Atisbos Analíticos 175, Cali, Cali, junio 1 de 2013, Humberto Vélez R, profesor investigador del Programa de Estudios Políticos y Resolución de Conflictos; presidente de ECOPAIS, Fundación Estado*Comunidad*País. UN NUEVO ESTADO PARA UNA NUEVA COLOMBIA, humbertovelezr@gmail.com, http://fundacionecopais.blogspot.com,
2ª parte
LOS GUERRILLEROS NO SON LOS ÚNICOS VICTIMARIOS
Una Mirada desde la Historia
Ensayo en Clave de Pensamiento Estratégico
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En el Fondo de la Presidencia del Archivo General de la Nación reposa una carta enviada el 20 de mayo de 1964(12) por los “colonos y campesinos residentes en Marquetalia” y radicada el 17 de junio del mismo año en el despacho del Ministro del Interior. La misiva está escrita a máquina, con una extensión de cinco páginas y fue firmada por 16 hombres y mujeres liderados por Manuel Marulanda Vélez. La Carta, dirigida al Presidente Guillermo León Valencia, respetuosa, comienza así, “Queremos ponerle al corriente, señor Presidente, sobre cuestiones de importancia que Ud. Seguramente ignora” y, sin temor pero advirtiendo, termina así, “EL SEÑOR PRESIDENTE NO IGNORA QUE ESTÁ JUGANDO CON FUEGO”. La advertencia final aparece asociada a la denuncia que formulan: que se sentían incómodos por el cerco militar y frente al creciente número de Fuerza Pública, que los estaba asediando.
En esta carta lo único que demandan es una reforma agraria con carreteras y caminos para sacar sus productos al mercado, con escuelas y puestos de salud. Señalan que nada tienen que hacer con tierras ricas, pero desterritorializadas, como diríamos en la actualidad.
De nuevo, tenemos aquí a los campesinos demandando la presencia del Estado.
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Y entonces el 27 de mayo de 1964 se inició el incendio, que todavía, tras medio siglo, no hemos podido apagar: El nacimiento de las Farc. El Estado, asesorado por la Embajada norteamericana, se vino con todo lo que de coercitivo militar tenía en ese momento y los campesinos de Marquetalia, con la ayuda del Partido Comunista, respondieron también con todo lo que de acumulado armado tenían tras 15 años de violencia interpartidista. El número de movilizados, de parte y parte, pudo haber sido mayor o menor a 16.OOO soldados bien armados contra 46 campesinos, 44 hombre y 2 mujeres, provistos de machetes y escopetas hechizas. De todas maneras, al margen del número, que tiene como fuente a los propios enfrentados, la correlación efectiva de fuerzas y de armamentos sí debió ser altamente asimétrica, pues, a ese respecto, el evento provocó la admiración de Sartre y Simón de Beauvoir en Francia (13).
Fue así como nacieron las Farc, resultado final y dialéctico de una ausencia permanente y secular del Estado en esas regiones. De nuevo, la hipótesis empírica se sobre-impone: El conflicto interno armado en Colombia no nació por la sola acción de Las Farc, aunque éstas sí han sido las responsables directas de la dirección y orientación y acciones y prácticas concretas de su movimiento.
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En el primer semestre de 1996 con Adolfo Atehortúa, recién egresado del departamento de historia, le hicimos en Bogotá una larga Entrevista al General Alberto Ruiz Novoa, Ministro de Guerra del gobierno de Valencia.(14) Paradojal y rara avis este militar, el 27 de mayo de 1964 en el hotel Tequendama leyó un Ensayo suyo en el que con suma facilidad les dijo a los poderosos dueños de la tierra en el país, organizados en la SAC, que para enfrentar el problema de la violencia había que diseñar y aplicar una estrategia integral, que, entre otras cosas, implicaba la realización de reformas estructurales, entre las que se destacaba una reforma agraria.(15) En esa ocasión habló sobre la necesidad de discutir las causas de la violencia “sin miedo o falsa timidez” porque, dijo, “aquí sucede que muchas personas cuando se habla de cambio de estructuras o de la indebida influencia de los grupos de presión, creen ver el diablo y se persignan como beatas del siglo XV”. Postuló, por otra parte, que sus tesis y opiniones correspondían a hechos reales, los cuales había sido estudiados por la economía y la sociología de acuerdo con diagnósticos posibles de efectuar en cada nación”. Por otra parte, en la Entrevista no nos ocultó que él había estado al frente del diseño de la “Operación Soberanía”, más conocida como “Operación Marquetalia”, pero que él pensaba que la violencia había que enfrentarla en lo político yendo más allá de los fusiles mediante las reformas estructurales y, sobre todo, levantando un PROPÓSITO NACIONAL, que, en su concepto, para la generación de la década del 60, no podía ser otro que el de la superación de la desigualdad reinante luchando por implantar la justicia social.
Parecería que el General Ruiz Novoa de 1962 estuviese hablando para esta coyuntura del proceso Oslo la Habana en el 2013.
De nuevo se observa que la ausencia del Estado en la realización de necesarias y reclamadas reformas estructurales, de muchas formas encuentra ligazón con el asunto de las violencias. En este caso, fue el más alto oficial de las Fuerzas Armadas el que en la década del 60 se lo advirtió, pero el autista Estado colombiano continúo de largo como si de él no se tratara.
Pero los victimarios no han sido solamente los guerrillerosy el Estado y buena parte de la dirigencia política, pues muchas indicaciones empíricas acusan también a las formas mismas como esta sociedad, desde los presentes pasados nos ha llegado hasta el presente actual: Con un social muy deprimido, más instrumental que solidario, más corporativo que cooperativo, más individualista y grupal que colectivo.
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En la época de la violencia entre partidos, se llegó a una dimensión de su ejercicio, que podemos medio dibujar así,
“…centenares de asesinatos con hileras de decapitados en los caminos, degollados con el famoso corte de franela o de corbata – así llamado, ilustramos nosotros porque al cortarles el cuello les sacaban la lengua simulando una corbata- , incluso llegando a despellejar a sus víctimas y extender su piel como piel de ganado, mujeres embarazadas con el estómago llenos de piedras mientras los fetos colgaban de los árboles,, y así durante una década con el listado diario de muertos, fincas incendiadas, ganado robado, asaltos de caminos y caseríos incendiados…”(16)
Al referirnos a la mortandad colectiva que hubo en Colombia en la época de la violencia entre partidos, dijimos en nuestro libro SECUESTRO, “De entrada, para ahorrarnos falsos golpes de pecho frente a fenómenos actuales que creemos inéditos – sí lo fue haber pasado de 90 secuestros en 1980 a 3.041 en el 2001- recordemos en clave un poco literaria, a la Colombia de hace cincuenta años. Rememoremos la época del simbólico machete, la de un machete de doble filo, ‘por un lado conservador y por el otro liberal, pero un solo y único cortador de cabezas’… Puestos en línea, con los cuellos sin cabeza tocando los cuellos sin cabeza del vecino, esa apocalíptica mortandad colectiva habría cubierto la ruta entre dos ciudades ubicadas a 450 kilómetros de distancia. Es decir, recordemos ese genocidio nacional, pues a cada una de esas matanzas colectivas, la acompañó otra matanza simbólica más grande, ocurrida en las cabecitas ciudadanas de los amigos ideológico-afectivos de los victimarios. Entonces, LA SOCIEDAD SE QUEDÓ CALLADA. ‘Para qué son rojos”, dijeron en 1950 unos, ‘para qué son azules”, replicaron los contrarios.” (17)
En la época del 90 los genocidios fueron pan de cada día. En Colombia todos los actores armados han masacrado civiles, pero para esas calendas los militares los volvieron una práctica sistemática con lo que convirtieron a más de cien municipios del país en campos de terror, de perversidad y de sevicia y no durante unas horas o minutos sino durante días enteros. Aparecieron, entonces, prácticas desconocidas en nuestro medio como la desmembración de personas con motosierras. Según Camilo Echandía entre 1999 y el 2001 en Colombia hubo 3.750 masacres.(18)
Notorio, innovador en sus formas de crueldad y sanguinolento y fiestero fue, por ejemplo, el genocidio cometido en el Salado donde durante dos días a sol y luna, el 26 y 27 de febrero del 2000, cuando de modo selectivo y dosificado y progresivamente cruel, asesinaron a 60 personas, una por una, al son de tamboras, altisonante música pública, botellas de aguardiente y orgías sexuales. A guisa de ilustración veamos unos pocos casos,
Para inaugurar el festival de terror la primera víctima fue Eduardo Novoa Algis.
“A él fue el primero que mataron en la cancha. Le pusieron una bolsa en la cabeza y le mocharon una oreja primero… el gritaba que no lo mataran, le pegaban por la barriga patadas y puños, por la cara, toda la cara se la partieron y nos decían “miren para que aprendan, para que vean lo que les va a pasar a ustedes, así que empiecen a hablar…El se demoró en morir, esa agonía de la muerte es horrible.. Después de la primera ejecución sacaron los instrumentos musicales de la comunidad que estaban en la Casa de la Cultura y comenzaron a tocar una tambora dando inicio a la fiesta de sevicia…se les veía el placer de matar… Después, cuando cogieron a la madre comunitaria, la difunta Rusmira, a ella la colocaron con una cabuya de guindar tabaco, la amarraron por aquí (señalan el cuello) y entonces la jalaban, el uno se la pasaba al otro, y la jalaban como una vaca… Después cogieron a una hija de Arrieta… esa muchacha sí tuvo una muerte también horrible. La acostaron boca abajo, entonces vino ese tipo, se le sentó en la espalda y la cogió por la cabeza y la jaló duro para atrás, la estranguló y la desnucó…después de haberla desnucado buscó unos palitos pequeños, le alzó la pollera, se la quitó y le metió unos palitos por el pan…”. “A mí me dejan casi la lado del baño, cuando llega la enfermera paramilitar llamada María…La vieja esa me levanta a cachetadas y me dice zorra, perra, que ahora si vas a saber lo que es bueno… que cuántas veces había hecho el amor… Me empezó a tocar, a manosear, me dice que me quite la ropa pero que lo haga despacio, que vamos a ver un show …comenzó a manosearme los senos, después vi un Carlos…me besaba todo el cuerpo, mientras esa vieja María se reía, Carlos me tocaba… después de eso me violó delante de ellos…”. El fin de la masacre sólo sobrevino al otro día cuando uno de los victimarios recibió la orden de parar la masacre con el énfasis de que habían matado mucha gente inocente… No se permitió llorar ni enterrar los cuerpos de los familiares, vecinos y amigos asesinados….Mientras los sobrevivientes permanecían en estado de zozobra dentro de sus casas, los paramilitares deambulaban por el pueblo consumiendo licor y tocando música…”.(19)
En el caso de las masacres en Colombia la explicación se hace hasta normal y fácil cuando el fenómeno se asocia a las luchas y pugnas entre los actores por el control de territorios. Para ganar territorios basta la violencia necesaria asociada a una relación favorable de fuerzas. También muchos genocidios han estados asociados a la necesidad mercantilista de sacar, por distintos medios, a la gente de una región para facilitar la explotación de los recursos por parte de las transnacionales como fue el histórico caso de la nación indígena NUKAK BAKUK, que en diez años pasó de 1400 miembros a 400. (20)
En la actualidad de estos días, las razones de algunas masacres también se han puesto sobre el tapete con la condena que ha tenido el excongresista liberal antioqueño César Pérez García como autor intelectual de una masacre que dejó 43 muertos en Segovia el 11 de noviembre de 1988. Mediante una alianza enhebrada por él entre militares-políticos y paramilitares buscó recuperar por esa vía en ese municipio el poder que había perdido a manos de la Unión Patriótica en las primeras elecciones municipales por votación popular. (21) Quizá desde este evento de condena judicial ejemplar, se podrá escudriñar, de manera más adecuada, la otra gran masacre nacional que ha habido en Colombia en la contemporaneidad: El partidicidio que sufrió la Unión Patriótica entre 1984 y el 2004, período en el que casi toda su militancia fue diezmada en las distintas regiones del país. Y con el agravante de que la sociedad nacional también de nuevo casi que se quedó muda. Como en la época del 50, sólo algunos musitaron, “pobrecitos, pero ¿para qué son pro-guerrilleros? Pero, ¿cuáles pro-guerrilleros? Si La Unión Patriótica era una organización creada por personas civiles democráticas de izquierda, que querían acoger en su seno a aquellas guerrillas que, al negociar con el gobierno el final del conflicto interno armado, 1. renunciaban a acudir a las armas para hacer política; 2. se comprometían a hacerla en nuevos espacios institucionales en proceso de democratización, y. 3. estaban dispuestas a luchar por sus idearios revolucionarios desde la democracia. Todo indica que la “cementarización colectiva” de la Unión Patriótica fue un proceso programado y organizado a escala nacional: Desde 1986 en su 45 Conferencia Episcopal, el Cardenal Alfonso López Trujillo condenó las alianzas con la izquierda y el gobierno de Belisario Betancur y los católicos permanecieron callados; durante el gobierno de Virgilio Barco, al arreciar el partidicidio, su Ministro de Gobierno, Lemos Simmonds declaró que la culpa recaía en los militantes de esa organización por ser “testaferros políticos de la guerrilla”.
Protestó entonces Bernardo Jaramillo, “eso equivale a colgarle al cuello una lápida a la oposición”, fue lo único que alcanzó a decir, pues tres días después fue asesinado. Cuando accedió al gobierno Gaviria, se limitó a minimizar o descalificar las denuncias hechas `por los líderes de la emergente pero ya casi sepultada organización: Esas, dijo, no son más que paranoicas denuncias, que buscan posicionar en lo electoral a esa nueva fuerza. Seis meses después, fue asesinado Manuel Cepeda Vargas, el último senador mohicano de la Unión Patriótica. Entonces, se llevó el caso a la OEA y los gobiernos de Samper y Pastrana descargaron en el narcotráfico la responsabilidad del atroz genocidio político y los barones de la droga dijeron que los habían eliminado a causa del chantaje de las guerrillas. Finalmente, en su “Catecismo Democrático”, Uribe Vélez anticipó que la exterminación estaba ligada a los propios errores de la U.P, que pretendía combinar “la política con los fusiles”. (22)
Constituye la anterior una historia reciente que pesa sobre el cerebro de los negociadores de las Farc en la Habana. Por eso la participación política de los exguerrilleros debe ser una participación estatalmente blindada, con el Estado como su principal garante. De ahí la importancia de recordar la entrevista que el año pasado le hizo a Otto Morales Benitez - un conocedor en laboratorio de la negociación frustrada en la época de Belisario Betancurt- Camila Zúñiga: Cuando se organizó la UP, declaró, “hubo una gran oposición en su contra, lo que hizo que muchos regresaran a la guerrilla, pues sintieron que no tenían garantías”; sin embargo, ahora “no veo ese espíritu en el país y menos en el presidente , que es el que dirige todas las acciones.”(23)
Pero, más allá de todo esto, surge una pregunta central: ¿por qué y para qué tantas veces se ha ido mucho más allá de esa “necesariedad” de violencia llegando a niveles de crueldad, de atrocidad y de sevicia por fuera de las lógicas de lo necesario o para acceder a ese control territorial o para despejar población abriéndole paso a los proyectos de las transnacionales o para re-controlar poblaciones perdidas en lo político electoral?
Lo preocupante, en este caso, no es tanto que en Colombia, como en muchas otras partes del mundo, haya habido y siga habiendo violencias, sino que éstas, con más frecuencia de lo que se ha dicho y pensado, se hayan ejercido en la forma como lo reflejan las dos narrativas contadas en este acápite. En unos casos, se ha ejercido en forma extrema, como efecto demostración: para que los que las presencien “no lo vuelvan a hacer, por ejemplo, apoyar o auxiliar al enemigo; pero, en otros caso, porque lo que los ha motivado a ella, ha sido el odio al enemigo: una persona que odia a otra le responde con una ignominia y esta le contra-responde con otra peor, y así la situación se mueve de degradación en degradación en una incontrolable espiral de odios acumulados.
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Aunque no se trata de desvanecer y desdibujar responsabilidades morales y penales en el nivel personal como si esta sociedad fuese una masa inerme de niños socialmente indefensos, sin embargo, los extremos inhumanos a que se llegó en materia de ejercicio de la violencia en periodos y regiones concretas del país, sobre todo, en las coyunturas 1950-1960 y 1990-2000, por ejemplo, sugieren que en el seno mismo de esta sociedad, a sus formas nodales de organización social debe haber entrado algo “intrínsecamente maligno” capaz de posibilitar esos “productos sociales” tan perversos.” Es decir, que estamos ante la posible y “peligrosa” hipótesis de la sociedad colombiana como potencialmente victimaria.
En el Atisbos Analíticos No 111 de marzo del 2010, trajimos a colación una entrevista concedida al “El Tiempo” a finales del 2009 por Francoise Zimeray, Embajador de Francia en la que destacó las siguientes ideas,
“hay una dimensión, dijo, que me impacta: cuando vemos como se atacan los derechos humanos en Colombia, y veo muchos ataques en el nivel mundial, - estuve en Asia, en Palestina, en África, en Chechenia, lo que me impacta de la situación colombiana no es solamente la violencia y la pobreza, o los desplazamientos masivos, es la crueldad. (Subrayado nuestro) En Palestina…no se descuartiza la gente”.
Pero, no se quedó ahí el embajador francés, pues le impactó que de cara a esa situación nadie se indignara ni protestara, “después de los falsos positivos, dijo, no estoy seguro de que haya una indignación de la opinión pública lo bastante fuerte, para tener una traducción política”. Era como “si existiese la idea de que, de todas maneras, no sirve para nada lo que podamos hacer”. Se preguntó entonces qué era lo que estaba sucediendo en esta sociedad proporcionando una respuesta digna de mucha reflexión, “También me pregunto, señaló, acerca de la sociedad colombiana misma…me pregunto si lo que se hace tiene fundamento en el cuerpo social”.
Por ahora limitémonos a señalar que tanta crueldad sólo puede ser una de las expresiones de una sociedad en la que ha habido fallas notorias y notables en la historia de institución de lo social. Como que, miembros de esta sociedad, segmentos cada vez más amplios de sus habitantes se han venido apropiando de una “esencia” casi perversa. Frente a la vida humana, una masa amplia de colombianos ha asimilado subculturas ligadas a sus problemas más macros, que expresan un enorme desprecio por la vida humana (24): inequidad social extrema y casi crónica, guerra de nunca acabar y corrupción casi generalizada.
Pero, una importante advertencia: la hipótesis no puede extenderse al conjunto de la población colombiana que, aunque por razones ligadas al dominio social ha bebido de culturas perversas, sin embargo, son gente buena y sencilla y de raigambre popular trabajadora que, a no ser por una explicable pasividad social, no ha tenido nada que ver con la dirección hegemónica, y usamos la noción en su sentido gramsciano, de esta sociedad o que, en términos más positivos, ha hecho parte de esa pluralidad de movimientos de resistencia , que ha caracterizado al movimiento social colombiano.
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Expresión clara y robusta de ese social colombiano precario y desvanecido ha sido la enorme inequidad social que ha caracterizado a esta sociedad. En lo económico tecnológico, Colombia no hace parte de los países más atrasados del mundo. Aún más, por estos días de puesta en marcha de otro modelo de integración regional latinoamericana, de modo genérico se ha reiterado que, integrados, México, Colombia, Perú y Chile le darían forma a la octava economía del mundo. Esto no obstante, de acuerdo con el coeficiente de Gini, Colombia, contando desde la cola hacia arriba, ocupa en el mundo el tercer lugar en inequidad social en materia de distribución general de la propiedad rural. Sobre esta materia, con un Gini del 0.86, el país se encuentra casi cercano a la perfecta desigualdad. (25) Aún más, la concentración de la tierra en vez de disminuir, ha tendido a aumentar, pues entre 1970 de un Gini de 0.70, se pasó a otro de 0.86 en 1980. (26) Este es un asunto ya casi rutinario entre nuestros buenos estudiosos de la cuestión rural como Darío Fajardo, Absalón Machado y Alejandro Reyes.
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En nuestra opinión, la anterior situación social crítica se presenta cuando en una sociedad concreta empiezan a hacerse socialmente inefectivos los históricos y tradicionales macro-códigos de regulación de la vida diaria; nos estamos refiriendo a la ética, al derecho positivo y a la cultura social, sean los que sean sus contenidos, pues para regular las vidas humanas no existen en todas partes – ni han existido en todos los tiempos - una misma moral ni un mismo derecho positivo ni una misma cultura.
Pero, si de modo pronunciado, esos códigos regulatorios históricos han empezado a fallar en la sociedad colombiana ha sido porque en ella se han venido conmoviendo los cimientos mismos de su organización social. A guisa de hipótesis, señalémoslo de modo más preciso. En los discursos continuamos engolosinados con el “sacrosanto derecho positivo”- esta es una sociedad de derecho, nos proclaman a toda hora-; con la “moral católica, eterna y divino–natural, que heredamos de nuestra Madre la Iglesia Católica”- ; y con la “tradicional cultura social, que nos legaron nuestros abuelos”. Eso en los discursos, pues, en la práctica, en nuestras conductas e interrelaciones cotidianas han tendido, y tienden a primar, otro derecho, otra moral y otra cultura social. Como para decir que, en esta segunda década del siglo XXI, los colombianos tendemos a atenernos a dos modelos regulatorios ambivalentes de las conductas personales, uno para “hablar y discursear” y otro para “hacer”: El primero, especulativo e inefectivo pero muy loado, el segundo, socialmente efectivo pero pactado y agazapado. Por eso, los colombianos, más que institucionales, son y han sido para-institucionales. Como expresiones empíricas de tan tremenda brecha entre la vida ciudadana discursiva y la vida práctica ciudadana, se tienen: 1. una tesis cristiana y tomista del bien común, que nos conduce a proclamar que el Estado es “de todas y de todos”, pero, en la práctica, se trata de una gran finca manejada y controlada y usufructuada por unos pocos mayordomos (la concepción patrimonialista del Estado) sin que haya una sola acción de la que no deriven una renta o la satisfacción de un interés estratégico de “los de arriba”(rentismo, clasismo, clientelismo y corrupción); 2. una pretendida muy rica Cultura jurídico-legal, la gran herencia de España, que, en la práctica, mientras los jueces no nos observen, se transa y negocia a toda hora con el vecino de turno inspirados en el principio, que sí se ha constituido en genuina Cultura social, do ut des, “qué y cuánto me das para yo saber qué y cuánto darte”; 3.una moral católica, prístina por divino-natural, proclamada de año en año por las Conferencias Episcopales, que casi a toda hora y circunstancia es pisoteada y hecha trizas por una u otra versión de la moral de la situación; y finalmente, una adorada cultura social, la herencia de los abuelos, que, sobre todo en las tres últimas décadas ha sido subvertida por unas muy eficaces contraculturas mafiosas asociadas al narcotráfico y al paramilitarismo. (27)
Ha sido así como los que tradicionalmente han dirigido esta sociedad, los que han ejercido su hegemonía, han permitido que en su seno hayan tomado forma factores estructurales perversos muy eficaces en la construcción de lo social. Hasta llegar a lo que se tiene, un social muy deprimido, más instrumental que solidario, más corporativo que cooperativo, más individualista y grupal que asociativo.
Desde una apuesta investigativa enhebrada desde lo político, que se pregunta por el tipo de social que en esta sociedad se ha construido en sus distintos presentes pasados hasta llegar al presente actual, las anteriores hipótesis ocupan un lugar central. (28)
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Por todas estas últimas razones, medio esbozadas entre los acápites 9 y 16 de este Atisbos, lo que los colombianos deberíamos estar haciendo es tratar de darle forma a una necesaria y compleja pero todavía dificultosa y casi imposible LEY DE PUNTO FINAL: cambiémosle las enjalmas a las mulas, cambiemos también las mulas y a los que arrean y volvamos a comenzar. Algo así, ha insinuado por estos días Pablo Catatumbo,
“El país está maduro para escuchar con serenidad una declaración de responsabilidad histórica en el desastre que hemos vivido durante 60 años. Esa sola señal sincera por parte del gobierno permitirá avanzar en transformar el acuerdo firmado en un tratado de paz. Que se reconozcan las víctimas del conflicto, las víctimas de las dos partes. Que se pongan sobre la mesa todos los componentes del rompecabezas, que se traigan a la mesa todas las víctimas y todos los victimarios.” (29)
Para muchos -congresistas, políticos, organismos internacionales de los derechos humanos, y analistas- una ley así nacería muerta (30), pues, en primer, le abriría más las puertas a la amplia impunidad existente, y, de entrada, haría falta un presupuesto central sine qua non: un conocimiento, por lo menos, adecuado, de la verdad de lo sucedido. Por otra parte, una ley así, para que pudiese ser socialmente eficaz, debería estar soportada por un propósito nacional casi imposible de construir en el actual marco de polarización sobre el problema de la paz.
Entonces, dejemos el asunto así hasta que vaya madurando, y digamos algo sobre la crítica que tantos le están haciendo al proceso OSLO-LA HABANA, en el sentido de que es una puerta abierta a la impunidad.
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En los últimos meses dos destacados líderes, el Procurador y el Ex-presidente Alvaro Uribe Vélez, al unísono, han hecho una convocatoria al país a que nos rasguemos todos y todas las vestiduras por el crimen de lesa-Colombia que se estaría cometiendo al apoyar un proceso de negociación que le estaría abriendo las puertas de par en par a la impunidad judicial.
Pero, en Colombia la impunidad ha sido la ley, lo más regular y constante del sistema judicial colombiano; ha sido- y, sobre todo, continúa siendo- una frecuencia mayor que la de los fallos. No es que porque así sea acá, no importa que en la Habana también haya impunidad, pues en la tierra de Martí los negociadores de las dos partes no harán nada por fuera de una forma de justicia, internacionalmente reconocida y validada, llamada JUSTICIA TRANSICIONAL.
Sería quizá más importante que Procurador y ex-presidente con sinceridad se dedicasen a contribuir a buscarle salidas a un sistema judicial, que como el colombiano, está en los límites críticos de lo incontrolable, antes de obsesionarse por cuestionar a priori un sistema de justicia que, como el de La Justicia Transicional, todavía no se ha aplicado en el caso de las negociaciones en Cuba. De acuerdo con un veredicto de la Corte Suprema de Justicia, el sistema judicial colombiano está pasando por una coyuntura, que coloca en tela de juicio su funcionamiento: mientras que en el sistema penal la impunidad puede llegar al 97%, en el civil, la posibilidad de condenas es apenas del 20%. (31)Una situación así, sí es un motivo como para convocar a un rasgar colectivo de vestiduras.
La Justicia Transicional no ha sido concebida para perdonar a las personas en lo penal porque sí y ni siquiera para pagarles o agradecerles la dejación de las armas a quienes las han empuñado de modo subversivo; es una forma de justicia, concebida para abordar y manejar y ponerle fin a un conflicto macro, grave para el país y de mucho impacto perverso para el conjunto de sus habitantes. Por sí y en sí misma carece de sentido, pues es una función de las condiciones en las que se maneje el conflicto a resolver. Es así como a la luz de sus lógicas, el cómo y el cuánto de justicia dependen de los niveles de reparación de las víctimas, de el qué y el cuánto de la reparación, así como de los grados efectivos alcanzados en el establecimiento de la verdad, de garantías de no repetición y de reconciliación. (32) Esto parece olvidarlo, casi por completo, el líder de la oposición a la paz, el ex-presidente Alvaro Uribe Vélez, así como sus asesores y seguidores. ¿Mala fe o interés político u obsesión guerrerista o todo a la vez? Recordemos ahora que, hace 21 años, el propio Uribe, como senador y ante una situación crítica de vacío legal, sacó avante una ley de indulto total para el M19. (33)
12. Carta enviada por 16 campesinos desde Marquetalia al presidente Guillermo León Valencia, 20 de mayo de 1964, Archivo General de la Nación, Fondo Presidencia de la República.
13. Sánchez, Ariel y Gonzalo, Sánchez, “NACEN LAS FARC, MAYO 27 1964”, http://www.colombialink.com.
14. Vélez Ramírez, Humberto, “CUANDO LOS MILITARES PIENSAN EN EL PAÍS MÁS ALLÁ DE LOS FUSILES”, EN, Idem, El Conflicto político armado en Colombia Negociación o Guerra, Editorial Universidad del Valle, 1998, pgs. 221-245
15. Entre otras cosas más allá de la entrevista, ver, ANALES DEL CONGRESO, “Palabras del señor Ministro de Guerra en sesión del 22 de agosto de 1962”, 4 de septiembre de i962, pgs. 879-883 Ruiz Novoa, Alberto, “Reforma de Estructuras”, En, EL GRAN DESAFÍO, Tercer Mundo, Bogotá, 1965, pgas.91-108.
16. Pataquiva García, Germán Nicolás, “LAS FARC, SU ORIEGEN Y EVOLUCIÓN”, Unisci, Discussion Papes, No 19 (Enero/Janauary 2009)
17. Vélez R, Humberto, SECUESTRO, impresos Richard Ltda. Marzo 2005, p.178.
18. Echandía, Camilo , “Dinámica espacial de las muertes violentas en Colombia” 1900-2005.
19. Coverdy Rojas, Jalily “LA ECONOMÍA MICROPOLÍTICA DEL TERROR Y LA CRUELDAD EN LOS GRUPOS PARAMILITARES” Tesis, Maestría de Estudios Políticos, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, 2001; ver también, Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación, MEMORIAS EN TIEMPOS DE GUERRA Reportaje de Iniciativas, octubre 2009.
20. El Espectador, Bogotá, 14-20 noviembre de 2004.
21. SEMANA
22. Vélez, Humberto, SECUESTRO, op.cit. pgs 177-181; El Espectador 14-20 noviembre, 2004.
23. Entrevista de Camila Zúñiga a Otto Morales Benitez, El Espectador, 11-09-2012.
24. Vélez Ramírez, Humberto, “CUANDO LA VIDA HUMANA NO CABE EN ELCUERPO SOCIAL QUE HABITA”, Atisbos Analíticos No.
25. El Espectador.com, 05-24-2013
26. Maya, Guillermo, “Colombia: Modelo para desarmar”, El Tiempo, 23-05-2013.
27. A este respecto, ver, “La crisis de los códigos de regulación de la vida social”, en, Vélez, Humberto, SECUESTRO, op. cit. pgs. 187-194.
28 .Vélez R, Humberto, Notas de Clase sobre la Naturaleza de lo Político, Programa de Estudios Políticos, Universidad del Valle, 2013, en proceso de publicación.
29. ENTEVISTA DE ALFREDO MOLANO A LOS NEGOCIADORES DE LAS FARC, El Espectador, domingo 19 de marzo de 2013, pgs. 6 a 9.
30. Quintero Cerón, Rafael, COLPRENSA, 22-05-2013.
31. COLPRENSA, “Impunidad en el sistema penal puede llegar al 97%”, 03-19-2013.
32. De la Calle Lombana Humberto, “Justicia transicional: más allá de la teoría del sapo”, El Tiempo, 18-05-2013; en este artículo, De la Calle trabaja la siguiente bibliografía: Sandrine, Lefranc, Políticas del Perdón, Frénesis, 2007; Ambos, Kai, El Marco Jurídico de la Justicia de Transición, Temis, 2008; De Greiff, Pablo, Justicia y Paz, Intermedio, 2009.
33. Ver, http://www.periodismo sinfronteras.com/indulto-al-m-19