PARA PARTICIPAR EN EL DEBATE
Por José Yamel Riaño
Septiembre de 2012
Democracia, igualdad, equidad, respeto, solidaridad, tolerancia y todo aquello que implique mejorar nuestro entorno humano para la convivencia entre distintos es sin duda una de los principales atributos que necesitamos practicar siempre. Siendo el Progresismo una corriente de pensamiento moderno que pretende construir nuevos estadios de convivencia y si pretendemos ser los impulsores de este nuevo paradigma en el territorio, lo primero que debemos tener en cuenta es que estamos obligados a ser no solo los primeros sino los mejores en la aplicación de las nuevas conductas humanas.
Lo anterior no quiere decir que no debatamos, por el contrario, si aplicamos en las nuevas formas, nuestras diferencias deben ser visibilizadas, dado que no podemos discutir algo que no conocemos. Por eso, bienvenidos los debates, pero en lo posible los debates enmarcados en lo esencial, para la construcción de eso, que por fortuna no tenemos claro, pero que lo sabemos nuevo y producto de muchas luchas de nosotros mismos y de muchísimos hombres y mujeres que se han ido pero nos han dejado un legado que debemos continuar.
Fijémonos como el debate enriquece los conceptos y nos enseña, o por lo menos nos recuerda, las buenas maneras propias de la decencia. Creo que lo que se discute es muy importante no porque finalmente se haga o no la reunión que conforme el nuevo comité sino porque nos enseña a discutir a debatir y de allí saldrán los ejes, bases para futuras formas de convivencia.
Visto lo anterior, y consecuente con mi llamado a ocuparnos de lo fundamental, esperemos que los compañeros que han protagonizado el debate, encuentren la manera de ponerle fin y darse un fraternal abrazo. Nos cuentan al resto, el cómo lo hicieron y en que quedaron. No nos pueden dejar sin el chisme completo.
En lo fundamental, debo confesar que la coyuntura a veces parece despejada pero hay algo que todavía no encaja. Desde meses atrás, cuando comenzó el divorcio de Juan Manuel Santos del Uribismo, no dudamos en terciar a favor del Presidente sin desconocer su clase y sus posturas políticas frente a la problemática del país, pero resulta que ahora da la impresión que no solo recogió nuestras banderas, (agua, tierra, victimas) sino que se comporta como un adelantado del Progresismo. Ahora resulta que inclusive antes de ganar la presidencia ya estaba en conversaciones de paz con la guerrilla de las FARC.
Casi toda la opinión pública que se expresa a través de los medios se pone de acuerdo en que el presidente lo está haciendo bien. En eso, uno se atreve a afirmar que hasta los máximos jefes de la guerrilla abonan, en los hechos, las propuestas del ejecutivo. En esto da la impresión de que hay suficiente seriedad en las propuestas y mucha madurez en la contraparte.
Es muy temprano para hacer afirmaciones sobre los resultados que puedan darse al final de los diálogos, pero el solo hecho de que se tenga agenda merece nuestro saludo y apoyo a esas acciones que nos está diciendo que la paz no es un hecho todavía pero que es posible.
Ahora el problema es nuestro, como progresistas ya nos hemos pronunciado a favor de la paz pero no es suficiente, debemos y podemos realizar tareas que ayuden al proceso. Muchos de nosotros tenemos experiencias que pueden aportar pero es necesario que debatamos formas y contenidos. Por ahora es claro que es necesario que al proceso haya que meterle pueblo. Cómo, Cuándo y Dónde es lo que tenemos que decidir porque el trabajo de masas es muy poco y las tareas de construcción de nuestra identidad nos embarga.
Podríamos por ejemplo iniciar una serie de pronunciamientos en los sectores con quienes más nos comunicamos, para lo cual solo faltaría afinar bases de datos y revivir nuestras relaciones mediáticas. Pero, como eso todavía resulta poco, debemos crear con sectores medios de la sociedad, que es donde esta nuestro nicho principal de adherentes, tareas de movilizaciones direccionadas a potencializar la tercera y última etapa de los acuerdos que precisamente es la implementación de los acuerdos logrados en la segunda etapa. –de discusión-.
Las tareas que se vienen no son de poca monta, allí pondremos a prueba nuestro discurso y la capacidad de propuesta que tengamos para asuntos puntuales pero fundamentales para la ciudadanía y el futuro de la patria. Eso es en el papel nuestro rol político, es el reto que sumado al mandato de la ciudadanía bogotana de gobernar nos forjará para las grandes responsabilidades que han de llegar porque estamos en el tiempo de los pueblos de la América Latina y particularmente del sur del continente.
Y no es que lo organizativo deje de ser importante, es que las tareas que nos esperan son las que irán marcando el tipo de organización requerido y serán las tareas las que nos obliguen a dedicar los mayores esfuerzos a la política con los énfasis necesarios.