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9 marzo 2014 7 09 /03 /marzo /2014 10:59

UNA REVOLUCIÓN ABIERTA AL MUNDO

Carlos Pizarro Leongómez

 PRESENTACIÓN

 

Hoy tenemos un nuevo parte de victoria para la nación bolivariana. Entre el 10 y el 28 de abril pasado, la Dirección Nacional del M-19, junto con las comandancias del quintín Lame y de Alfaro Vive Carajo, celebramos una reunión en las montañas del Cauca. Analizamos el momento y las perspectivas políticas del desarrollo de la democracia en Colombia, y los avances de la unidad bolivariana en este continente de futuro. Asimismo, evaluamos los esfuerzos realizados a lo largo del último año y afinamos los planes e instrumentos político-militares en función de las propuestas y exigencias del momento. Se trata de una victoria más sobre las fuerzas de la oligarquía, empeñadas en impedir la realización de este encuentro. Y lo hicimos en plena zona de guerra, en un plazo de veinte días, con el enemigo cercándonos y hostigándonos; corriendo todos los riesgos, es cierto, pero decididos a realizarla en Colombia y confiados en la capacidad de la Fuerza Militar de la democracia para actuar como defensora, como garante, de los trabajos de su dirección político-militar.

 

En medio del cerco vivimos la tranquilidad y la alegría que caracterizan estos encuentros de compañeros y amigos. Fue emocionante estar reunídos otra vez, repasar anécdotas y experiencias vividas, constatar los desarrollos, y también sentir la presencia agigantada de los hermanos ausentes. La imagen viva del comandante Álvaro Fayad nos acompañó en todo momento, llenándonos de su vigor, su creatividad, su convicción de triunfo y sus reflexiones.

 

 No tuvo la reunión el carácter de Conferencia Nacional del M-19, pero participaron gran número de miembros de nuestra Dirección y Comandancia. Buscando mantener ese espíritu de puertas abiertas que ha marcado nuestras últimas reuniones nacionales, hoy presentamos ante el país y el continente los contenidos generales y conclusiones de nuestra discusión, sintetizadas por el Comandante General del M-19, Carlos Pizarro Leóngomez.

 

Y por ello, esta Carta Nacional, concebida tradicionalmente como documento interno de la Organización, rebasa su propósito y tiene como destinatario a un país ya un continente. En particular convoca a las fuerzas del futuro de Nuestra América a unirse en el esfuerzo por darle sentido histórico a nuestras identidades como Nación latinoamericana. Es, en últimas, la marcha de otra generación de americanos hacia el nuevo mundo.

 

UNA REVOLUCIÓN ABIERTA AL MUNDO

 

Hemos realizado aquí un enorme esfuerzo de síntesis, pensando y repensando nuestra realidad, nuestros logros, nuestros vacíos y nuestras proyecciones.

 

Y todo indica que hoy debemos ser, construir y actuar como Gobierno: un Gobierno de mayorías que suscite nuevos protagonismos y nuevos liderazgos sobre el país, el continente y el mundo. Es urgente que nos comportemos como Gobierno, aún sin tener, todas las condiciones para su existencia real; aún sin contar con todas las fuerzas que tienen que participar en ese Gobierno y sabiendo que nosotros no copamos toda la democracia, pero que podemos actuar como catalizadores de nuevas formas de protagonismo político, militar, social, civil y cultural en nuestra patria y en América Latina.

 

Buscando a América

 

No basta hoy pensarnos en el reducido espacio de nuestras fronteras nacionales porque ya no es el tiempo de las revoluciones solitarias. Tenemos que pensarnos en función de América Latina, sólo en este marco continental podremos integrarnos en un proyecto que multiplica y universaliza nuestros esfuerzos, que no es mera sumatoria de fuerzas sino convergencia para el mañana, para la victoria. Pero nada puede vertebrarse sino a la luz de una nueva Nación, que rompe con visiones anteriores de lo que debe ser la revolución; que rompe con esquemas de Estados totalitarios, con esquemas clásicos de desarrollo y con visiones recortadas que se nutren de afanes economicistas. Es decir, hoy la nueva nación tiene que buscarse en la totalización de valores básicamente democráticos en el sentido pleno de la democracia que es participación mayoritaria y confluencia en torno a las aspiraciones colectivas.

 

Una democracia que no parte esencial ni exclusivamente de las referencias de otras democracias populares -que introducen esquemas diferentes en la organización del Estado y la sociedad- sino que busca caminos propios, distintos, originales en su esencia. En América Latina se exige de los revolucionarios que seamos capaces de desencadenar las fuerzas múltiples de nuestros pueblos, de apoyarnos básicamente en el alma de nuestras comunidades, en nuestros colectivos sociales, dándole énfasis a estos elementos como factor de equilibrio de las fuerzas que se mueven dentro de la sociedad. No se trata meramente de la búsqueda de una alternativa de Estado: es la búsqueda de una alternativa para los pueblos, para las naciones, que debe dar la luz para las formas de organización política, social y civil que más nos convengan. Es la búsqueda de una democracia que nos centre en el hombre y proyecte al hombre como entidad colectiva, enmarcada dentro del respeto a ese hombre y a esa voluntad colectiva transformada en comunidad y en fuerza. De ahí la convicción que tenemos de que la América Latina tiene que aportar algo nuevo a la humanidad; de ahí lo que nos dinamiza, nos hace optimistas y nos da fe en que realmente tenemos elementos para enriquecer los esfuerzos revolucionarios a nivel mundial. Porque la virtud de nuestro mestizaje racial, de nuestro mestizaje cultural, de nuestro patrimonio histórico, ofrece la perspectiva de una revolución que integre, de una revolución de puertas abiertas, abierta al mundo y no sólo centrada en sí misma como nación latinoamericana. Indudablemente, construir el sistema de valores, la ideología, la doctrina, la filosofía o los desarrollos éticos y estéticos de una revolución de esas características no puede ser asumido únicamente por tal o cual organización. Es tarea de todos. Y es un proceso que habrá de asentarse en experiencias concretas, con desarrollos y logros específicos; que retoma búsquedas anteriores pero también aporta algo original. Por eso hoy tenemos que volcarnos hacia afuera con mucho mayor vigor; hoy no podemos simplemente enarbolar las banderas de una organización determinada porque castramos la posibilidad de involucrar a un continente en este esfuerzo. Solamente entendiéndonos por fuera de nosotros mismos, trascendiendo lo que hemos sido hasta ahora, podemos ser más ese elemento sintético que hemos sido a lo largo de nuestra historia. Esta es la angustia, el tema que más se ha manifestado en el transcurso de nuestra reunión: cómo asumir plenamente nuestro papel de conductores y a la luz de qué. Por supuesto que no podemos perfilar aún totalmente los contornos de esa nueva nación; pero sí sabemos que es en la búsqueda de lo nuevo donde está la posibilidad de nuestros desarrollos futuros; y sabemos que sólo podremos ser conductores quienes motivemos hoy el protagonismo colectivo desencadenando las fuerzas de una búsqueda que tiene que ser masiva. Alguien comentaba aquí que debemos tener algo de la esencia de los conquistadores buscando un nuevo mundo, para no quedarnos amarrados a viejas propuestas y anteriores alternativas. Por supuesto que sin el carácter destructivo que tuvo la acción de los conquistadores sobre el continente. Pero sí con esa visión de buscar espacios nuevos, soluciones y territorios nuevos para la acción revolucionaria en América Latina. O como Bolívar, quien no fue conquistador de ninguna tierra, pero sí el hombre que en la búsqueda de la síntesis dinamizó los sueños y esperanzas del nuevo mundo; tener la capacidad de situarnos en una perspectiva distinta y de mirar la realidad con ojos nuevos es el reto permanente para todos nuestros hombres. Y eso pasa por la certeza de quedarnos dentro de una perspectiva muy nuestra; muy bolivariana, muy del M-19, muy de Alfaro; de buscar siempre la respuesta nueva a los efectos que producimos; de negarnos a encasillarnos, o a esquematizarnos, a regocijarnos en nuestras propias victorias; de sentir que el espacio conquistado es un espacio que puede abandonarse para adquirir horizontes más amplios y mañana regresar a él. Es no estar aferrados al pasado, ni siquiera en los más altos logros obtenidos.

 

Leyendo a Carlos Castañeda encontrábamos una reflexión esclarecedora.

 

Él dice que la conquista española destruye toda una cultura, pero que también, como fruto de ese proceso, se ofrece la revelación total de algo nuevo. Pensamos que eso es América Latina hoy: la búsqueda de esa revelación que nos totalice a todos los niveles. Tal es la búsqueda de los hombres de esta generación. No podemos quedarnos cortos ante ese desafío, ni podemos quedarnos en nosotros mismos. Entonces, todo lo que se traduzca alrededor de la búsqueda del cuerpo doctrinario, de las fuerzas políticas, sociales, civiles, militares, de los desarrollos culturales, éticos, filosóficos y estéticos de la nueva nación, es síntesis que permitirá la cristalización del protagonismo colectivo de la América Latina. Con este faro, aparentemente todavía lejano, tenemos que conducir todos los esfuerzos. Porque es lo que le da sentido y perspectiva a cuanto hagamos de inmediato, a la construcción de alternativas de gobierno para nuestros pueblos. Y que quede claro: no es ser Gobierno por la urgencia del poder  político; es ser Gobierno por la urgencia de conquistar el futuro al interior de una nueva nación que nos exprese, nos dé identidad y sentido histórico. Por ello tenemos que sentir una enorme fe en nuestros propios valores -esos que hemos desatado coherentemente sobre este continente- como instrumentos desmovilización, de organización y de lucha.

 

Ayer los esfuerzos nuestros podían estar enmarcados en el ámbito estrecho -y era urgente que así fuera- de la construcción de Ejército, de algunas opciones nacionales o de búsqueda de una paz inmediata para nuestro pueblo. Hoy nos movemos en un marco distinto. Por eso partimos de esta visión y confiamos en llegarles a los futuros e imprescindibles protagonistas de este proceso con una perspectiva que nos permite sumarnos, integrarnos y aportar como conjunto.

 

Pensar en el trabajo internacional en estos términos significa entregarle a los hombres que están desarrollando esa actividad una enorme responsabilidad: la de ir hacia las fuerzas de este continente. Dejar a los compañeros del trabajo internacional pensando en el M-19 o en el Alfaro Vive de hoy, pensando en sus necesidades de propaganda, o en las necesidades de la guerra misma -a nivel de su ejercicio concreto en un teatro de operaciones- es recortar la dimensión de su trabajo. Porque hoy tienen que potenciar todo su liderazgo, toda su capacidad de conducción como portadores de un mensaje nuevo, de un cuerpo doctrinario, como movilizadores de fuerzas de este continente que son parte de este proyecto y que indudablemente también deben potenciar todo su liderazgo. Hoy tenemos en el exterior a un equipo de hombres que es de lo mejor que tiene la Organización. Y esto es una ganancia enorme, pues es un esfuerzo que para nosotros es central. Porque en esta revolución que estamos planteando, el Batallón América y lo que nos significa, nos obliga a acercarnos de una manera distinta a todos los hombres y fuerzas que tienen que jugar un protagonismo en Nuestra América. Ya nuestros compañeros del trabajo internacional no son la estructura que propagandiza unas ideas para motivar la solidaridad internacional con Colombia, o para suplir nuestras necesidades logísticas. Estamos planteándoles una actividad distinta: porque es más lo que tenemos que ir a propiciar que lo que tenemos que recibir, así tengamos enormes urgencias logísticas, enormes urgencias de solidaridad...Hoy no podemos ser “anti-algo”, o ir a pedir algo: tenemos que llegar como portadores de una nueva concepción de la vida y del quehacer latinoamericano. Esto es algo que ya empieza a ser creído, según nos hace saber el Comandante de Alfaro Vive Carajo, quien ha trabajado como propagandista de estas ideas y esfuerzos. Y la presencia de Alfaro Vive en este proyecto, da la demostración de que sí es posible, de que no hay oportunismos pequeños ni hegemonismos fáciles al interior de esta búsqueda, sino que básicamente es el reencuentro de los latinoamericanos con lo que ayer fueron intentos de verdad heroicos por lograr la síntesis de una nueva nación latinoamericana.

 

Tal vez comenzamos sin tener mucha claridad sobre todos los significados de este esfuerzo que nos hemos propuesto. Cuando conformamos el Batallón América, ya andábamos en este sentido, pero indudablemente requeríamos de todo un proceso de vivencias y todo un ir y venir sobre lo planteado inicialmente, para encontrar las esencias de lo que nos propusimos y su enorme proyección. Por eso el Batallón América nos cambió sin darnos cuenta y surge como surge todo en una revolución, no como fruto de una reflexión histórica profunda y larga, sino como momentos intuitivos que recogen nuestros sentimientos más profundos y el mejor marco de nuestras ideas; que se lanzan y se ponen a prueba, y en sus propios desarrollos nos descubren nuevas ideas y nuevas realidades. De lo que sí tenemos la certeza es de que esto no fue un paso en falso; de que está comenzando a concentrar energías que mañana se revelarán en forma más espléndida de lo que hasta hoy se ha logrado.

 

Todo lo que hoy recogemos sobre esta experiencia a nivel continental es -pese a las prevenciones- atención, curiosidad. Y si vamos a nuestros pueblos, recogemos alegría dé verdad. Es una alegría serena porque se asume como algo familiar, algo propio. En ninguna casa campesina, de obreros, entre la clase media o la misma intelectualidad de nuestros países hemos sentido expresiones de fobia chauvinista ante la presencia de una fuerza bolivariana.

 

Por el contrario, es una identidad fácil y se asume como lo que se estaba esperando. Ciento cincuenta años esperándolo... Y nos toma por asalto; pero es tan natural ese asalto, que lo asumimos. Hoy la tarea es que el Batallón América no sea solamente el esfuerzo de las organizaciones actualmente comprometidas, sino que sea la concreción de la fuerza de la nación bolivariana y la esperanza de la nación latinoamericana en la lucha por una sociedad distinta, por una nación nueva y por la derrota del terrorismo, el racismo, el armamentismo, los nuevos colonialismos que hoy amenazan el destino de la humanidad.

 

Ser Gobierno para la nueva Nación

 

Por supuesto que la urgencia de la nueva nación y de concretar esfuerzos en esa dirección, no llegan como iluminaciones divinas ni como el trasplante de experiencias ajenas. Es fruto de la maduración de nuestros esfuerzos al interior de nuestros países y organizaciones. Y si bien pasa por el reconocimiento de lo que nos une, igualmente recoge, respeta y enriquece la diversidad como elemento vital en la construcción de la nueva nación. Entonces, nos surge la urgencia de darle respuesta a la nueva nación porque de alguna manera, a nivel nacional, sentimos la urgencia de tener un cambio y pasar definitivamente de ser oposición a ser Gobierno.

 

Esté propósito cambia a una organización y a unos hombres. Porque a partir de la configuración de un gobierno democrático como el que proponemos, la única alternativa de victoria es dentro del marco del más amplio consenso.

 

Ser Gobierno significa convocar fuerzas a que actúen como tal, a que participen, llenen de contenidos y se expliquen por qué nuestro Gobierno ha de ser de una determinada manera y no de otra; e implica -en la afirmación de que tiene que ser un Gobierno democrático desde ya-, un ejercicio pleno de la democracia. Sabemos que la nueva nación es la luz que permite ordenar el ejercicio, la existencia y el triunfo de ese Gobierno. Y esto integra los elementos que nos hemos planteado durante doce años como organización.

 

Porque los mejores valores del M-19 -recogidos de una permanente vivencia al lado de nuestro pueblo- están planteados ahora con la perspectiva de la nueva nación, que busquemos llenarlos de contenidos es una cosa, pero los elementos esenciales ya están planteados. Actuar como Gobierno implica también sintetizar y entregarle al país un sistema de valores que canalicen la voluntad de la nación alrededor de ese Gobierno. O, en otras palabras, recoger de una sociedad que tiene descuartizados sus valores, un sistema de valores que garanticen que el Gobierno expresa lo que la gente realmente quiere. Por eso, no es cualquier tipo de Gobierno: es uno que actúe a la luz de una nueva concepción de la vida e integre los valores que hoy están desgarrados y dispersos. Y como es un Gobierno que se basa y apoya fundamentalmente en el alma colectiva, tiene que desencadenar el protagonismo histórico de nuestros pueblos.

 

Sin eso no puede haber Gobierno democrático ni se puede aspirar a construir una nueva nación sobre la que ya hay.

 

Porque si ese Gobierno se plantea desde una perspectiva autoritaria -basado en el ejercicio de la fuerza y no del consenso, surge gastado, y tiene la derrota al frente. Por eso no estamos esperando a tener espacios de Gobierno para corregir esas expresiones antidemocráticas que perduran no sólo en las filas de la revolución sino fundamentalmente en todos los ámbitos de una sociedad que no ha conocido la democracia; estamos diciendo ejercer la democracia desde ya, aún antes de la construcción de esos espacios de Gobierno destinados a potenciarla en todos los niveles de la vida colectiva. Y sabemos que en la concreción del consenso y del sistema de valores que lo inspira, está la fuerza, están los puntos de apoyo para poder cumplir con las demás tareas que requiere el ser Gobierno.

 

 No es cualquier opción a la que la gente le camina hoy en día. La gente no está buscando entre dos males el menor; ni la gente se va a subir al carro de la revolución porque en un momento determinado se pueda derrotar militarmente al enemigo. Es decir, no es sólo la victoria la que mueve a la gente; es un universo más amplio en el que la gente pueda ejercer un protagonismo activo.

 

Durante períodos anteriores el esfuerzo central fue la construcción del Ejército; y gran parte de los conductores de la Organización tuvieron que asumir las tareas para que ese Ejército fuera posible; gran parte de las energías, los recursos, se destinaron hacia eso. Hoy ya no es ésta la tarea básica, si bien el Ejército, la confrontación militar, sigue siendo el elemento neurálgico de cuanto pasa. Pero ya no podemos seguir hablando de la creación de ejército como actividad que materialice el esfuerzo de la mayoría de nuestros cuadros.

 

Hoy el ser Gobierno desborda también nuestras expectativas de Ejército.

 

Y si hasta ayer la tarea central de la Organización fue la construcción del Ejército, hoy ese Ejército lo tenemos. Tener Ejército permite plantearnos ser Gobierno, pero también sabemos que ese Ejército no puede desarrollarse sino a la luz del marco general que estamos, planteando; que ese Ejército tiene que alimentarse a partir de nuestra actividad como Gobierno, y tiene que crecer a partir de nuestra actividad como nueva nación, o como nación en proceso de forjarse.

 

No podemos resolver ninguno de nuestros problemas sino con esa perspectiva.

 

De lo contrario, es condenar al Ejército a una confrontación de aparatos que a la larga, todos lo sabemos, desgasta sus posibilidades de transformar la realidad. En este período nuestro Ejército tiene que ser desbordado con prácticas nuevas, sin perder -por supuesto- la perspectiva de que en la destrucción de un viejo régimen, la actividad militar de la revolución  concretada en la actividad de su ejército- es tarea central. Lo militar mantiene su enorme importancia, ordena y da posibilidades a todos los demás esfuerzos. Pero repito: hay que comprender que no basta con tener una actitud de ejército, que no bastan las victorias militares para concretar nuestros esfuerzos. No podemos construir la retaguardia por fuera del contexto de ser Gobierno, ni las victorias militares sirven, si no es garantizando algo en ese sentido; porque nuestro pueblo no se va a vincular masivamente al esfuerzo de ejército si no es planteándolo dentro de la perspectiva de ser Gobierno.

 

Una solución viable a la crisis: que las mayorías seamos Gobierno

 

Esto de lo que venimos hablando obviamente ordena nuestras tareas frente a la situación del país. Hoy el propósito nuestro como fenómeno político tiene que apuntar básicamente a solucionar la crisis nacional. Sabemos que la oligarquía colombiana se ha mostrado incapaz y sin voluntad para resolver el problema que su misma dominación genera. Por eso utilizan la venida papal como distracción frente a una situación en la que ya nada tienen que hacer; por eso todos sus esfuerzos en paralizar y neutralizar las fuerzas interesadas en solucionar esta crisis; y por eso sus mensajes no son aportes de solución, sino propuestas de remiendo y justificaciones del “no se puede”.

 

El intento de solución de la crisis -dentro de la perspectiva oligárquica- se hizo con Belisario y fracasó. Fracasó porque fue tramposo y fue un intento que negó sistemáticamente la participación de las mayorías. El pueblo sabe que la oligarquía ya nada tiene que ofrecerle y que las alternativas de solución planteadas por la minoría son falsas. Y aun esa última expresión renovadora que significaba Galán para dar alguna ligazón a la oligarquía en la solución de la crisis, se rompe al renunciar Galán a asumir a fondo los desafíos que su misma propuesta había generado. Hoy surgen nuevos protagonismos en la búsqueda urgente por solucionar los conflictos nacionales.

 

Desde la propuesta del grupo de Uribe Rueda, pasando por todos esos organismos de base y fuerzas que plantean no demandas sino soluciones concretas, y llegando hasta la C.N.G., el período está marcado por la búsqueda de un nuevo consenso, la necesidad de construir un nuevo Gobierno y el plantear nuevas alternativas para solucionar la crisis.

 

En este período ya no buscamos la negociación con la oligarquía. Ya no es la actitud que teníamos durante el período del Diálogo. Ahí estábamos buscando la negociación con la oligarquía en aras de una concertación nacional que permitiera solucionar la crisis por vías distintas al desangre nacional. Y en ese esfuerzo, los principales protagonistas y ejecutores en la solución de la crisis, eran ellos. Y nosotros los reconocíamos como los gobernantes. El esfuerzo de consenso tenía que gestarse a partir de su actitud, de su disponibilidad a la apertura, y el nuestro era negociar la presencia de nuevas fuerzas en «el intento de solución de la crisis. Hoy es diferente. Hoy estamos reuniéndonos -al menos en cuanto a propósitos- y vamos a reunirnos con una cantidad de nuevas fuerzas sociales y políticas para construir un nuevo consenso, para plantear nuevas soluciones a la crisis y para convocar a un nuevo Gobierno.

 

Pensar hoy en cualquier salida a nuestros problemas por fuera del ser Gobierno, nos empantana: ninguna propuesta puede alejarse de eso. Este Gobierno puede existir y puede existir a corto plazo y en ello vamos a poner todos nuestros esfuerzos.

 

Un Gobierno como lo pensó Bolívar en los Llanos: en la convocatoria de los protagonistas y en ejercicios políticos concretos; no porque contara con zonas liberadas; no porque su Ejército hubiera destruido ya al Ejército contrario; no como Estado; sino por la decisión política de un grupo de hombres representativos y de un Ejército de ser Gobierno. Así lo vamos a ofrecer al país, para pronto, con un primer hecho de Gobierno: con sus actos y decisiones.

 

Que eso implica contar con espacios concretos: pues tenemos que crearlos. Entonces, que nuestro esfuerzo militar, político, propagandístico, orgánico, garantice el espacio de Gobierno necesario para que unas fuerzas -más amplias que nosotros mismos- puedan hablarle al país como Gobierno, que tomen decisiones de Gobierno y enfrenten, como gobierno, al desgobierno que pretende institucionalizar la oligarquía el 7 de agosto próximo. Y que comience la pugna entre dos Gobiernos: el que defiende la democracia como proyecto histórico y como eje de la nueva nación, y el gobierno antidemocrático, autoritario, oligárquico que expresa a las fuerzas regresivas de esta sociedad. Para el logro de este objetivo requerimos de planes que nos permitan pensar no sólo a la Organización, sino a todas las fuerzas involucradas en este esfuerzo. Tiene que haber un eje que ordene nuestra actividad y la de todos los hombres que en este país buscan una nueva nación y tienen un puesto que ocupar en el nuevo Gobierno.

 

Requerimos del mensaje claro alrededor  del cual se organicen los pregoneros de la nueva nación y se articule la labor  propagandística; requerimos del concurso de la inteligencia de este país y de objetivos precisos para que la energía creadora de esta gente se pueda canalizar en propuestas concretas enmarcadas dentro de los propósitos señalados.

 

Que las energías contenidas en el liderazgo de todos los que tienen algo que decir y algo que hacer en este país, se desborden en la búsqueda de objetivos concretos y en estos logros nos permitan proyectarnos sobre horizontes mucho más amplios. Y tenemos que garantizarnos la retaguardia: desarrollando los elementos de retaguardia que ya existen en nuestro interior; pero entendiendo que esa retaguardia a nuestro interior es frágil -y siempre lo será- porque los recursos de que puede disponer son limitados; que toca desplegar mayor originalidad para resolver los problemas de nuestra revolución. Sin fronteras amigas, nos toca hacer un poco lo que a los combatientes de Sierra Maestra: trabajar y profundizar los espacios de retaguardia en el interior del país.

 

El plan militar y sus desarrollos han de concretar en logros de Gobierno cada paso que demos. No podemos ya dejar sujeto nuestro esfuerzo militar al arbitrio de las circunstancias; tenemos que buscar dar saltos y lograr un espacio de la región, que es espacio de Gobierno. No podemos dejar nada suelto, y si no consolidamos la región militar, como tal, el espacio de Gobierno no tiene posibilidades de asentarse. Pero tampoco podemos permitir que el enemigo nos condene a una guerra de desgaste interminable. Nuestra obsesión y compromiso es ganar esta guerra al menor costo y en el menor tiempo posible. Y de ahí que lo mejor de nuestros esfuerzos tiene que dirigirse a garantizar que la unidad en el interior de la revolución colombiana siga dando pasos ciertos para el desarrollo de este proceso, como lo ha venido haciendo hasta ahora con la Coordinadora Nacional Guerrillera.

 

Pero sus esfuerzos deben concretarse y materializarse en cosas tangibles; que la unidad se sienta en el país como un ejercicio real de Gobierno; no como la unidad de las izquierdas, que no dice nada. Tenemos que dinamizar la unidad con ese significado; para que los jefes de las organizaciones guerrilleras en Colombia sean parte del Gobierno democrático que nos queremos dar, y no simplemente los conductores de pequeñas entidades orgánicas o la expresión de la marginalidad de la izquierda colombiana. La Coordinadora tiene que evolucionar hacia eso: a ser parte del nuevo Gobierno que está naciendo; a ser el núcleo con el que se empieza a ser Gobierno, para que el nuevo Gobierno pueda desarrollarse e ir aumentando su cobertura con la presencia de futuros y necesarios protagonistas que representan a más fuerzas que se mueven en Colombia y que aspiran al cambio. Hay urgencia de que en la C.N.G. nos vayamos acercando en el campo de lo doctrinario y de lo que queremos para nuestra sociedad, para la nueva nación, de tal manera que lo que hoy es coordinación de esfuerzos militares, pueda traducirse en identidades mucho más profundas en términos de ideales, de propuestas políticas, de propuestas para el conjunto de los fenómenos sociales, ya hay logros por supuesto: el simple hecho de manifestar coincidencias éticas en torno al Ricardo Franco, significa que hemos ahondado en ese sentido; y más aún: la aceptación de una plataforma mínima de lucha, la convocatoria conjunta a la Asamblea Nacional Popular, y la serie de tareas organizativas que hemos emprendido en forma bilateral o multilateral, no son sólo pasos, sino un camino abierto para la revolución colombiana.

 

Pero hoy el enemigo nos está exigiendo que introduzcamos más afanes militares en el seno de la C.N.G. Porque el enemigo ha desatado la guerra, ha decidido el aniquilamiento de nuestras fuerzas, y nosotros no podemos mantenernos impasibles ante tamaño desafío. Mantenernos en la realidad actual es conformarnos con una eventual derrota; porque el aniquilamiento de cualquiera de nuestras fuerzas significaría el atraso -por quién sabe cuántos años- de los esfuerzos transformadores de cuantas organizaciones revolucionarias hay. No podemos vernos como fenómenos marginales y disgregados y tenemos que asumir, con todas sus implicaciones, que totalizar en este nivel requiere de transformaciones profundas en el interior de nuestras propias filas.

 

En el interior de la C.N.G. ya se mueven todas estas inquietudes y algo hemos hecho en este sentido. Hoy es clara la certeza de que todos apuntamos en la misma dirección; cada uno con énfasis en unos u otros elementos, pero todos buscamos la transformación de la patria. Lo que no puede haber hoy son desarrollos tan desiguales en el terreno de la confrontación militar. Toca acomodarnos a todos, a los desarrollos de todos. Lo que no puede haber hoy son fuerzas que enfrentan al Ejército de conjunto, a sus unidades élite, a sus tanques, helicópteros y aviones, y fuerzas guerrilleras andando al ritmo de una revolución que va a nacer dentro de muchos años.

 

Esos dos ritmos son incompatibles y nos condenan a la derrota. A unos porque dejan a unas fuerzas solitarias enfrentando el poder del enemigo, lo cual produce un desgaste progresivo; a los otros porque la quiebra del ritmo de quienes están sosteniendo el peso fundamental de la guerra, conduce a que no puedan adquirir el ritmo de la guerra y de la victoria en los tiempos en que lo exige hoy la revolución colombiana.

 

La unidad es fundamental y es un hecho histórico lo alcanzado hasta ahora. Pero su proyección está dada en la medida en que podamos convertir todos los esfuerzos de la Coordinadora en acciones orientadas hacia actos de Gobierno, hacia la concreción -entre todos- de espacios de Gobierno, y hacia la construcción del Ejército único como eje y columna vertebral de todo el esfuerzo.

 

Hoy eso es berracamente posible: la C.N.G. es de los grandes logros de la revolución colombiana. Lo que pasa es que tenemos que trabajar en su interior con mayor generosidad y afinar, entre todos, nuestras propuestas. Tenemos que repasar nuestra historia para ofrecerla como la concreción de saltos dados en momentos cuando se pensaba que la madurez de los procesos no daba para tanto; y al tiempo, motivar en nuestras filas la búsqueda: de los aportes que nos pueden brindar las organizaciones hermanas, su experiencia, su historia.


Hoy no caben las actitudes prepotentes, que son ineficaces y estúpidas.

 

Infortunadamente, nosotros no hemos sido propiamente un modelo. Nos toca educarnos y educar a nuestros hombres en el significado profundo de la unidad guerrillera. Como hay que hacerlo en el Batallón América; y con muchísima mayor fuerza porque su proyección está desbordando a nuestras naciones. Ayer lo sentíamos, cuando escuchábamos lo que el Ecuador aporta, y como se vive y se vibra en el Ecuador con este esfuerzo. Y uno dice: hay tantos elementos que no hemos encontrado porque no hemos querido escuchar, porque no hemos tenido la disposición para hacerlo... Pero indudablemente es en este marco en el que se rompen las barreras del grupo, los sectarismos inconscientes, para perfilar una opción distinta que nos integre y haga real la unidad. De todas maneras, en todo este esfuerzo que hay que hacer a nivel nacional, la C.N.G. es eje. Y los acuerdos logrados los asumimos con el sentido que siempre ha dado a la palabra empeñada nuestra Organización: con integridad y convicción de futuro.

 

Tenemos planes y proyectos para proponerle a la Coordinadora cuyo fin es el de acelerar un poco los ritmos: aceptando lo logrado, cumpliendo con todo lo acordado hasta ahora, pero introduciendo nuevos afanes que concreten a más corto plazo las tareas de Gobierno.

 

La Asamblea Nacional Popular, en esencia, es lo mismo que planteábamos sobre el Congreso Admirable en Campoamérica. Por eso pensamos que es un momento del nuevo Gobierno, una de cuyas tareas tiene que ser esa: posibilitar la Asamblea Nacional para que ésta lo legitime. Entonces, no tiene que preocuparnos que ese Gobierno se conforme con un mínimo de fuerzas, o con fuerzas que no copan la democracia de este país. Porque su sólo ejercicio nos va a llevar hacia allá: hacia la concreción, en la Asamblea Nacional Popular, de un esfuerzo mucho más democrático que legitime al nuevo Gobierno, que le brinde nuevos protagonistas y legitime también al Ejército como puntal de existencia de ese nuevo Gobierno, como su columna vertebral, como fuerza del cambio y como garantía de derrota del Gobierno al que estamos enfrentando.

 

El proyecto de la Coordinadora Nacional de Masas podría transformar en fuerza de masas gran parte de lo que hemos venido haciendo las distintas organizaciones en el trabajo con nuestro pueblo: con la conciencia de que éste es el sustento real del nuevo Gobierno y de que es la participación de masas lo que le da sentido a los esfuerzos de ser Gobierno. También hay que trabajar  con sectores y fuerzas que no van a estar todavía dentro de la Coordinadora Nacional de Masas, pero que eventualmente pueden integrarse a este esfuerzo.

 

Es decir, que ninguna organización abandone a los sectores que puede conducir con mayor facilidad; pero que todos sepamos que estamos apuntando en una misma dirección. Concretando en fuerza, convirtiendo en fuerza cuanto tocamos y hacemos, llenaremos de contenido y sentido a este importante propósito de la C.N.G.

 

Lo orgánico: de puertas abiertas a la Nación

 

Ya en el plano orgánico interno, durante este período inmediato vamos a trabajar por consolidar lo alcanzado hasta ahora. Pero que no se vea como un alto; es darle un piso más sólido a lo logrado en las distintas esferas de nuestra actividad. No podemos permitir el desborde de nuestras fuerzas en la confrontación con el enemigo -que ha sido intensa y muy enriquecedora-, sino que tenemos que ordenar esa confrontación para lograr determinados resultados. Entonces, no se trata de evitar enfrentar al enemigo, sino enfrentarlo en la búsqueda de resultados precisos. Todo el año pasado, con sus puntos culminantes en el Palacio de Justicia y Siloé, todo el período germinal del Batallón América, ha llevado a una tensión tal de nuestras fuerzas, que indudablemente nos da la garantía de los saltos que tenemos que dar; pero también nos deja vacíos -en la convocatoria política, la ligazón orgánica con las fuerzas que nos acompañan, e incluso de información sobre los desarrollos alcanzados- así como cuellos de botella que tenemos que resolver. En otras palabras: tenemos que reorganizarnos en la búsqueda de resultados más precisos; y concentrar de tal manera nuestros esfuerzos, que los logros sean más contundentes, para que nada se desperdicie.

 

Entonces, todas nuestras estructuras deben evaluar sus desarrollos, definir más exactamente sus objetivos, concentrar fuerzas en el logro de los mismos y diseñar el esfuerzo principal del período, para garantizar lo que para todos tiene más significación, que es el espacio del nuevo Gobierno en ejercicio.

 

Todo esto, por supuesto, en el marco de ir atrayendo hacia este esfuerzo a todas las fuerzas susceptibles de ser atraídas. Abrirnos, convocar y crear las condiciones para que el país se concentre en la dirección de ser Gobierno que proponemos: tal es la tarea y la meta. Porque no es un Gobierno del M-19 ni de la C.N.G.; es un Gobierno de mayorías nacionales y evidentemente des borda en su proyección a los sectores revolucionarios. Creemos que a nivel orgánico vivimos la mejor época del M-19. Pese a la pérdida de muchos cuadros -que hoy estarían llamados a jugar un papel fundamental-, encontramos como saldo de tantos esfuerzos a un conjunto de hombres que aprendieron a ganar, enriquecidos en su convicción de patria, y que hoy se piensan en una dimensión mucho más amplia de la que se pensaban hace un año o unos meses. Así de rica ha sido esta última etapa de desarrollo. Álvaro Fayad nos dejó una organización más madura y con esta posibilidad de construir el futuro entre todos, ha sido mayor la alegría de este encuentro. Durante este período que pasó, por el esfuerzo de todos y básicamente de Álvaro, tenemos al EME que conocimos siempre: esa organización donde la amistad, la fraternidad y la alegría dan el clima que nos permite ser realmente creativos. Y eso es una ganancia para la revolución nacional y para la revolución bolivariana. La búsqueda central es la de una Organización en la que todos sean constructores, cuyas estrategias sean fruto de la elaboración colectiva permanente; en la que cada hombre sea capaz de asumir el nivel de conducción que le corresponde y sepa ceder los espacios para que otros hombres asuman nuevas y mayores responsabilidades. Hoy la conducción del M-19 es más colectiva que nunca. Y es más colectiva porque hemos madurado todos juntos. Porque asumir las responsabilidades de ser Gobierno y de jugar un liderazgo para la nueva nación significa un esfuerzo que ningún hombre -por más capaz que sea- puede resolver solo. (como no puede resolverlo sola la organización misma...). Y creo que es la sensación que recorre al M-19 en su conjunto, que es un factor altamente positivo en el logro de nuestros esfuerzos. Además, en una sociedad tan inorgánica como la nuestra, y con una Organización con tanto liderazgo sobre nuestro pueblo -pese a los escasos lazos orgánicos desarrollados- se requiere explotar a fondo la capacidad de conducción que tenemos y enriquecer el espacio democrático con la presencia de unos hombres formados en esta concepción de la vida. Nuestra mayor fuerza es esta capacidad de liderazgo y éste es nuestro principal aporte al proceso, independientemente de que tengamos o no los nexos orgánicos necesarios a nivel de masas. Igualmente, hoy podemos aportar elementos nuevos en torno al tipo de guerra que hay que hacer en Colombia para la victoria. La capacidad nuestra, lograda por la concentración de tantos esfuerzos en este sentido, nos brinda hoy una profunda experiencia militar, concretada en la conformación de unidades de Ejército, en el carácter del enfrentamiento, en la capacidad de maniobra... En estos dos niveles tenemos que jugarnos a fondo: eso implica activar nuestras fuerzas como todo y aprovechar nuestras características como organización, conscientes de que no estamos solos y de que hay tareas que otros pueden realizar con más eficacia que nosotros.

 

Pero sí requerimos los nuevos modelos organizativos que estaban planteados desde Campoamérica, en diciembre, y que no hemos implementado. Así, la conformación de un Estado Mayor es inminente. Necesitamos el ejercicio diario de conducir nuestros esfuerzos en forma continua y convergente. La comandancia garantiza la convergencia de los aspectos básicos de la Organización; pero quien lleva de la mano los desarrollos parciales hacia las grandes convergencias es el Estado Mayor. Por eso tenemos que entregarle esta responsabilidad a compañeros que tengan condiciones políticas, militares, la concepción, la organización mental y la experiencia que permitan asumir las tareas de Estado Mayor con eficacia.

 

Prácticamente, desde el período previo al Cantón Norte no hemos tenido ese organismo actuante. Le hemos entregado a los Comandantes Generales de la Organización una responsabilidad que lleva al agotamiento al tener que asumir todas y cada una de las responsabilidades que implican la conducción. Y su agotamiento significa también su muerte, como en el caso de Álvaro; y creo que es el caso de Pablo en gran parte. Porque son tantas las responsabilidades que tienen que asumir para conducir esta organización y evitar que nuestra tendencia centrífuga nos precipite a la ineficacia, que agotamos hasta la magia que nos acompaña; agotamos la suerte, y el enemigo nos da el golpe. O nos lo da el destino, como sucedió con la avioneta en la que iba Pablo.

 

Esta organización no se puede seguir edificando así. Este Gobierno que vamos a construir no se puede dirigir así. No podemos ser tan artesanales. Requerimos de los instrumentos que dirijan a la Organización en forma permanente, y que garanticen la continuidad de la dirección. Que nadie se quede en la organización sin un mensaje preciso que oriente sus esfuerzos; que nadie trabaje sin que se evalúe hasta qué punto aporta al esfuerzo principal en cada período; que todos los compañeros adquieran la capacidad de globalizar porque se está globalizando en forma permanente a nivel del Estado Mayor y que se establezca un diálogo permanente, de corriente alterna, entre el mando de la Organización y el conjunto de sus combatientes.

 

Esto no significa -porque sería negar la esencia de esta revolución- que vamos a resolver el conjunto de los desafíos que tenemos por delante a partir de lo orgánico. Seamos conscientes de que sólo podremos resolver la mayoría de nuestros problemas poniendo la solución en manos del pueblo, de diferentes protagonistas... Despejar nuestras angustias orgánicas no resuelve el problema de la revolución colombiana. Este se resuelve en la medida en que seamos capaces de ordenar nuestras fuerzas junto con otras; y en la medida en que seamos capaces de entregar muchas tareas a quienes están en capacidad de cumplirlas mejor que nosotros. Pero de todas formas, sí ordenamos, sí reglamentamos y sí garantizamos que somos conjunto, sistema, y no aspectos fraccionados de una misma entidad orgánica. Para terminar: es tarea de todas las estructuras, y fundamentalmente de sus mandos, garantizar el cumplimiento de nuestro esfuerzo propagandístico. Que el enemigo no cerque nuestros hechos, nuestra voz en este reducido espacio: porque éstos tienen que volcarse hacia el país y sobre la nación bolivariana. La oligarquía busca bloquearnos a todos los niveles, y especialmente en éste, para que seamos una fuerza muda, una fuerza de reflexión hacia adentro, pero no una fuerza que actúa ante el país, piensa en función del país, y dinamiza todo lo que en él es búsqueda de alternativas. Entonces, la propaganda es tarea de todos y hay que ir rompiendo el cerco impuesto: con la constancia, la permanencia y claridad del mensaje que queremos entregar. Ese mensaje que tiene que expresarse en cada uno de nuestros hechos. Y también en el esfuerzo programado y consciente de crear los vasos comunicantes -o fortalecer los que ya hay- con una serie de sectores políticos, sociales y civiles que no están comprometidos con el M-19 pero sí con la voluntad de cambio de la nación y que desean andar al ritmo de estos tiempos.

 

Somos hombres de América

 

Y nos toca trabajar profundamente para darle piso y cuerpo a la conducción del proyecto bolivariano. Que no es sólo un fenómeno orgánico, o la definición de objetivos comunes, sino la capacidad de integrar íntimamente lo que somos nosotros y lo que son las fuerzas sociales y políticas de otras naciones. Es desarrollar la capacidad de pensarnos como americanos. Que todas las tareas conjuntas, el diálogo permanente, la construcción de instrumentos orgánicos unitarios, nos vayan dando la sensación de que somos americanos y no simplemente colombianos, ecuatorianos o peruanos. Sabemos que no es fácil pensarnos como americanos; pero igualmente sabemos que sólo pensándonos como americanos nuestra revolución va a ser victoriosa. Y tenemos que decir que después de estos meses se ha gestado una generación de americanos: por lo menos el núcleo básico de una generación que verá nacer este continente. Por eso la comunicación tiene que ser más intensa, los esfuerzos, más conjuntos, y la forma de pensar nuestras realidades tiene que ordenarse a partir del hecho de que somos americanos. La comandancia del Batallón América tiene que ampliarse y englobar los esfuerzos de cuantos participamos en este proyecto bolivariano. Y si somos hombres de América, vamos a tener que desarrollar la capacidad para dar los virajes que la realidad nos vaya exigiendo en el desarrollo de nuestras propias revoluciones; para encontrar el centro de gravedad de la revolución bolivariana; como lo encontró Bolívar cuando decidió salir de Venezuela y entrar a la Nueva Granada. Porque el triunfo de cualquier revolución, en cualquiera de nuestros pueblos, es la garantía de la victoria de la revolución bolivariana. A lo que no podemos apostarle es a procesos que se nos alarguen indefinidamente en aras de una visión particular, localista.

 

Es ser americanos de verdad; no americanos para vender una idea que toca los sentimientos de Nuestra América, sino básicamente como una esencia política, militar, cultural, orgánica... Y es llevar a un continente a que se piense como americano, después de más de 150 años de pensarse como colombiano, ecuatoriano, boliviano. Se trata de una tarea bien difícil. Pero también es, quizás, el desafío más espléndido que nos hayamos propuesto. Aquí hemos intentado recoger lo que ha sido la discusión en estos días; o al menos de fijar el marco conceptual, tirado con un poco de desorden. Toca ahora abordar los planes concretos para todos y cada uno, para concretar el esfuerzo hecho y situar las diversas actividades en el marco de estos amplios horizontes.

 

 Exposición del Comandante Carlos Pizarro

Abril 23 de 1986

 

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