Ese guerrero enamorado de la libertad, era duro pero tierno, amable, fraterno, justo, eso es Afranio Parra Guzmán, lo sigue siendo a través de su obra.
“Sus poemas eran vivencias que traducía en palabras hermosas. Imposible olvidarlo” A.O
El Poema "Tus pasos seguirán estampando la tierra" lo escribió, se lo dedicó y envió a la compañera Adiela Osorio en Junio de 1982. Adiela llevaba poco tiempo en la “Picota”, en el pabellón de mujeres que los militares habían acondicionado en esta cárcel para hombres, facilitándose ellos tenernos concentrados para el Consejo de Guerra que se realizaba en la Capilla del Penal.
Durante aquel período, la dirección de la cárcel, y a petición de nuestra dirección, permitió una visita relámpago de las compañeras prisioneras políticas al Pabellón 2 en donde nos encontrábamos la mayoría de los sindicados de pertenecer al M-19.
Entre Adiela y Afranio hubo un dialogo fluido de anécdotas y afectos; Adiela le comentó todo su periplo por el Chocó, los Llanos, Cauca, Caquetá, Pereira y buena parte de la geografía colombiana en esa búsqueda de Libertad, de Democracia, de Justicia Social, por la que muchas mujeres y hombres han dado su vida: De esa mutua y envolvente ternura nació el poema.
TUS PASOS SEGUIRÁN ESTAMPANDO LA TIERRA
Afranio Parra- Cárcel La Picota Junio 25 de 1.982
Los pasos que estampaste
con amor en la tierra
permanecen en ella.
No los destruye el tiempo
ni una ingrata memoria;
no los borra la lluvia
ni los cubre la yerba;
no los quiebra el estío
ni los hieren los potros
bravíos que en las sabanas
galopan incansables tras aladas quimeras.
Tus pasos estamparon unas huellas bordadas
por violetas que se abren con celestes miradas,
y trazaron la ruta por donde audaces marchan
los muchachos que buscan un cálido mañana.
Tus pasos te llevaron hasta cumbres de magia
donde el viento es arisco
y las plantas escasas,
donde tiembla la noche
y el frío te acorrala;
mas hallaste una hermana,
el frailejón, que arranca
del fondo de la tierra
el calor que te salva
y dormiste tranquila
como las aguas mansas
soñando con el mar que visitaste un día
y te enredó en sus algas.
Despertaste vestida de musgos y rocío
y en un manto de nubes
posaste tu mirada.
La luna ya no estaba
pero el sol que nacía,
allá tras unos riscos de penachos de plata,
adornaba tu talle con sus cintas doradas.
Seguiste caminando cargada de esperanzas
y en un lienzo de aguas
de un azul de cielo
y verdes de esmeralda
quedaste retratada.
Allí el viento peina , en horas solariegas,
los risos de las olas y en noches estrelladas
emerge de las aguas tu silueta encantada.
De pronto te encontraste como una flor silvestre,
morando en una selva
donde hay, cual gigantes,
árboles que abrigaban tu cuerpo delicado
y te veían las palmas de chonta y de cumare
como una hermana más
que cantaba a la vida
mientras ellas danzaban.
Los ríos te cuidaban cual celoso marido
y el jaguar ahuyentaba con sus fieros rugidos
a quienes, presentía, eran tus enemigos.
No anduviste perdida entre las arboledas
ni te acosó el silencio en las cumbres plateadas;
no llegaste hasta el mar como ave solitaria
ni aspiraste vacía de los llanos el aire;
ni vadeaste ríos con incierta pisada
ni abrazaste senderos triste y desamparada,
porque a tu lado estaban
un indio con su lanza,
un boga, un colono
y un soñador de lunas,
girasoles y dalias.
También te acompañaban
un canario y su canto,
un joven guerrillero
y una madre abnegada
que apretaba en su pecho
un fruto de la patria.
Una noche tu mundo
se embriagó en las ciudades.
Veías acuosos ojos y caras angustiadas,
luceros de papel, soles artificiales,
prostitutas perdidas en una encrucijada;
veían niños hambrientos cercados por palacios
y hombres cabizbajos cansados de la vida
que entre licor y tangos
evadían su desgracia.
Tu alma no aguantó
y estalló sublevada.
Apresuraste el paso
y agitaste las alas
como lo hacen las águilas.
El reto de tus ojos
disparó unas lágrimas
y tu voz entonó un canto de alboradas.
Tus pasos seguirán estampando la tierra
y trazando la ruta por donde audaces marchan
los muchachos que buscan un cálido mañana.