PETRO, EL INCÓMODO
De por qué el alcalde de Bogotá representa una piedra en el zapato para el establecimiento colombiano. Los cambios profundos en nuestro país son subversivos, perseguidos e indeseados.
Por: Alex Guardiola Romero
Todo cambio genera resistencia, sobre todo cuando afecta la “zona cómoda” de los privilegiados y la “zona incómoda pero conocida” de quienes no lo somos y jamás nos dejarán ser. Por eso, que un exguerrillero hable del agua como derecho de todos, de la prevalencia de lo que es de todos por encima de lo que se endosó a unos pocos, lo mínimo que puede generar es escosor y persecución en una sociedad que rechaza los cambios porque preferimos fea conocida que bonita por conocer, o por lo menos eso es lo que nos han vendido quienes les conviene que todo siga igual.
Petro es, desde hace mucho, un tipo incómodo porque representa cambios estructurales, porque revierte el poder en todos afectando a quienes se acostumbraron a manejar a su antojo la vida suya y mía. Es una piedra en el zapato porque materializa el insurgente deseo de repensar el país y lo público con criterio de equidad y no segregación, completamente contrario al modelo feudal-librecambista que situó en la cúspide a quienes hoy ven inseguridades para sus intereses por cuenta de esa gleba de neopensantes a quienes en mala hora se les ocurrió rediseñar la sociedad.
Y es que las propuestas de Petro, situadas quizás en una Europa postmoderna, resalta al ser humano como eje de la nueva sociedad, cosa impensada para quienes conciben el mundo como una manada de súbditos dispuestos a servirles. De hecho, los centros de poder en Colombia están todos en manos de los mismos con intereses transversales, por ello no resulta extraño que quien es contratista de vías o recolección de basuras, tenga defensores en los medios de comunicación, principalmente porque las lentejas salen todas de la misma olla.
Por ese Statu Quo, y porque no podemos desperdiciar otra revolución de las ideas siendo éstas tan escasas, es indispensable que Petro mida cada acción, cada palabra, cada gesto, pues hay especialistas en el error esperando una oportunidad para llamarlo a calificar servicios, que es -en últimas- el deseo de dicho grupo, o si no cómo se interpreta que se intente revocar el mandato del alcalde precisamente por aplicar el programa de gobierno que lo eligió. La de Petro debe ser una actitud autocrítica, en la que se eviten los errores y se corrijan con grandeza los que se cometan, pues creer que todo lo que se hace está bien es el principio del desastre.
Debe Petro hacer correcciones en su estrategia de comunicaciones, pues los grandes y profundos cambios están siendo comunicados directamente por él mismo, bien complicado si se entiende que gobernar y comunicar son dos cargas muy pesadas para una sola persona. Quienes creemos que sí es posible -por ejemplo- hacer de la recreación, el deporte y la actividad física una filosofía de inserción social y una opción de vida, quienes entendemos que la protección al medio ambiente dejó de ser un discurso romántico para ser una realidad, confiamos en que se seguirá construyendo una corriente de pensamiento que en estos momentos visibiliza Gustavo Petro, pero que requiere que usted y yo nos insertemos activamente.
Siga con los cambios, señor alcalde, rodéese de coequiperos convencidos de ellos e invite a los obtusos a dejar de pensar en Colombia como una finca, porque muchos necesitan darse cuenta que algo va de la Casa de Nariño al Ubérrimo. Y otros tantos necesitamos actuar.
Bogotá, 12 de febrero de 2013.