Esta nota y abrazo, desde los pasos acelerados al ‘sexto piso’, me llena de alegrías al ser motivada por la iniciativa de quienes hace apenas 20 o 30 años eran nuestra ilusión y multiplicación de amores y el motivo de la felicidad de muchas existencias familiares: nuestros hijos; los mismos que ahora andan entre locuras suyas y en abrazos y sueños también de sus tiempos, esos muchachones del alma que van arañando y dibujando el camino de sus trajines de futuro, de sus angustias de juventud, de sus afanes de párvulos amantes, de sus amores y cuitas, seguramente con el arrojo que da su mocedad y tal vez con la fuerza de sentirse independientes de sus infancias y de saberse cada vez más grandes, más libres, soberanos y viajeros del mundo al que creen sometido a sus ilusiones y locuras, en la exploración de su aun desconocida felicidad.
Son estos muchachones del alma los que han llenado los vientos y distancias de nuestros ausentes inolvidables, a quienes hoy quisiéramos tener con sus esperanzas y sonrisas de futuro vivas y radiantes con nosotros; son los hijos, como dijera Saramago, esos seres “que Dios nos prestó para hacer un curso intensivo de cómo amar a alguien más que a nosotros mismos, de cómo cambiar nuestros peores defectos para darles los mejores ejemplos… el más preciado y maravilloso préstamo ya que son nuestros sólo mientras no pueden valerse por sí mismos, luego le pertenecen a la vida, al destino y a sus propias familias…”; y ahora, naturalmente quieren ser ellos y darse sus caminos y reinventar el universo que a estas edades siempre es muy pequeño.
Estas bellas muchachonas y hermosos espigados mozos se quieren reunir convocados por las expectativas juveniles de saber su historia y su futuro, de reconocerse en sus abrazos como suyos también fueron los nuestros, tal vez indagando en los recónditos trajines del recuerdo familiar, tal vez para juntarse y conocer un poco mas de los trasiegos andares de sus padres, o el descubrimiento necesario de saber cómo eran los vientos y los soles y las noches y las lunes y los cielos y las rondas atropelladas de su ayer, cuando para nosotros era un presente cierto.
Y se quieren juntar a su manera, en una montonera de nuevos afectos también a su manera, en una reunión que están organizando de una forma tan bonita que da envidia: tranquilos, serenos, libres de prejuicios, animosos, bacanes, agraciados, alegres, soñadores… En fin, se quieren apiñar y contarse sus cuentos e ilusiones, sus expectativas y planes de mañanas imaginados y tejidos al calor de sus encantos e identidades para enredarlos en sus tropeles y andanzas de futuro.
Animado por estos asuntos tan significativos y de vida, decía antes, les cuento que me han pedido el favor de mandarles esta razón: que seguramente algunos de ellos(Julián Moreno, Ricardo Rolito, María Paz Lara, Mario Hipólito) quienes junto con otros están en la organización de ese encuentro, les van a llamar para solicitar el número telefónico de sus retoños, y esta vez creo no van pedir permiso, porque esa concurrencia y tertulia es sin nosotros.
Con afecto y envidia,
Hipólito.
Julio de 2013