abundantes en sus malquerencias, unos y otros abundantes por cierto.
Se fuel el man, un bacancito de la vida, íntegro en todos sus tropeles de vida y lucha, de amor y muertes, de alegrías y dolores, de siempre líneas adelante trazadas con sus locuras de amor y guerra.
Se nos fue en sus tiempos, siguiendo el rastro de la espada que lo inundó de inteligencias y luces y virtudes de lucha;
se fue el 18 del mismo enero de aquel 17 de hace tantos, tantos abriles;
se marchó en la cabalgadura de sus sueños amarrados en las locuras de sus delirios siemprevivos.
Viejo Germán, el siempre Raulito, el escurridizo combatiente que no se dejó amilanar de los temores impuestos y se inventó los suyos propios para vencer la muerte en miles de trampas, cuando las emboscadas de la guerra se oponían a sus marchas infatigables, incansable.
Raulito el dibujante de líneas de vida,
el diseñador de timbres de amor y lucha,
el tallador de escudos y sellos de compromiso indeclinable;
Germán el amigo, hermano, comandante, compañero, amigo;
Viejo del alma de las almas de los tiempos decididos en las selvas lejanas del Caquetá indomable, pero amigas de sus pasos;
Germán rebuscador de los cielos de cualquier intemperie de Colombia que lo acompañaban en sus andanzas de ternuras frente al dolor ajeno.
Se nos fue a su tiempo, en su momento, por sus montes sin linderos, queriendo atravesarse, como siempre, como palo en las ruedas infernales para transformarlas en abrazos y libertades y alegrías y constancias en el querer vivir perseverante.
Vivirá siempre entre nosotros el abrazo afectuoso del hermano y comandante compañero.
Con afecto,
hipólito.