RICARDO SÁNCHEZ ÁNGEL
DOCTOR EN HISTORIA
PROFESOR UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA
Las Mujeres discurren en la historia, superando los olvidos, las exclusiones, recuperando su visibilidad. Ellas son protagonistas de la vida social, cultural, económica y política. La historia es en femenino y masculino, profundamente interrelacionados estos géneros, con el poder de los hombres sobre Las Mujeres y las resistencias creativas de ellas. La historia es binaria, en que hombres y mujeres están presentes, de la misma manera que la historia es la del discurrir contradictorio de clases sociales, estamentos, profesiones, élites, partidos, individualidades, distintos pueblos, culturas, religiones y creencias, en el desarrollo desigual de la sociedad planetaria. Si se asume esta perspectiva, buena parte de la historia escrita deberá ser reelaborada, para recuperar su riqueza y complejidad.
Existe también la perspectiva de la historia de Las Mujeres, de sus singularidades individuales y colectivas, de sus oficios y profesiones, de sus intercambios de roles y valores, y de sus protagonismos. Es una historia de énfasis, de jerarquizaciones, desplazamientos, y que potencia más el análisis de ellas en la historia. Ambas historias se complementan en un paradigma narrativo.
La historia de Las Mujeres es la de su género, y por ende, es una historia natural y social, enraizada en los determinantes culturales. Así como constituye un error reducir las diferencias a la sexualidad natural, es igual de equivocado ver el género sólo como una categoría socio-cultural, porque es una historia de la humanidad, de su naturaleza y de su sociedad.
Cuando está en vilo la existencia de la vida planetaria en todas sus formas, incluyendo la humana, resulta más imperativo superar las visiones unilaterales de la historia. Lo socio-cultural actúa sobre lo natural, lo transforma y lo modela, pero no lo elimina, como que los ciclos de la existencia continúan, con la incertidumbre de la vida y la certeza de la muerte. Por ello es necesario el estudio del cuerpo, de la vitalidad femenina, de su papel –verdadera virtud- de reproductora de vida, con su cortejo de simbolismos, rituales y creaciones, remitiendo a la conformación de las familias y al universo de los afectos, al desarrollo fundante de la sicología de los niños. También a su conversión en una subordinación por la dominación: tener hijos como mandato.
La familia es lugar de los afectos, la educación temprana, la sexualidad y el espacio de la maternidad. Pero es en igual forma proveedora de alimentación, mantenimiento y cuidado. El manejo del espacio doméstico es un trabajo productivo de calidad, indispensable para el funcionamiento global de las sociedades. El trabajo doméstico está en el centro de la historia de Las Mujeres y de Las Mujeres en la historia, y como tal hay que visibilizarlo. Forma parte de la familia, donde se forjan interrelaciones complejas, como hogar para vivir y comunicarse, como encierro para Las Mujeres e hijos, donde el autoritarismo diseña su rostro y su máscara. Pero lugar de amores y pasiones que fraguan un mundo de lo cotidiano variopinto. La familia viene a ser transmisora de memoria, de costumbres en común, lugar de resistencia frente a las vicisitudes del mundo, donde la mujer ocupa lugar central.
Este carácter complejo dificulta la comprensión de la emancipación de la mujer, de la familia como cárcel e instituto productivo de explotación. Y a ello apuesta la dinámica de sus luchas y programas. Deben levantarse reivindicaciones como las guarderías infantiles, comedores comunitarios, escuela pública obligatoria y temprana, derechos políticos reales, al igual que al divorcio, al aborto y al libre desarrollo de su personalidad, educación plena y trabajo digno. Estos puntos, que están en los programas feministas, tienen como horizonte la emancipación de la mujer.
Es a través de la rebeldía, con sus memorias en recuperación, en la batalla contra el olvido, que la mujeres se constituyen en multitudes capaces de ser decisivas en los grandes acontecimientos y en la vida material con sus quehaceres varios. En la resistencia suelen ser artistas de la protesta.
Joan Wallach Scott da este concepto sobre las relaciones entre género y clase: “El género está tan implicado en los conceptos de clase, que no hay forma de analizar a uno sin el otro. No podemos analizar la política separándola del género, la sexualidad y la familia, porque no estamos hablando de compartimientos de la vida sino de sistemas relacionados discursivamente, y es el lenguaje lo que hace posible el estudio de sus interrelaciones” Así mismo añade: “No hay una opción entre focalizarse en la clase y en el género; cada uno es necesariamente incompleto sin el otro”.
La incorporación masiva de Las Mujeres al trabajo visible, productivo y material, también significó su constitución en trabajadora intelectual, el general intellect, con sus saberes, delicadezas, pericias, experiencias y vínculos cada vez más decisivos a la educación formal y a la cultura como actoras.
El papel del lenguaje en el pensar, conocer y actuar es cada vez más decisivo e inevitable, aún en las condiciones más cerradas, de clausura, como la empresa capitalista o con la masificación de los gustos y sensibilidades como las agencia la televisión, con la ficción uniformadora de la sociedad del espectáculo, con el pensamiento único del capitalismo tardío neoliberal. Las resistencias y contraculturas son inevitables y evidentes en el escenario de la política y empieza siempre como lenguaje: rumor, miedo, que se propaga en las conversaciones, intercambios directos y mediáticos. Y están los periódicos, universidades, escuelas, la calle, los cafés, tabernas y el hogar, donde centralmente se comenta en familia las vicisitudes de lo cotidiano privado-público.
Se trata de avanzar en todas las esferas de la vida, desde lo económico a lo social, cultural, político y viceversa, en una circularidad de propósitos, trazar el horizonte emancipador de Las Mujeres, enfrentado el asunto grueso de la alienación de las relaciones hombre-mujer que produce la sociedad de mercado.
Pero estas condiciones liberadoras que la cooperación y el intelecto generan en la sociedad, no superan la égida del capital, aunque crean condiciones para su superación. No son todavía la emancipación y el fin de la explotación.
El programa por el socialismo del siglo XXI es un programa por la vida, no sólo la humana sino del planeta. El derecho a la vida reordena todos los derechos y encuadra las políticas económicas, los planes estatales, las programaciones macroeconómicas. Es la mirada de la ecosofía, por ello el ecosocialismo.
El socialismo del siglo XXI será ecofeminista o será caricatura. Recuperar toda la tradición de Las Mujeres por su emancipación social, sexual, de género, de Las Locas Mujeres de Gabriela Mistral: las abandonadas, ansiosas, desasidas, dichosas, fugitivas. Las condenadas de Nuestra América, negras, indias, mestizas. La historia demuestra que ellas son protagonistas principales en las rebeliones y revoluciones, generadoras de resistencias y creadoras de nuevas sensibilidades liberadoras.
El socialismo tiene que hablar en femenino sin rubores, exaltando la voz de ellas, de sus propias historias, vidas, que nos emanciparán a todas y todos, como en el pedido de Virginia Wolf en Una Habitación Propia.
La clase trabajadora a escala internacional ofrece una presencia combativa y reflexiva, activa y organizada de Las Mujeres por miles y millones. Rosa Luxemburgo es la paladín de la causa socialista, teórica marxista, internacionalista y feminista. Con ella, apenas comienza un curso, un inventario nutrido y multicolor de país a país y de continente a continente. Antes de ella, existieron importantes líderes y nutridas multitudes de luchadoras.
1. Scott, Joan Wallach. “Sobre lenguaje, género e historia de la clase obrera”. En: Género e Historia. Fondo de Cultura Económica/Universidad Autónoma de México: México D.F., 2008. pp. 85 y 86.
2. Scott, Joan Wallach. Op. Cit. p. 93. Ver igualmente: Sánchez Ángel, Ricardo. “El ressurgir de un paradigma”. En: Huelga. Luchas de la clase trabajadora en Colombia, 1975-1981. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2009. pp. 27-46.
3. Para otras valoraciones de las luchas de los de abajo, ver de Fanon, Frantz. Los condenados de la tierra. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 1963; Scott, James C. Los dominados y el arte de la resistencia. México D.F.: Ediciones Era, 2004; Tilly, Charles y Wood Lesley. Los movimientos sociales, 1768-2008. Desde sus orígenes a facebook. Barcelona: Crítica, 2010; Tarrow, Sidney. El poder en movimiento. Los movimientos sociales, la acción colectiva y la política. Alianza Editorial: Madrid, 1997; Bensaid, Daniel. Resistencias. Ensayo de topología general. España: Editorial El Viejo Topo, 2001.