POR JOSE YAMEL RIAÑO
10 de Agosto de 2010
Resultó majestuoso el acto de toma de posesión del cargo del nuevo presidente de Colombia, Dr. Juan Manuel Santos Calderón. Todo un espectáculo digno de mostrar ante cualquier comunidad. Los colombianos expectantes observamos por la televisión al presidente Uribe nervioso, envejecido, triste. Se cumplían ocho años y su mandato llegaba al final. El nuevo presiente tuvo la deferencia de invitarlo a que estuviera presente en sitio de honor. Allí en su momento Santos, le ofreció un homenaje irrepetible. Los asistentes de pie lo aplaudieron en una despedida muy sentida.
Le correspondió al nuevo presidente del Congreso, Dr. Armando Benedetti, tomarle el juramento y ponerle la banda presidencial al nuevo Jefe de Estado y pronunciar un discurso que pasó sin pena ni gloria en los medios pero donde se hizo una especie de balance al mandato del presidente Uribe nada favorable que bien vale la pena analizarlo en otro momento. El interés mediático se ha centrado en el discurso de toma de posesión del nuevo mandatario especialmente en la forma como trató el tema de la paz, a mi entender, el aspecto mas importante de lo dicho.
Todo lo que diga un Jefe de Estado en su toma de posesión es de la mayor importancia para los habitantes de ese territorio. Casi siempre aspectos muy controversiales pero ninguno como el de la paz en Colombia en momentos de dejación del mando por un presidente que hizo de la seguridad el eje central de su mandato y por supuesto, donde se hicieron las mayores inversiones. Uribe sin duda avanzó y el país se lo reconoció, mantuvo al presidente hasta el final con los índices mas alto de popularidad, aunque reconozcamos que el objetivo no se cumplió y por tanto, se convirtió en el mayor fraude político al que comunidad alguna hayan sometido en tiempos de paz.
Como alternativa al diálogo improductivo que el gobierno de Andrés Pastrana había adelantado en el cuatrienio anterior, Álvaro Uribe ganó las elecciones en el 2002 con la propuesta de ganar la guerra, con guerra, No lo logró, y pidió otra oportunidad y el pueblo lo reeligió por otros cuatro años donde volvió a fracasar, quiso volver a intentarlo pero esta vez la Corte Constitucional tumbó la ley que lo hacía posible por vicios de forma y contenido.
En resumen, fracasaron los diálogos y fracasó la fuerza. Que hacer ahora? Cuál es la propuesta?. El candidato Santos y todos los otros candidatos, le apostaron al uso de la fuerza en sus respectivas campañas. Pero a la hora no de proponer, sino de hacer, todos sabían que la sola fuerza no es suficiente como tampoco el diálogo solo. También se sabe que todas las guerras terminan con un acuerdo así sea el de rendición. Por eso, el presidente Santos se la jugó y afirmó, dirigiéndose a las FARC; que las puertas del diálogo no están cerradas, o que por lo menos no lo están con llaves. Eso sí, sin secuestros, sin ataques a la población civil, con el propósito cierto de dejar las armas.
Es lo menos que podía ofrecer, pero lo máximo posible para el momento actual. Las FARC ahora la tienen clara, pues entre los avances que hemos señalado está el estrechamiento del cerco a que esa fuerza ha sido sometida por el ejército de Colombia y saben además que no tienen la mas mínima posibilidad de ganar la guerra, ni siquiera de mantenerla por mucho tiempo. Tampoco es claro para las fuerzas del Estado ganarla pronto y nadie se atreve a señalar plazos. De lo que si se está seguro es que los costos en vidas y recursos al que la guerra somete al pueblo es mucho más de lo que se pueda pensar, y todo esto impone acabar la guerra por la vía de la negociación política. Así parece lo ha entendido el nuevo gobierno y con ello desata el nudo que nos ha impedido avanzar en la dirección correcta. Si sabemos aprovechar el momento, es posible que en Colombia otra vez soplen tiempos de paz.
Presidente Santos, señores de las FARC, la mayoría de los ciudadanos de este país estamos esperanzados en el momento. No podemos ni queremos seguir expectantes, queremos protagonizar con nuestra participación y apoyo todas las acciones que sean necesarias para que nuestro mayor anhelo se cumpla. Lo que no podemos es permanecer expectantes mientras nuestros hombres se matan entre si. Entendemos la urgencia de la paz y no nos tranzamos por nada distinto de acabar la guerra.
El país, puede resistir cualquier otra crisis menos la de los valores de la vida. Hace mucho tiempo que entendimos que la humanidad del siglo XXI no es la misma que la de los años que nos precedieron. Reclamamos la modernidad que implica vivir en democracia, con equidad social, con dignidad y por supuesto; en paz.