"...Como de verdad nunca he sido comunista en mi forma de concebir la sociedad colombiana, como he sido siempre un enamorado de la libertad, de la democracia, como detesto el autoritarismo, que también fue aplicado en la construcción de las sociedades socialistas, tenía que escoger mi propio camino”.
Jaime Zuluaga
En memoria de Carlos Pizarro
Bogotá, abril 10 de 1991
La mayor parte de la vida política de Carlos Pizarro transcurrió en medio de las incertidumbres de la guerra. Tras un fugaz paso por las FARC, participó en la fundación del M19....”Como de verdad nunca he sido comunista en mi forma de concebir la sociedad colombiana, como he sido siempre un enamorado de la libertad, de la democracia, como detesto el autoritarismo, que también fue aplicado en la construcción de las sociedades socialistas, tenía que escoger mi propio camino”.
Para sus fundadores el M-19 representó la búsqueda de un camino alternativo; sentían la necesidad de plantear un proyecto nacional, capaz de involucrar a la nación entera: “...asumimos el proyecto democrático como alternativa para la nación desde l978... y empezamos un discurso nuevo y un comportamiento político nuevo”
En el seno de la guerrilla y de los movimientos revolucionarios colombianos el M-19 contribuyó a producir cambios políticos y militares. Lo que más desconcertó a muchos sectores políticos, que al principio no percibieron el sentido de estos cambios, fue lo más enriquecedor: su acentuada heterodoxia.
El nombre de Pizarro está asociado a variaciones significativas en la concepción de la guerra de guerrillas: impulsó la formación de unidades que concentraban un alto número de combatientes; llevó la acción a terreno descubierto y en zonas pobladas, sacando a la guerrilla de su actividad militar marginal; experimentó la guerra de posiciones en la defensa del campamento de Yarumales y, dirigió el Batallón América, concebido como instrumento de lucha continental, del cual formaron parte miembros del MRTA del Perú y Alfaro Vive ¡Carajo! del Ecuador.
En la actividad política, a lo largo del proceso de paz, Pizarro sorprendió por la firmeza de sus convicciones democráticas, la coherencia de su crítica al curso de la guerra en Colombia, la distancia creciente frente a la opción armada y la voluntad de lograr espacios para la construcción de una paz concertada.
Para él la libertad consistía en ser como uno mismo. Siéndolo, ser capaz de integrarse con los otros y, entre todos, proponerse objetivos comunes que no impidan que la libertad individual y colectiva se expanda. Esta manera de pensar, debió entrar en conflicto con su práctica, porque la guerra y las organizaciones militares tienen poco que ver con la libertad y el ejercicio de la democracia, por más democráticas que sean las concepciones políticas en las que se inspiren. Las jerarquías rígidas, la verticalidad en el mando y, sobre todo, el hecho insuperable de que el diferente es el enemigo al que hay que aniquilar, hacen que la superación del conflicto tenga poco que ver con la democracia, con el pluralismo.
Pizarro participó en la reflexión que se dio, en algunos sectores de la izquierda y del movimiento insurgente, sobre la historia de la lucha armada en Colombia y el carácter de la guerrilla. Criticó la guerra y las guerrillas desde adentro. Destaco de su elaboración crítica el reconocimiento de que la guerrilla en Colombia se había convertido en un mito atado al pasado, que impedía proyectarse hacia el futuro. En el proceso de desmitificación de la guerrilla puso de presente que sectores de ésta habían erosionado la base ética de la lucha mediante el recurso al delito común, las violaciones de los derechos humanos y cometido abusos que habían dado origen a un frente paramilitar, como ocurrió en el Magdalena Medio.
De allí que planteara la necesidad de romper con la lucha armada que, a su juicio, había perdido vigencia como instrumento para la transformación de la sociedad. "No me quita el sueño la desmovilización. Nosotros no estamos casados con las armas. El problema nuestro no es ser revolucionarios en armas para toda la vida, y guerrilleros eternos para satisfacer clichés donde uno es revolucionario porque tiene un arma en la mano. Para nosotros la desmovilización es acceder a un nuevo estadio en la política, donde podamos trabajar por los propósitos que nos han animado siempre. El asunto central es poder realizar los objetivos que nos animan, ojalá al menor costo posible”.
El M-19 asimiló la experiencia del fracasado proceso de paz con la administración Betancur, abandonó el espíritu triunfalista que lo llevó a acciones como la toma del Palacio de Justicia y se decidió a jugar nuevamente la carta de la paz. En esta oportunidad, el hecho de guerra que sirvió para dar a conocer su voluntad de concertación - el secuestro de Alvaro Gómez-, se inscribió en una inequívoca estrategia de paz. Le correspondió a Pizarro, como Comandante General, dirigirlo en el complejo proceso político que se desató. Frente a un gobierno que no había definido una efectiva política de paz, el M-19 convocó a los partidos políticos, los gremios económicos, a la iglesia, los movimientos sociales para discutir un nuevo pacto social.
El encuentro de Panamá y la “Comisión de Convivencia" fueron instrumentos de presión que llevaron al gobierno a acelerar la formulación de "La Iniciativa para la Paz" en septiembre de 1988. Al acogerse a ella en enero de 1989, el M-19 logró convertir lo que era un "itinerario para la desmovilización" en un proceso de negociación. Las "mesas de análisis y concertación y el diálogo directo en la llamada Ciudadela de la Paz" -Santo Domingo- entre la dirección del grupo guerrillero y dirigentes políticos, populares, gremiales, etc. fueron el escenario de los esfuerzos por lograr una paz concertada.
El acuerdo político alcanzado se hundió finalmente en el Congreso, ante la impotencia del gobierno y la incapacidad de los partidos tradicionales para asumir compromisos con las reformas que el país requiere. A pesar de ello, el M-19, reafirmando su convicción de la pérdida de vigencia de la lucha armada, cumplió su compromiso con el país. La participación en las elecciones para Alcalde, en condiciones totalmente desventajosas significaron un triunfo para la política de paz y concertación que propuso. La significativa votación por Pizarro en Bogotá aceleró la crisis del bipartidismo, puso en evidencia la justeza de la política de paz y sentó las bases para el surgimiento de la Alianza Democrática M-19.
Pizarro sabía que la única opción política acertada era la política de paz y no ignoró los riesgos que implicaba: "Hoy tenemos una urgencia: la de un país que quiere la paz. Por eso hemos silenciado nuestros fusiles, como un gesto de generosidad, para rodear este proceso de confianza. Nosotros estamos haciendo el gasto. No sabemos los costos que tenemos que seguir pagando por la reconciliación, aunque sí conocemos los costos de la violencia generalizada en Colombia. Tanto el M-19, como posteriormente el EPL y el PRT, entendieron que los colombianos no queríamos seguir pagando el alto costo de una guerra múltiple, carente de sentido, que impulsaba la militarización creciente de la vida nacional y cerraba posibilidades a la organización y movilización de los sectores populares.
En escasos dos meses de actividad política Pizarro conquistó un incuestionable liderazgo nacional y provocó, en torno a sus tesis y dirección, la convergencia y apoyo de diversos sectores y corrientes democráticas. El conjunto de fuerzas que se agruparon en torno al M-19 “comenzaba a tocar el futuro” Cuando la extrema derecha militarista asesinó a Carlos Pizarro el 26 de abril de 1990. Ya éste había contribuido a desatar el proceso de transformaciones políticas que han sacudido a Colombia: acuerdos de paz con un sector del movimiento guerrillero; formación de una fuerza democrática de izquierda con opción de poder - la Alianza Democrática M-19-, y profundización de la crisis del bipartidismo.
Al parecer así lo había entendido un campesino de Caloto que, en la ceremonia oficial de desmovilización, se acercó a quien ya se había constituido en el símbolo de este proceso y le dijo emocionado al abrazarlo:
"GRACIAS POR COLOMBIA".
Bogotá, abril 10 de 1991
Nº 6 (Debate 33) Abril de 19991