CONSTRUIR LA DEMOCRACIA CON ALEGRÍA, JUSTICIA Y DIGNIDAD
Notas de la Asamblea de combatientes
En las siguientes páginas reproducimos extractos de las intervenciones de Alvaro Fayad, comandante del M-19. El objeto de esta reunión de combatientes fue analizar las causas, implicaciones y respuesta a la masacre de militantes del Ricardo Franco, ordenada por la Dirección de ese grupo.
La intención, al publicar estos textos, es ampliar la invocación de nuestros comandantes al debate, la cual se encamina a afrontar los múltiples retos que implica asumir la democracia; responsabilidad ésta que descansa en manos de una nación que merece el mejor de los destinos, y de un continente que, como señalara Bolívar, está llamado a asombrar al mundo.
Colombia, enero de 1986
IDEAS PARA LA NUEVA NACIÓN
LA REVOLUCIÓN.
FIESTA DE LA VIDA Y PARA LA VIDA
Álvaro Fayad Delgado
Todos se enteraron por la radio sobre la masacre que está haciendo el grupo RF y todos saben de los criterios y la decisión de nuestra Dirección al respecto. Ahora tenernos que discutir a fondo estos problemas, hablar sobre lo que estamos sintiendo, y además, meternos en la cabeza qué está pasando, no es sólo un problema del grupo RE.
Es algo que va mucho más allá, porque es el problema de la dignidad, de la justicia, del respeto al ser humano, de la democracia. De la democracia que tenemos que construir desde aquí, desde ahora. Es el problema de lo que le da sentido, le da dignidad y le da limpieza a nuestra vida, a nuestros actos, a nuestros sueños, a nuestras armas. Todo lo que hacemos es por la democracia y la justicia: si no hay eso, nada, absolutamente nada que hagamos, tiene sentido.
Entonces, lo que queremos es examinar los hechos, examinar por qué esa dirigencia maníaca está causando la masacre. Y que hablemos de los criterios, de las actitudes y de la necesidad de profundizar la democracia en nosotros mismos. De la necesidad de que la revolución sea lo que es: de verdad una fiesta de la vida y para la vida, y no un camino de errores, injusticias, sectarismos, prepotencias con las masas, con el pueblo, con las otras organizaciones y con la nación entera.
No hay justificaciones para la injusticia
Los hechos son dolorosos, compas, y están ahí: más de cien cadáveres, más de cien muchachos, niños y mujeres, torturados y ejecutados. Cuando el grupo RF nos presenta los primeros hechos —sus pruebas sobre la infiltración del Ejército-, nos damos cuenta que son confesiones obtenidas a través de la tortura, y nos negamos de plano a cualquier discusión sobre hechos manchados de la injusticia y la tortura, que es arma del enemigo, y les planteamos que no siguieran por ese camino de muerte y de injusticia.
Ellos dicen que la investigación muestra que, efectivamente, tenían infiltrados y agentes de inteligencia militar en el seno de su grupo: que había tenientes, capitanes y coroneles de la inteligencia militar; que estaban los culpables, la de los asesinatos y desapariciones de algunos de nuestros compañeros y de compañeros del RF, y estaban también los autores de los asesinatos del padre Ulcué, del padre García, del atentado a Navarro y miembros de los grupos paramilitares que se mueven en el Cauca y el Valle. Y nos dicen que de 180 o 190 hombres, han descubierto que tienen 150 infiltrados y que una minoría de 30 o 40 está dando la "batalla heroica" contra los hombres del enemigo. Todo esto mediante el mecanismo de la tortura, como confirmamos después. El hombre torturado denuncia a cinco, esos cinco son torturados y denuncian a diez más, y se produce un círculo infernal de torturas, delaciones, ejecuciones, nuevas torturas y nuevas delaciones.
Nosotros no aceptamos eso, compas. No aceptamos ningún resultado de una investigación basada en el crimen y la injusticia.
Y si la "victoria" como la llama el grupo RF es a costa de la sangre y a costa de manchar las armas, las mentes y los sueños de los revolucionarios, no queremos ese tipo de victorias; porque es la derrota de la revolución. Porque la revolución se hace para lograr la justicia y la dignidad, y aún en medio de la guerra, y precisamente en medio de la guerra, cuanto más dura sea ésta, más profundos, más limpios tienen que ser los mecanismos, las actitudes, las manos, las banderas y las miradas de los revolucionarios.
Y claro que hay mecanismos para impedir la infiltración del enemigo; claro que hay medidas de seguridad. Pero la mejor de todas es la confianza en nuestro pueblo, en nuestros combatientes y que sea tan grande y tan clara la dignidad y la justicia por la que luchamos, que sea posible detectar cualquier jugada del enemigo.
Aún frente al enemigo, compas, nos negamos a la tortura; la rechazamos venga de donde venga, y no aceptamos ninguna información producto del miedo, del terror, de acabar con la dignidad humana, que es lo que causa la tortura.
Todo eso le dijimos a los Franco. Pero continuaron su camino de horror y terror, dejando por donde pasaban, en cada casa campesina, en cada comunidad, no la semilla de la rebelión contra la injusticia, no el mensaje limpio y revolucionario de que hay que luchar y rebelarse contra la injusticia, sino un reguero de cadáveres. Esto no es la revolución, compas, ni la razón para la cual tomamos las armas. ( ... )
Es imposible que la juventud del Cauca y del Valle de Corinto, Florida, Pradera, Yumbo, Cali, esa juventud a cuyo lado hemos combatido al enemigo varias veces, diera 120 o 150 agentes al enemigo. Pero si el enemigo es capaz de producir esa mística de combate y es capaz de infiltrarse en esa forma, algo andaba podrido en el grupo RF, porque era más capaz de recoger el enemigo, que ellos mismos.
Y ni aún así, compas, aceptamos pruebas manchadas de injusticia, de ignominia y de tortura.
Ellos de todas formas continuaron su "investigación", y hace cinco días decidimos ir a una reunión con la dirección de ellos, para decirles en la cara, frente a frente, "ustedes son unos asesinos, unos criminales, y estamos pidiendo ante la nación y el conjunto del movimiento guerrillero su juicio, su condena y su expulsión de la Coordinadora Nacional Guerrillera". Les dijimos que el RF está acabado, porque ellos mismos se habían encargado de acabarlo, que lo que no había podido hacer el enemigo en cinco años, lo hicieron ellos mismos en veinte días. Y que era absoluto y total el rompimiento definitivo. Ellos insistieron en que ahí están los infiltrados de la inteligencia militar. Y que también están entre nosotros. Pero, para nosotros, ésta no es la preocupación ni la discusión fundamental.
Vivir la democracia hoy, única forma de sembrarla para el futuro
La discusión fundamental tiene que ver con la justicia, la democracia y la dignidad, y tiene que ver con los lastres de nuestra izquierda y de nosotros mismos. Porque todavía no se da el respeto a posiciones divergentes en el seno de las masas o de nuestras organizaciones. En este país la antidemocracia de la oligarquía ha sido tan fuerte, y pesa tanto su esencia criminal, que también los gestos antidemocráticos de la izquierda se producen sin que nadie diga nada. Las Farc pasan por esta región aterrorizando a la población, y nadie protesta con la debida fuerza. Y la guerrilla todavía ejecuta personas por diferencias políticas y no protestamos. Se dice entonces que los trapos sucios se lavan en casa, que decir los errores en público le hace el juego al enemigo. Nosotros pensamos que lo que le hace el juego al enemigo es la incapacidad, el negarnos a ver nuestros propios errores para corregirlos. Por eso decidimos hacer pública esta condena, rompiendo una costumbre de las organizaciones guerrilleras y revolucionarias.
El M- 19 ha tomado, definitivamente, la decisión de ser vocero contra cualquier injusticia que se corneta en este país, porque es en contra de eso que estamos luchando. Y además de la condena frente a la nación, le estamos pidiendo a la CNG la expulsión definitiva del RF.
Pero esto no será suficiente, compas. Si en el movimiento revolucionario no logramos que cada voluntad y cada arma se indigne contra la injusticia en este país y se alce a la rebelión contra la injusticia cometida por quien sea; si no hacemos de la revolución, de verdad, la democracia, el respeto al hombre, a las opiniones, a los grupos sociales diferentes a nosotros, de verdad no vale la pena combatir. Si el mundo que vamos a construir no nos da una sociedad alegre, vital, con respeto a la persona y a la diversidad, hemos fracasado.
Estamos enfrentados a un enemigo que es duro, a una oligarquía militarizada, terrorista y torturadora. El camino del triunfo no está hecho de quién es más torturador, ni de quién es más criminal. Somos totalmente distintos al enemigo: nuestras armas son distintas, nuestra manera de ver y vivir es distinta, nuestra manera de relacionarnos es distinta. Porque confiamos en el pueblo y confiamos en el hombre. Porque no hacemos del terror resultado, para conseguir apoyo, para conseguir silencio o para conseguir aprobación. La revolución no son las armas que van a los pueblos y se imponen por el terror. La revolución tiene otra manera de vivir y de ser. La revolución convence, atrae, es dura con el enemigo en el combate, pero lo respeta. Porque la revolución no se impone a la nación mediante el número y el poder de sus armas, sino que la atrae, la unifica, va combatiendo y viviendo como combate y vive nuestro pueblo.
Entonces, no podemos permanecer ni permitir la pasividad ante la injusticia, ni en nuestras propias filas ni en las filas de la guerrilla. La capacidad de rebelarse ante la injusticia es la mejor cualidad revolucionaria.
La democracia no es, para nosotros, una manera de organizar la sociedad en el futuro. Es además, la manera como nos relacionamos con la población civil y entre nosotros mismos. Por eso, la actitud del RF está mostrando, en el extremo de lo absurdo, los errores de una izquierda que todavía tiene raíces y prácticas antidemocráticas, y la mejor forma de derrotar esa actitud es que profundicemos la democracia como forma de vivir y de sentir.
Por eso, no nos preocupa la andanada que la oligarquía va a lanzar ahora contra el movimiento guerrillero, porque tenemos banderas limpias, compas, porque pensamos que ellas son el mejor camino para convocar a la nación, para sembrar de rebeldes a este país y para que los millones de rebeldes de Colombia tengan como única bandera la democracia, como único sentido la dignidad.
La rebelión armada tiene que encontrar en el M- 19 la garantía total, permanente y diaria de que construiremos la democracia, de que construiremos una manera de ver y de vivir alegremente este país, con luchas limpias, por más duras que sean; que la construiremos con combates de respeto a la dignidad humana., aún en medio de la guerra.
La unidad: sobre los principios de democracia y respeto a la vida
Estamos ante batallas por la verdad: la verdad entre nosotros, la verdad con la población, la verdad frente al mundo. Y la unidad hoy se da en función de esos principios de democracia. La unidad revolucionaria y guerrillera no se da simplemente por el hecho de estar armados, porque no es el problema de tener las armas lo que nos convierte en revolucionarios.
El grupo RF venía hace un mes de tener una victoria militar contundente y exitosa: la toma de Miranda. Pero sin un proyecto político de democracia, sin una propuesta política, sin un clima interno, no fueron capaces de convertir ese triunfo militar en triunfo para la revolución y, contrariamente, iniciaron el camino de su propia derrota.
Entonces, tenemos que ser más exigentes en la unidad revolucionaria. Tenemos que ser más profundos y más convincentes y más contundentes en que las fuerzas de la democracia armadas y no armadas debemos fundirnos en función de la democracia y no de otra cosa. Y tienen que ser tan profundas y tan limpias nuestras victorias, como para poder seguir diciendo, como lo hemos hecho, que la democracia en Colombia tiene aquí un Ejército; y que cuando la oligarquía ha convertido la guerra y la muerte en su única bandera, este año, nosotros levantamos la bandera de la vida. Y la vida sólo es posible cuando hay democracia, cuando hay respeto, cuando hay dignidad.
Construir la fuerza de la victoria
Entonces, compas, en concreto: además de la indignación y el asco que nos producen estos crímenes, del dolor que sentimos, mirémonos también nosotros y miremos este país.
No es suficiente condenar a los Franco. Hay que buscar cuáles son esos puntos que los llevaron a tomar el camino del terror y del crimen; sobretodo, a buscar cuáles son las banderas que tenemos que profundizar, cuáles los principios que tenemos que vivir para corregir nuestros errores y exigirle al movimiento guerrillero una corrección; para decirle a las FARC que su actitud frente a las masas no es el camino revolucionario y, principalmente, para decirle a este país que esta fuerza militar de demócratas en armas, le asegura la democracia porque la siente, la vive y la practica cada día; que Colombia tiene una fuerza militar para la victoria, que tiene hombres y mujeres capaces de dignificar la vida, de forjar la democracia.
Digamos lo que sentimos, compas. Hablemos de verdad lo que pensamos. Este no es un momento cualquiera de la historia de la guerrilla en Colombia. Es un momento que marca linderos, que define posiciones, que exige nuevos desarrollos, nuevos procedimientos, mejores actitudes y victorias.
Que todo el mundo sepa que el M-19 no va a dejar pasar injusticia alguna, sea quien sea el responsable de ella.
LO FUNDAMENTAL: HACIA DÓNDE AVANZAMOS
Álvaro Fayad Delgado
(... ) Cuando hablamos de democracia, hablamos de una manera de unificar fuerzas, de hombres que tienen que tener la capacidad de solucionar la miseria, pero también de sembrar de dignidad y libertad todos y cada uno de los sectores sociales, económicos y políticos que están en la democracia.
Cuando decimos respeto a la vida, es primero que todo a la vida física, pero también es vida la cultura de las comunidades indígenas y la forma en que los hombres eligen organizarse, su manera de vivir y de pensar. Asumir de una vez ser hombres de justicia, demócratas en armas, es lo fundamental: sembradores de la vida y de la justicia y del bienestar económico y social, cultural y político de esta nación y de este continente.
Entonces, no reduzcamos el problema de la justicia y la injusticia a la tortura, o el asesinato. Nos tiene es que estremecer en todas las fibras de nuestra actividad. El sectarismo, el no darle validez a otras luchas y a otras convicciones, no luchar permanente y concienzudamente por ampliar el campo de la unidad revolucionaria en armas y el campo de la unidad democrática en este país y en este continente, también es parte de este problema.
El problema, son también los Franco, pero no es solamente eso. Es un país y una nación que no sabe lo que es la democracia porque nunca la ha vivido. Y se nos hace tan difícil porque de esta oligarquía sólo hemos aprendido y hemos padecido la opresión y la indignidad.
Nos toca construir y aprender a luchar, a fundar y a consolidar la democracia empezando por nuestras filas. Lo que queremos son hombres que sean capaces de convencer; de contagiar con su entusiasmo y alegría, su convicción de poder y de triunfo. Lo que queremos es un M- 19 capaz de denotar la muerte que está arrojando la oligarquía; un M-19 tan claro, que sea capaz de producir el heroísmo como el de los compañeros del Palacio de Justicia, respetando la vida de los hombres ahí. Y unos hechos tan nítidos y tan claros que, además de romper la propaganda del enemigo, produzcan una convicción activa y viva, la convicción que actúa en la población donde nos movemos.
Tenemos la obligación, mediante nuestro accionar militar, mediante el uso de nuestra palabra, de nuestra práctica y ejemplo, de decirle al país que la revolución no es el temor, no es la colaboración por miedo; que la revolución es el camino ancho de nuestras convicciones y anhelos democráticos.
Ahora: no pensemos que esta discusión nos soluciona el problema. No nos sintamos nosotros los puros, y los otros, los culpables. Somos parte de un país y ese país nos ha formado en su alegría, en su manera de ser, pero también nos ha arrojado el lastre del pasado, de la oligarquía. Por eso, en medio de nuestros errores, lo fundamental es hacia dónde avanzamos, cómo le vamos abriendo camino a la democracia en este país y entre nosotros mismos.
La tarea es inmensa y la solidez de nuestras convicciones tiene que ser tan inmensa como la tarea. La claridad por lo que luchamos tiene que ser tan profunda como profundos son los males, el terror, la injusticia en este país; y tan certera como rotundo y contundente es nuestro accionar militar. Para que cada uno de nuestros hechos-políticos o militares, de masas, de unidad, internos- vayan derrotando la muerte y la antidemocracia; para que vayan templándonos en el vigor que da la convicción profunda de la justicia vivida, sentida y practicada.
Es decir, no es emprender una cruzada moral en el sentido de que yo me arrepiento y listo, o "yo no soy así, sino que son los otros". Son fuerzas sociales las que tenemos que mover, son fuerzas morales, son decisiones individuales y colectivas de una nación y de un continente que no conocen la democracia.
Sabemos lo que no debe ser: ese estilo de vida y ese estilo de muerte a que nos ha sometido la oligarquía, no es la democracia; la manera como algunas organizaciones guerrilleras se presentan ante las masas, no es la democracia; la manera silenciosa, pasiva y triste con que se presenta el porvenir revolucionario, no es la democracia. Pero el proceso nuestro no se reduce a decir "esto no es". Se trata fundamentalmente de consolidar una manera de ser, de combatir, de organizarnos y de juntar fuerzas en y por la democracia.
Porque queremos vivir en una sociedad sin pobreza y sin miseria. Una sociedad en la que de verdad seamos libres y plenos, donde tengamos el derecho de escoger o rechazar, de hablar o de callar, de andar o de sentarnos, de pensar y de gozar y de crear. Y es apoyándonos en el pueblo y es convocando con los hechos, consolidando victorias morales, políticas y militares.
Entonces, lo que discutamos va más allá del problema de los Franco, y más allá de nosotros mismos. Es una nación y es también un continente que, como decía Bolívar, va a asombrar al mundo. Es que todo hombre que ingrese en este movimiento, de nuevo, como Bolívar, es libre. Es, como Bolívar cuando enfrenta la guerra a muerte, no permitir que sus militares la entiendan como irrespeto al enemigo. Es, de nuevo, como Bolívar, ¡sembrar!