"A los que creyeron en esta utopía. A los que creyendo en ella murieron. A quienes por creer en ella vivimos. Dedicado a los miles de etc., etc., sin bando, depositarios de la gloria y de nuestro amor, recuerdo y llanto. Dedicado a los cientos de anónimos que día a día construyeron esta historia. Que vivan todas y todos para que sólo podamos morir de amor, de ilusión, de paz o quizá de tiempo." (Aquel 19 Será - D.Villamizar)
Movimiento 19 de Abril M-19
Porque siempre habrá un motivo, porque siempre llegará un abril
Por Fernando Dorado
Popayán, agosto 6 de 2013
Todo indica que estaremos frente a un evento electoral atípico en el Distrito Capital antes de las elecciones de 2014. Será la campaña por o contra la revocatoria del mandato de Gustavo Petro en Bogotá. Se convertirá en una antesala vibrante de las elecciones del año entrante. Servirá de medida y referencia para todos los partidos políticos en contienda.
Todas las fuerzas políticas – por obligación, dada la importancia que tiene Bogotá en el contexto nacional – tendrán que asumir una actitud. Cada candidato al Congreso se verá obligado por las circunstancias a fijar su posición. Ello convertirá estas elecciones en una prueba de fuego, especialmente para las fuerzas de izquierda, que llevan tres períodos de gobierno al frente de la ciudad capital.
El uribismo claramente está detrás de la revocatoria impulsada por uno de sus cuadros políticos, el representante a la cámara por Bogotá Miguel Gómez Martínez. Habrá que ver cuál de los candidatos presidenciales del “Centro Democrático” se juega a fondo en esta campaña por el poder gubernamental en la capital de la República. Seguramente “Pacho” Santos, en medio de su precipitación, se pondrá la camiseta de la revocatoria con todo lo que ello implica.
Los partidos y candidatos al Congreso que están con el gobierno de Juan Manuel Santos, incluyendo los “verdes”, están divididos frente a esa eventualidad. Hasta ahora sólo unos pocos representantes de esos partidos se han mostrado favorables a la revocatoria de Petro, mucho más cuando el Presidente se ha mostrado cauto y prudente. Es evidente que el primer mandatario percibe a Petro como un aliado frente al tema de la Paz y que aspira a que las bases progresistas de Bogotá y del país lo acompañen en la reelección.
En el campo de la Izquierda las cosas no son fáciles. Por paradójico que sea, Gustavo Petro – sin proponérselo – se convierte nuevamente en motivo, ya sea unidad o de mayor división de la izquierda colombiana. El primer paso ya lo dieron un conjunto de partidos, movimientos y grupos de izquierda que en comunicado público(1) aprobaron un pleno respaldo a Petro, lo cual es un hecho de gran significación dado que algunos de los firmantes son todavía integrantes del Polo Democrático Alternativo.
Para el MOIR, principal fuerza política al interior del Polo, la situación es más que difícil. Hasta ahora se ha mostrado crítico de la alcaldía petrista. Exige cambios estructurales y no valora las acciones de Petro en “defensa de lo público”. En cambio, de manera inexplicable, nunca se pronunció frente al ruinoso gobierno de Samuel Moreno al cuál no le puso mayores objeciones. Esa inconsecuencia ya le costó al Polo el desastre del resultado en las pasadas elecciones capitalinas en donde escasamente sobrepasó los 32.000 votos.
Ésta experiencia electoral puede fortalecer a la izquierda, no sólo en el ámbito del Distrito Capital sino a nivel nacional o puede profundizar su división y debilitamiento para quedar golpeada – herida casi de muerte – para enfrentar las elecciones del año entrante (2014).
El pueblo bogotano en representación de la Nación
El pueblo bogotano ha demostrado en las últimas décadas de la vida nacional una gran capacidad para ponerse al frente de las coyunturas nacionales al asumir una posición política independiente frente a la dirección de los partidos oligárquicos tradicionales.
Cuando hablamos del pueblo bogotano no podemos olvidar que desde la década de los años 60 y 70, la ciudad capital aglutina colonias de todo el país, gentes que migraron desde diferentes regiones y que han contribuido – muchos de ellos – como mano de obra proletaria a los avances productivos y urbanísticos de la ciudad capital.
Es decir, al hablar de Bogotá nos estamos refiriendo a los sectores de la población colombiana que por sus condiciones de vida y su asentamiento en la Capital, se han liberado de las ataduras ideológicas semi-feudales que todavía amarran en muchas regiones de Colombia a la mayoría de pobladores a las cúpulas políticas tradicionales.
Es esa caracterización de la población bogotana la que nos lleva a darle tanta importancia al evento electoral (revocatoria) que se avecina. Bogotá es la vanguardia política de la Nación. Lo que allí se juegue y su resultado va a tener valiosas implicaciones para el país.
Es posible que Petro haya cometido errores en su gestión de gobierno. Sin embargo, éste evento sancionatorio va más allá de la simple valoración administrativa. Lo que está en juego es de mayor trascendencia. Lo que se intenta evitar es que uno de los principales dirigentes de izquierda pueda adquirir una significativa experiencia político-administrativa en la gestión de la principal ciudad del país, y sobre todo que, con base en esa gestión – que cuestiona el modelo de desarrollo privatizador que se implementó en Colombia a partir de las reformas neoliberales que se hicieron a la Constitución de 1991 –, salga fortalecido de cara a la Presidencia de la República para 2018.
El gran peligro que avizoran los grandes conglomerados económicos que dominan la Nación consiste en que el gobierno distrital de Petro está mostrando un camino alterno al que ellos han implementado en otras ciudades. Es el mensaje ideológico que porta Petro lo que los atemoriza. Incluso, ellos – así les duela – estarían dispuestos a permitir que las empresas distritales pudieran volver a ser estatales (como lo son en Medellín las empresas de servicios públicos), pero lo que les mortifica y asusta es que un “aparecido de izquierda” pueda convertir esa tarea en un objetivo para el resto del país y que más adelante, se haga visible y posible la recuperación “para lo público” de otros sectores de la producción de tipo estratégico que han sido entregadas al gran capital transnacional, como las reservas minero-energéticas, las obras de infraestructura, el sistema de salud y de comunicaciones.
Es allí donde está la clave de la defensa de Petro. Es allí donde no se puede equivocar la dirigencia y militantes del MOIR y del Polo, porque es un asunto que va más allá de los intereses particulares de un grupo u otro, o de simples rencillas personales que hay que manejar con grandeza. Es allí donde el pueblo bogotano – estamos seguros – no se va a equivocar y va a salir a respaldar al alcalde Petro para dar una vez más una lección a los políticos tradicionales y a sus patrocinadores plutocráticos.
Todo apunta a que el instinto de clase va a prevalecer en la actitud de las mayorías del pueblo bogotano. Quién se equivoque en esta apreciación puede pagarlo caro. Si la izquierda se une para esta coyuntura va a contar con un gran estímulo y podrá jugar con fuerza en las elecciones de 2014. Si no lo hace, la historia le cobrará.
(1)Ver: Comunicado público “Llamamiento a los y las demócratas colombianos” suscrito por El Movimiento Progresistas, Vamos por los Derechos, País Común, Poder Ciudadano, Partido Comunista Colombiano, Unión Patriótica, Congreso de los Pueblos, Poder y Unidad Popular, Movimiento por la Constituyente Popular, Presentes por el socialismo, Revolución de la Esperanza y Polo al Sur. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=172113
Haciendo memoria y rindiendo homenaje a las mujeres y a los hombres que siguen siendo ejemplo para la historia
Gustavo Arias Londoño "Boris"
¡Siempre Presente!
BOGOTA Y EL PROCESO DE PAZ.
Por José Yamel Riaño
22 de julio de 2013
Bogotá es la capital de Colombia y única ciudad del país con alrededor de nueve millones de habitantes. Tiene los mejores niveles de empleo e ingresos, razones por las cuales es la mayor receptora de desplazados víctimas del conflicto armado interno.
Pero además, por coincidencia histórica, el Alcalde es un político de origen popular, formado en la lucha armada y desmovilizado por el acuerdo de Paz entre gobierno y la guerrilla del M19 en marzo de 1990, acuerdo que le permitió a los guerrilleros del Eme continuar su lucha por las vías de la legalidad y que ha llevado a Gustavo Petro a su condición de Burgomaestre de la capital de Colombia.
Petro, es una persona orgullosa de su pasado histórico y su hoja de vida lo señala como la persona más indicada para liderar en Bogotá el proceso del postconflicto.
El presidente Santos, actor principal en el proceso de acuerdos por la paz, tiene entonces en el Alcalde Mayor su mejor aliado para la implementación de los acuerdos a los que lleguen las negociaciones. El Alcalde Mayor está listo para implementación jurisdiccional de la Ley de Victimas y Restitución de Tierras que le calza preciso al primer punto de los acuerdos consistente en redimir campo colombiano.
Pero además, los bogotanos tienen un comportamiento electoral distinto al del resto de ciudades del país, al punto que las tres últimas administraciones de Bogotá han sido escogidas por la ciudadanía por la orientación progresista de sus candidatos. Bogotá es ideal para la implementación de los compromisos que el gobierno nacional acuerde con los actores armados en el proceso de construcción de paz.
Este conjunto de coincidencias hace que, en caso de ser exitoso el proceso de acuerdos urbanos, Bogotá será una formidable ciudad para implementar el post- conflicto que finalmente nos llevara a la tan anhelada Paz. De ese tamaño es el reto al que nos veremos abocados los colombianos y en el que todos los ciudadanos podemos y debemos aportar.
El tema de restitución de tierras puede ser el inicio de un debate sobre la oportunidad que pueda tener una Reforma Agraria, que algunos visionarios ven como necesaria si es que Colombia pretende salir del subdesarrollo. Esta a su vez será posible si nos modernizamos en democracia, que implica la realización de algunas reformas estructurales en lo social, económico, político y ambiental por urgentes y necesarias. Hablamos de reformas como la agraria y junto con ella, las de educación y salud.
Pero todos sabemos de la gran concentración de tierras improductivas y en pocas manos. Así parezca inocuo, esa ley solo se propone restituirle las tierras a sus legítimos dueños, a los despojados por la violencia, es lo mínimo que tendríamos que hacer, pero ya se está viendo la reacción del latifundio aliado a las bandas criminales asesinando a los líderes de la restitución. Se necesita meterle pueblo al proceso. No se hacen reformas tan solo con acuerdos entre élites y menos hoy, cuando la mayoría de partidos políticos están desacreditados y cuestionados por los ciudadanos. Es por eso que para avanzar en el proceso de paz hay que hacer reformas, por lo menos las más urgentes, Meterle pueblo al proceso es democratizar la tenencia de tierras modernizando el campo con créditos semillas y técnicas colectivas.
Pues bien compañeros Progresistas estamos viviendo un momento histórico complejo, difícil pero es también, nuestra gran oportunidad como pueblo, lo que para nosotros los Progresistas, constituye nuestro gran reto. Ya nuestros principios y valores han sido puestos a prueba en otras oportunidades y hemos salido airosos. Por fortuna no iniciamos de la nada, además del acumulado histórico de las luchas de nuestro pueblo, tenemos la experiencia de estos años de lucha y con Gustavo Petro estamos gobernando Bogotá, que se está convirtiendo en gran ejemplo para el resto del país.
Por ejemplo, en Cali y el Valle del Cauca, estamos impulsando un proceso de confluencia política con los sectores alternativos y diferentes fuerzas sociales, que nos puede permitir llegar a acuerdos parciales, en acciones electorales, políticas y sociales. Muy a pesar de las dificultades impuestas por la ley electoral a las minorías, se hace necesario construir la unidad desde abajo para ir construyendo la fuerza política territorial que rompa esquemas tradicionales, tanto de izquierda como de derecha.
En esta tarea es necesario ser lo suficientemente creativos y originales como para no repetir experiencias vividas y entender que el mundo de hoy, también es el de los jóvenes y el de las mujeres independientes que luchan por reivindicaciones propias como educación, salud y recreación. Así lo han hecho conocer los indignados de todo el mundo, la mayoría de ellos acompañados de una clase media que cada día es más asfixiada por sectores mejor organizados que presionan desde arriba y desde abajo, mientras ella misma no cuenta con sus propias herramientas que les permita hacerse escuchar. Sin duda somos los Progresistas los primeros invitados a compartir con ellos parte de nuestras luchas.
Atisbos Analíticos 175, Cali, Cali, junio 1 de 2013, Humberto Vélez R, profesor investigador del Programa de Estudios Políticos y Resolución de Conflictos; presidente de ECOPAIS, Fundación Estado*Comunidad*País. UN NUEVO ESTADO PARA UNA NUEVA COLOMBIA, humbertovelezr@gmail.com, http://fundacionecopais.blogspot.com,
2ª parte
LOS GUERRILLEROS NO SON LOS ÚNICOS VICTIMARIOS
Una Mirada desde la Historia
Ensayo en Clave de Pensamiento Estratégico
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En el Fondo de la Presidencia del Archivo General de la Nación reposa una carta enviada el 20 de mayo de 1964(12) por los “colonos y campesinos residentes en Marquetalia” y radicada el 17 de junio del mismo año en el despacho del Ministro del Interior. La misiva está escrita a máquina, con una extensión de cinco páginas y fue firmada por 16 hombres y mujeres liderados por Manuel Marulanda Vélez. La Carta, dirigida al Presidente Guillermo León Valencia, respetuosa, comienza así, “Queremos ponerle al corriente, señor Presidente, sobre cuestiones de importancia que Ud. Seguramente ignora” y, sin temor pero advirtiendo, termina así, “EL SEÑOR PRESIDENTE NO IGNORA QUE ESTÁ JUGANDO CON FUEGO”. La advertencia final aparece asociada a la denuncia que formulan: que se sentían incómodos por el cerco militar y frente al creciente número de Fuerza Pública, que los estaba asediando.
En esta carta lo único que demandan es una reforma agraria con carreteras y caminos para sacar sus productos al mercado, con escuelas y puestos de salud. Señalan que nada tienen que hacer con tierras ricas, pero desterritorializadas, como diríamos en la actualidad.
De nuevo, tenemos aquí a los campesinos demandando la presencia del Estado.
***11***
Y entonces el 27 de mayo de 1964 se inició el incendio, que todavía, tras medio siglo, no hemos podido apagar: El nacimiento de las Farc. El Estado, asesorado por la Embajada norteamericana, se vino con todo lo que de coercitivo militar tenía en ese momento y los campesinos de Marquetalia, con la ayuda del Partido Comunista, respondieron también con todo lo que de acumulado armado tenían tras 15 años de violencia interpartidista. El número de movilizados, de parte y parte, pudo haber sido mayor o menor a 16.OOO soldados bien armados contra 46 campesinos, 44 hombre y 2 mujeres, provistos de machetes y escopetas hechizas. De todas maneras, al margen del número, que tiene como fuente a los propios enfrentados, la correlación efectiva de fuerzas y de armamentos sí debió ser altamente asimétrica, pues, a ese respecto, el evento provocó la admiración de Sartre y Simón de Beauvoir en Francia (13).
Fue así como nacieron las Farc, resultado final y dialéctico de una ausencia permanente y secular del Estado en esas regiones. De nuevo, la hipótesis empírica se sobre-impone: El conflicto interno armado en Colombia no nació por la sola acción de Las Farc, aunque éstas sí han sido las responsables directas de la dirección y orientación y acciones y prácticas concretas de su movimiento.
***12***
En el primer semestre de 1996 con Adolfo Atehortúa, recién egresado del departamento de historia, le hicimos en Bogotá una larga Entrevista al General Alberto Ruiz Novoa, Ministro de Guerra del gobierno de Valencia.(14) Paradojal y rara avis este militar, el 27 de mayo de 1964 en el hotel Tequendama leyó un Ensayo suyo en el que con suma facilidad les dijo a los poderosos dueños de la tierra en el país, organizados en la SAC, que para enfrentar el problema de la violencia había que diseñar y aplicar una estrategia integral, que, entre otras cosas, implicaba la realización de reformas estructurales, entre las que se destacaba una reforma agraria.(15) En esa ocasión habló sobre la necesidad de discutir las causas de la violencia “sin miedo o falsa timidez” porque, dijo, “aquí sucede que muchas personas cuando se habla de cambio de estructuras o de la indebida influencia de los grupos de presión, creen ver el diablo y se persignan como beatas del siglo XV”. Postuló, por otra parte, que sus tesis y opiniones correspondían a hechos reales, los cuales había sido estudiados por la economía y la sociología de acuerdo con diagnósticos posibles de efectuar en cada nación”. Por otra parte, en la Entrevista no nos ocultó que él había estado al frente del diseño de la “Operación Soberanía”, más conocida como “Operación Marquetalia”, pero que él pensaba que la violencia había que enfrentarla en lo político yendo más allá de los fusiles mediante las reformas estructurales y, sobre todo, levantando un PROPÓSITO NACIONAL, que, en su concepto, para la generación de la década del 60, no podía ser otro que el de la superación de la desigualdad reinante luchando por implantar la justicia social.
Parecería que el General Ruiz Novoa de 1962 estuviese hablando para esta coyuntura del proceso Oslo la Habana en el 2013.
De nuevo se observa que la ausencia del Estado en la realización de necesarias y reclamadas reformas estructurales, de muchas formas encuentra ligazón con el asunto de las violencias. En este caso, fue el más alto oficial de las Fuerzas Armadas el que en la década del 60 se lo advirtió, pero el autista Estado colombiano continúo de largo como si de él no se tratara.
Pero los victimarios no han sido solamente los guerrillerosy el Estado y buena parte de la dirigencia política, pues muchas indicaciones empíricas acusan también a las formas mismas como esta sociedad, desde los presentes pasados nos ha llegado hasta el presente actual: Con un social muy deprimido, más instrumental que solidario, más corporativo que cooperativo, más individualista y grupal que colectivo.
***13****
En la época de la violencia entre partidos, se llegó a una dimensión de su ejercicio, que podemos medio dibujar así,
“…centenares de asesinatos con hileras de decapitados en los caminos, degollados con el famoso corte de franela o de corbata – así llamado, ilustramos nosotros porque al cortarles el cuello les sacaban la lengua simulando una corbata- , incluso llegando a despellejar a sus víctimas y extender su piel como piel de ganado, mujeres embarazadas con el estómago llenos de piedras mientras los fetos colgaban de los árboles,, y así durante una década con el listado diario de muertos, fincas incendiadas, ganado robado, asaltos de caminos y caseríos incendiados…”(16)
Al referirnos a la mortandad colectiva que hubo en Colombia en la época de la violencia entre partidos, dijimos en nuestro libro SECUESTRO, “De entrada, para ahorrarnos falsos golpes de pecho frente a fenómenos actuales que creemos inéditos – sí lo fue haber pasado de 90 secuestros en 1980 a 3.041 en el 2001- recordemos en clave un poco literaria, a la Colombia de hace cincuenta años. Rememoremos la época del simbólico machete, la de un machete de doble filo, ‘por un lado conservador y por el otro liberal, pero un solo y único cortador de cabezas’… Puestos en línea, con los cuellos sin cabeza tocando los cuellos sin cabeza del vecino, esa apocalíptica mortandad colectiva habría cubierto la ruta entre dos ciudades ubicadas a 450 kilómetros de distancia. Es decir, recordemos ese genocidio nacional, pues a cada una de esas matanzas colectivas, la acompañó otra matanza simbólica más grande, ocurrida en las cabecitas ciudadanas de los amigos ideológico-afectivos de los victimarios. Entonces, LA SOCIEDAD SE QUEDÓ CALLADA. ‘Para qué son rojos”, dijeron en 1950 unos, ‘para qué son azules”, replicaron los contrarios.” (17)
En la época del 90 los genocidios fueron pan de cada día. En Colombia todos los actores armados han masacrado civiles, pero para esas calendas los militares los volvieron una práctica sistemática con lo que convirtieron a más de cien municipios del país en campos de terror, de perversidad y de sevicia y no durante unas horas o minutos sino durante días enteros. Aparecieron, entonces, prácticas desconocidas en nuestro medio como la desmembración de personas con motosierras. Según Camilo Echandía entre 1999 y el 2001 en Colombia hubo 3.750 masacres.(18)
Notorio, innovador en sus formas de crueldad y sanguinolento y fiestero fue, por ejemplo, el genocidio cometido en el Salado donde durante dos días a sol y luna, el 26 y 27 de febrero del 2000, cuando de modo selectivo y dosificado y progresivamente cruel, asesinaron a 60 personas, una por una, al son de tamboras, altisonante música pública, botellas de aguardiente y orgías sexuales. A guisa de ilustración veamos unos pocos casos,
Para inaugurar el festival de terror la primera víctima fue Eduardo Novoa Algis.
“A él fue el primero que mataron en la cancha. Le pusieron una bolsa en la cabeza y le mocharon una oreja primero… el gritaba que no lo mataran, le pegaban por la barriga patadas y puños, por la cara, toda la cara se la partieron y nos decían “miren para que aprendan, para que vean lo que les va a pasar a ustedes, así que empiecen a hablar…El se demoró en morir, esa agonía de la muerte es horrible.. Después de la primera ejecución sacaron los instrumentos musicales de la comunidad que estaban en la Casa de la Cultura y comenzaron a tocar una tambora dando inicio a la fiesta de sevicia…se les veía el placer de matar… Después, cuando cogieron a la madre comunitaria, la difunta Rusmira, a ella la colocaron con una cabuya de guindar tabaco, la amarraron por aquí (señalan el cuello) y entonces la jalaban, el uno se la pasaba al otro, y la jalaban como una vaca… Después cogieron a una hija de Arrieta… esa muchacha sí tuvo una muerte también horrible. La acostaron boca abajo, entonces vino ese tipo, se le sentó en la espalda y la cogió por la cabeza y la jaló duro para atrás, la estranguló y la desnucó…después de haberla desnucado buscó unos palitos pequeños, le alzó la pollera, se la quitó y le metió unos palitos por el pan…”. “A mí me dejan casi la lado del baño, cuando llega la enfermera paramilitar llamada María…La vieja esa me levanta a cachetadas y me dice zorra, perra, que ahora si vas a saber lo que es bueno… que cuántas veces había hecho el amor… Me empezó a tocar, a manosear, me dice que me quite la ropa pero que lo haga despacio, que vamos a ver un show …comenzó a manosearme los senos, después vi un Carlos…me besaba todo el cuerpo, mientras esa vieja María se reía, Carlos me tocaba… después de eso me violó delante de ellos…”. El fin de la masacre sólo sobrevino al otro día cuando uno de los victimarios recibió la orden de parar la masacre con el énfasis de que habían matado mucha gente inocente… No se permitió llorar ni enterrar los cuerpos de los familiares, vecinos y amigos asesinados….Mientras los sobrevivientes permanecían en estado de zozobra dentro de sus casas, los paramilitares deambulaban por el pueblo consumiendo licor y tocando música…”.(19)
En el caso de las masacres en Colombia la explicación se hace hasta normal y fácil cuando el fenómeno se asocia a las luchas y pugnas entre los actores por el control de territorios. Para ganar territorios basta la violencia necesaria asociada a una relación favorable de fuerzas. También muchos genocidios han estados asociados a la necesidad mercantilista de sacar, por distintos medios, a la gente de una región para facilitar la explotación de los recursos por parte de las transnacionales como fue el histórico caso de la nación indígena NUKAK BAKUK, que en diez años pasó de 1400 miembros a 400. (20)
En la actualidad de estos días, las razones de algunas masacres también se han puesto sobre el tapete con la condena que ha tenido el excongresista liberal antioqueño César Pérez García como autor intelectual de una masacre que dejó 43 muertos en Segovia el 11 de noviembre de 1988. Mediante una alianza enhebrada por él entre militares-políticos y paramilitares buscó recuperar por esa vía en ese municipio el poder que había perdido a manos de la Unión Patriótica en las primeras elecciones municipales por votación popular. (21) Quizá desde este evento de condena judicial ejemplar, se podrá escudriñar, de manera más adecuada, la otra gran masacre nacional que ha habido en Colombia en la contemporaneidad: El partidicidio que sufrió la Unión Patriótica entre 1984 y el 2004, período en el que casi toda su militancia fue diezmada en las distintas regiones del país. Y con el agravante de que la sociedad nacional también de nuevo casi que se quedó muda. Como en la época del 50, sólo algunos musitaron, “pobrecitos, pero ¿para qué son pro-guerrilleros? Pero, ¿cuáles pro-guerrilleros? Si La Unión Patriótica era una organización creada por personas civiles democráticas de izquierda, que querían acoger en su seno a aquellas guerrillas que, al negociar con el gobierno el final del conflicto interno armado, 1. renunciaban a acudir a las armas para hacer política; 2. se comprometían a hacerla en nuevos espacios institucionales en proceso de democratización, y. 3. estaban dispuestas a luchar por sus idearios revolucionarios desde la democracia. Todo indica que la “cementarización colectiva” de la Unión Patriótica fue un proceso programado y organizado a escala nacional: Desde 1986 en su 45 Conferencia Episcopal, el Cardenal Alfonso López Trujillo condenó las alianzas con la izquierda y el gobierno de Belisario Betancur y los católicos permanecieron callados; durante el gobierno de Virgilio Barco, al arreciar el partidicidio, su Ministro de Gobierno, Lemos Simmonds declaró que la culpa recaía en los militantes de esa organización por ser “testaferros políticos de la guerrilla”.
Protestó entonces Bernardo Jaramillo, “eso equivale a colgarle al cuello una lápida a la oposición”, fue lo único que alcanzó a decir, pues tres días después fue asesinado. Cuando accedió al gobierno Gaviria, se limitó a minimizar o descalificar las denuncias hechas `por los líderes de la emergente pero ya casi sepultada organización: Esas, dijo, no son más que paranoicas denuncias, que buscan posicionar en lo electoral a esa nueva fuerza. Seis meses después, fue asesinado Manuel Cepeda Vargas, el último senador mohicano de la Unión Patriótica. Entonces, se llevó el caso a la OEA y los gobiernos de Samper y Pastrana descargaron en el narcotráfico la responsabilidad del atroz genocidio político y los barones de la droga dijeron que los habían eliminado a causa del chantaje de las guerrillas. Finalmente, en su “Catecismo Democrático”, Uribe Vélez anticipó que la exterminación estaba ligada a los propios errores de la U.P, que pretendía combinar “la política con los fusiles”. (22)
Constituye la anterior una historia reciente que pesa sobre el cerebro de los negociadores de las Farc en la Habana. Por eso la participación política de los exguerrilleros debe ser una participación estatalmente blindada, con el Estado como su principal garante. De ahí la importancia de recordar la entrevista que el año pasado le hizo a Otto Morales Benitez - un conocedor en laboratorio de la negociación frustrada en la época de Belisario Betancurt- Camila Zúñiga: Cuando se organizó la UP, declaró, “hubo una gran oposición en su contra, lo que hizo que muchos regresaran a la guerrilla, pues sintieron que no tenían garantías”; sin embargo, ahora “no veo ese espíritu en el país y menos en el presidente , que es el que dirige todas las acciones.”(23)
Pero, más allá de todo esto, surge una pregunta central: ¿por qué y para qué tantas veces se ha ido mucho más allá de esa “necesariedad” de violencia llegando a niveles de crueldad, de atrocidad y de sevicia por fuera de las lógicas de lo necesario o para acceder a ese control territorial o para despejar población abriéndole paso a los proyectos de las transnacionales o para re-controlar poblaciones perdidas en lo político electoral?
Lo preocupante, en este caso, no es tanto que en Colombia, como en muchas otras partes del mundo, haya habido y siga habiendo violencias, sino que éstas, con más frecuencia de lo que se ha dicho y pensado, se hayan ejercido en la forma como lo reflejan las dos narrativas contadas en este acápite. En unos casos, se ha ejercido en forma extrema, como efecto demostración: para que los que las presencien “no lo vuelvan a hacer, por ejemplo, apoyar o auxiliar al enemigo; pero, en otros caso, porque lo que los ha motivado a ella, ha sido el odio al enemigo: una persona que odia a otra le responde con una ignominia y esta le contra-responde con otra peor, y así la situación se mueve de degradación en degradación en una incontrolable espiral de odios acumulados.
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Aunque no se trata de desvanecer y desdibujar responsabilidades morales y penales en el nivel personal como si esta sociedad fuese una masa inerme de niños socialmente indefensos, sin embargo, los extremos inhumanos a que se llegó en materia de ejercicio de la violencia en periodos y regiones concretas del país, sobre todo, en las coyunturas 1950-1960 y 1990-2000, por ejemplo, sugieren que en el seno mismo de esta sociedad, a sus formas nodales de organización social debe haber entrado algo “intrínsecamente maligno” capaz de posibilitar esos “productos sociales” tan perversos.” Es decir, que estamos ante la posible y “peligrosa” hipótesis de la sociedad colombiana como potencialmente victimaria.
En el Atisbos Analíticos No 111 de marzo del 2010, trajimos a colación una entrevista concedida al “El Tiempo” a finales del 2009 por Francoise Zimeray, Embajador de Francia en la que destacó las siguientes ideas,
“hay una dimensión, dijo, que me impacta: cuando vemos como se atacan los derechos humanos en Colombia, y veo muchos ataques en el nivel mundial, - estuve en Asia, en Palestina, en África, en Chechenia, lo que me impacta de la situación colombiana no es solamente la violencia y la pobreza, o los desplazamientos masivos, es la crueldad. (Subrayado nuestro) En Palestina…no se descuartiza la gente”.
Pero, no se quedó ahí el embajador francés, pues le impactó que de cara a esa situación nadie se indignara ni protestara, “después de los falsos positivos, dijo, no estoy seguro de que haya una indignación de la opinión pública lo bastante fuerte, para tener una traducción política”. Era como “si existiese la idea de que, de todas maneras, no sirve para nada lo que podamos hacer”. Se preguntó entonces qué era lo que estaba sucediendo en esta sociedad proporcionando una respuesta digna de mucha reflexión, “También me pregunto, señaló, acerca de la sociedad colombiana misma…me pregunto si lo que se hace tiene fundamento en el cuerpo social”.
Por ahora limitémonos a señalar que tanta crueldad sólo puede ser una de las expresiones de una sociedad en la que ha habido fallas notorias y notables en la historia de institución de lo social. Como que, miembros de esta sociedad, segmentos cada vez más amplios de sus habitantes se han venido apropiando de una “esencia” casi perversa. Frente a la vida humana, una masa amplia de colombianos ha asimilado subculturas ligadas a sus problemas más macros, que expresan un enorme desprecio por la vida humana (24): inequidad social extrema y casi crónica, guerra de nunca acabar y corrupción casi generalizada.
Pero, una importante advertencia: la hipótesis no puede extenderse al conjunto de la población colombiana que, aunque por razones ligadas al dominio social ha bebido de culturas perversas, sin embargo, son gente buena y sencilla y de raigambre popular trabajadora que, a no ser por una explicable pasividad social, no ha tenido nada que ver con la dirección hegemónica, y usamos la noción en su sentido gramsciano, de esta sociedad o que, en términos más positivos, ha hecho parte de esa pluralidad de movimientos de resistencia , que ha caracterizado al movimiento social colombiano.
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Expresión clara y robusta de ese social colombiano precario y desvanecido ha sido la enorme inequidad social que ha caracterizado a esta sociedad. En lo económico tecnológico, Colombia no hace parte de los países más atrasados del mundo. Aún más, por estos días de puesta en marcha de otro modelo de integración regional latinoamericana, de modo genérico se ha reiterado que, integrados, México, Colombia, Perú y Chile le darían forma a la octava economía del mundo. Esto no obstante, de acuerdo con el coeficiente de Gini, Colombia, contando desde la cola hacia arriba, ocupa en el mundo el tercer lugar en inequidad social en materia de distribución general de la propiedad rural. Sobre esta materia, con un Gini del 0.86, el país se encuentra casi cercano a la perfecta desigualdad. (25) Aún más, la concentración de la tierra en vez de disminuir, ha tendido a aumentar, pues entre 1970 de un Gini de 0.70, se pasó a otro de 0.86 en 1980. (26) Este es un asunto ya casi rutinario entre nuestros buenos estudiosos de la cuestión rural como Darío Fajardo, Absalón Machado y Alejandro Reyes.
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En nuestra opinión, la anterior situación social crítica se presenta cuando en una sociedad concreta empiezan a hacerse socialmente inefectivos los históricos y tradicionales macro-códigos de regulación de la vida diaria; nos estamos refiriendo a la ética, al derecho positivo y a la cultura social, sean los que sean sus contenidos, pues para regular las vidas humanas no existen en todas partes – ni han existido en todos los tiempos - una misma moral ni un mismo derecho positivo ni una misma cultura.
Pero, si de modo pronunciado, esos códigos regulatorios históricos han empezado a fallar en la sociedad colombiana ha sido porque en ella se han venido conmoviendo los cimientos mismos de su organización social. A guisa de hipótesis, señalémoslo de modo más preciso. En los discursos continuamos engolosinados con el “sacrosanto derecho positivo”- esta es una sociedad de derecho, nos proclaman a toda hora-; con la “moral católica, eterna y divino–natural, que heredamos de nuestra Madre la Iglesia Católica”- ; y con la “tradicional cultura social, que nos legaron nuestros abuelos”. Eso en los discursos, pues, en la práctica, en nuestras conductas e interrelaciones cotidianas han tendido, y tienden a primar, otro derecho, otra moral y otra cultura social. Como para decir que, en esta segunda década del siglo XXI, los colombianos tendemos a atenernos a dos modelos regulatorios ambivalentes de las conductas personales, uno para “hablar y discursear” y otro para “hacer”: El primero, especulativo e inefectivo pero muy loado, el segundo, socialmente efectivo pero pactado y agazapado. Por eso, los colombianos, más que institucionales, son y han sido para-institucionales. Como expresiones empíricas de tan tremenda brecha entre la vida ciudadana discursiva y la vida práctica ciudadana, se tienen: 1. una tesis cristiana y tomista del bien común, que nos conduce a proclamar que el Estado es “de todas y de todos”, pero, en la práctica, se trata de una gran finca manejada y controlada y usufructuada por unos pocos mayordomos (la concepción patrimonialista del Estado) sin que haya una sola acción de la que no deriven una renta o la satisfacción de un interés estratégico de “los de arriba”(rentismo, clasismo, clientelismo y corrupción); 2. una pretendida muy rica Cultura jurídico-legal, la gran herencia de España, que, en la práctica, mientras los jueces no nos observen, se transa y negocia a toda hora con el vecino de turno inspirados en el principio, que sí se ha constituido en genuina Cultura social, do ut des, “qué y cuánto me das para yo saber qué y cuánto darte”; 3.una moral católica, prístina por divino-natural, proclamada de año en año por las Conferencias Episcopales, que casi a toda hora y circunstancia es pisoteada y hecha trizas por una u otra versión de la moral de la situación; y finalmente, una adorada cultura social, la herencia de los abuelos, que, sobre todo en las tres últimas décadas ha sido subvertida por unas muy eficaces contraculturas mafiosas asociadas al narcotráfico y al paramilitarismo. (27)
Ha sido así como los que tradicionalmente han dirigido esta sociedad, los que han ejercido su hegemonía, han permitido que en su seno hayan tomado forma factores estructurales perversos muy eficaces en la construcción de lo social. Hasta llegar a lo que se tiene, un social muy deprimido, más instrumental que solidario, más corporativo que cooperativo, más individualista y grupal que asociativo.
Desde una apuesta investigativa enhebrada desde lo político, que se pregunta por el tipo de social que en esta sociedad se ha construido en sus distintos presentes pasados hasta llegar al presente actual, las anteriores hipótesis ocupan un lugar central. (28)
***17***
Por todas estas últimas razones, medio esbozadas entre los acápites 9 y 16 de este Atisbos, lo que los colombianos deberíamos estar haciendo es tratar de darle forma a una necesaria y compleja pero todavía dificultosa y casi imposible LEY DE PUNTO FINAL: cambiémosle las enjalmas a las mulas, cambiemos también las mulas y a los que arrean y volvamos a comenzar. Algo así, ha insinuado por estos días Pablo Catatumbo,
“El país está maduro para escuchar con serenidad una declaración de responsabilidad histórica en el desastre que hemos vivido durante 60 años. Esa sola señal sincera por parte del gobierno permitirá avanzar en transformar el acuerdo firmado en un tratado de paz. Que se reconozcan las víctimas del conflicto, las víctimas de las dos partes. Que se pongan sobre la mesa todos los componentes del rompecabezas, que se traigan a la mesa todas las víctimas y todos los victimarios.” (29)
Para muchos -congresistas, políticos, organismos internacionales de los derechos humanos, y analistas- una ley así nacería muerta (30), pues, en primer, le abriría más las puertas a la amplia impunidad existente, y, de entrada, haría falta un presupuesto central sine qua non: un conocimiento, por lo menos, adecuado, de la verdad de lo sucedido. Por otra parte, una ley así, para que pudiese ser socialmente eficaz, debería estar soportada por un propósito nacional casi imposible de construir en el actual marco de polarización sobre el problema de la paz.
Entonces, dejemos el asunto así hasta que vaya madurando, y digamos algo sobre la crítica que tantos le están haciendo al proceso OSLO-LA HABANA, en el sentido de que es una puerta abierta a la impunidad.
***18***
En los últimos meses dos destacados líderes, el Procurador y el Ex-presidente Alvaro Uribe Vélez, al unísono, han hecho una convocatoria al país a que nos rasguemos todos y todas las vestiduras por el crimen de lesa-Colombia que se estaría cometiendo al apoyar un proceso de negociación que le estaría abriendo las puertas de par en par a la impunidad judicial.
Pero, en Colombia la impunidad ha sido la ley, lo más regular y constante del sistema judicial colombiano; ha sido- y, sobre todo, continúa siendo- una frecuencia mayor que la de los fallos. No es que porque así sea acá, no importa que en la Habana también haya impunidad, pues en la tierra de Martí los negociadores de las dos partes no harán nada por fuera de una forma de justicia, internacionalmente reconocida y validada, llamada JUSTICIA TRANSICIONAL.
Sería quizá más importante que Procurador y ex-presidente con sinceridad se dedicasen a contribuir a buscarle salidas a un sistema judicial, que como el colombiano, está en los límites críticos de lo incontrolable, antes de obsesionarse por cuestionar a priori un sistema de justicia que, como el de La Justicia Transicional, todavía no se ha aplicado en el caso de las negociaciones en Cuba. De acuerdo con un veredicto de la Corte Suprema de Justicia, el sistema judicial colombiano está pasando por una coyuntura, que coloca en tela de juicio su funcionamiento: mientras que en el sistema penal la impunidad puede llegar al 97%, en el civil, la posibilidad de condenas es apenas del 20%. (31)Una situación así, sí es un motivo como para convocar a un rasgar colectivo de vestiduras.
La Justicia Transicional no ha sido concebida para perdonar a las personas en lo penal porque sí y ni siquiera para pagarles o agradecerles la dejación de las armas a quienes las han empuñado de modo subversivo; es una forma de justicia, concebida para abordar y manejar y ponerle fin a un conflicto macro, grave para el país y de mucho impacto perverso para el conjunto de sus habitantes. Por sí y en sí misma carece de sentido, pues es una función de las condiciones en las que se maneje el conflicto a resolver. Es así como a la luz de sus lógicas, el cómo y el cuánto de justicia dependen de los niveles de reparación de las víctimas, de el qué y el cuánto de la reparación, así como de los grados efectivos alcanzados en el establecimiento de la verdad, de garantías de no repetición y de reconciliación. (32) Esto parece olvidarlo, casi por completo, el líder de la oposición a la paz, el ex-presidente Alvaro Uribe Vélez, así como sus asesores y seguidores. ¿Mala fe o interés político u obsesión guerrerista o todo a la vez? Recordemos ahora que, hace 21 años, el propio Uribe, como senador y ante una situación crítica de vacío legal, sacó avante una ley de indulto total para el M19. (33)
12. Carta enviada por 16 campesinos desde Marquetalia al presidente Guillermo León Valencia, 20 de mayo de 1964, Archivo General de la Nación, Fondo Presidencia de la República.
13. Sánchez, Ariel y Gonzalo, Sánchez, “NACEN LAS FARC, MAYO 27 1964”, http://www.colombialink.com.
14. Vélez Ramírez, Humberto, “CUANDO LOS MILITARES PIENSAN EN EL PAÍS MÁS ALLÁ DE LOS FUSILES”, EN, Idem, El Conflicto político armado en Colombia Negociación o Guerra, Editorial Universidad del Valle, 1998, pgs. 221-245
15. Entre otras cosas más allá de la entrevista, ver, ANALES DEL CONGRESO, “Palabras del señor Ministro de Guerra en sesión del 22 de agosto de 1962”, 4 de septiembre de i962, pgs. 879-883 Ruiz Novoa, Alberto, “Reforma de Estructuras”, En, EL GRAN DESAFÍO, Tercer Mundo, Bogotá, 1965, pgas.91-108.
16. Pataquiva García, Germán Nicolás, “LAS FARC, SU ORIEGEN Y EVOLUCIÓN”, Unisci, Discussion Papes, No 19 (Enero/Janauary 2009)
17. Vélez R, Humberto, SECUESTRO, impresos Richard Ltda. Marzo 2005, p.178.
18. Echandía, Camilo , “Dinámica espacial de las muertes violentas en Colombia” 1900-2005.
19. Coverdy Rojas, Jalily “LA ECONOMÍA MICROPOLÍTICA DEL TERROR Y LA CRUELDAD EN LOS GRUPOS PARAMILITARES” Tesis, Maestría de Estudios Políticos, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, 2001; ver también, Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación, MEMORIAS EN TIEMPOS DE GUERRA Reportaje de Iniciativas, octubre 2009.
20. El Espectador, Bogotá, 14-20 noviembre de 2004.
21. SEMANA
22. Vélez, Humberto, SECUESTRO, op.cit. pgs 177-181; El Espectador 14-20 noviembre, 2004.
23. Entrevista de Camila Zúñiga a Otto Morales Benitez, El Espectador, 11-09-2012.
24. Vélez Ramírez, Humberto, “CUANDO LA VIDA HUMANA NO CABE EN ELCUERPO SOCIAL QUE HABITA”, Atisbos Analíticos No.
25. El Espectador.com, 05-24-2013
26. Maya, Guillermo, “Colombia: Modelo para desarmar”, El Tiempo, 23-05-2013.
27. A este respecto, ver, “La crisis de los códigos de regulación de la vida social”, en, Vélez, Humberto, SECUESTRO, op. cit. pgs. 187-194.
28 .Vélez R, Humberto, Notas de Clase sobre la Naturaleza de lo Político, Programa de Estudios Políticos, Universidad del Valle, 2013, en proceso de publicación.
29. ENTEVISTA DE ALFREDO MOLANO A LOS NEGOCIADORES DE LAS FARC, El Espectador, domingo 19 de marzo de 2013, pgs. 6 a 9.
30. Quintero Cerón, Rafael, COLPRENSA, 22-05-2013.
31. COLPRENSA, “Impunidad en el sistema penal puede llegar al 97%”, 03-19-2013.
32. De la Calle Lombana Humberto, “Justicia transicional: más allá de la teoría del sapo”, El Tiempo, 18-05-2013; en este artículo, De la Calle trabaja la siguiente bibliografía: Sandrine, Lefranc, Políticas del Perdón, Frénesis, 2007; Ambos, Kai, El Marco Jurídico de la Justicia de Transición, Temis, 2008; De Greiff, Pablo, Justicia y Paz, Intermedio, 2009.
33. Ver, http://www.periodismo sinfronteras.com/indulto-al-m-19
Atisbos Analíticos 175, Cali, Cali, junio 1 de 2013, Humberto Vélez R, profesor investigador del Programa de Estudios Políticos y Resolución de Conflictos; presidente de ECOPAIS, Fundación Estado*Comunidad*País. UN NUEVO ESTADO PARA UNA NUEVA COLOMBIA,
http://fundacionecopais.blogspot.com
LOS GUERRILLEROS NO SON LOS ÚNICOS VICTIMARIOS
Una Mirada desde la Historia (1)
Ensayo en Clave de Pensamiento Estratégico
ABSTRACT
1.- Si no dispone de una hora para leer de modo crítico y contributivo este Atisbos, no lo lea, o, quédese con al Abstract.
2.- El juego intereses-necesidades y posiciones: Cuando en una negociación se producen cambios en las posiciones- que es lo más difícil de cambiar- a partir de modificaciones en el juego intereses-necesidades, es porque efectivamente se ha estado avanzando siendo esto lo que se puede evidenciar en estos nueve meses de conversaciones en la Habana: se ha insinuado un acuerdo informal acerca de la medida en que se afectará la propiedad rural -hasta la abolición del pre-moderno e injusto latifundio improductivo- asunto éste que en el debate nacional unos han callado mientras que otros han deformado presentándolo o presintiéndolo como una ataque frontal contra la propiedad privada.
En el asunto de los tiempos, en cambio, las posiciones más que cambiar, han tendido a radicalizarse. En este orden, el juego intereses-necesidades ha sido distinto.
3.- Santos busca la paz, ¿electoralmente habrá que apoyarlo? Como en la práctica han tomado forma dos estrategias distintas de cara a la paz, neoliberal una y anti-neoliberal la segunda, lo que en la coyuntura habría qué hacer, sin adhesiones mecánicas y hasta incoherentes, es construir acuerdos entre las dos fuerzas y estrategias buscando salvar los acuerdos pacificadores de la Habana.
4.- De cara al actual proceso de negociación, existen unos enemigos abiertos para quienes el discurso de “una muy posible impunidad frente a delitos atroces” no es más que una táctica de torpedeo. Lo que les importa es que la negociación no salga avante. En esas condiciones, para ellos no hay Justicia Transicional que valga. Con ellos, muy alineados alrededor del llamado “Centro democrático”, es inoficioso el debate público sobre esta forma excepcional de justicia pues, siempre le encontrarán reparos y enormes limitaciones y extensos vacíos. Pero, como lo ha destacado William Ospina, existen otros enemigos de buena fe y hasta casi todos sus amigos, que están muy interesados en que la paz no signifique tapar culpas y crímenes, pero que también saben que el único castigo no es la cárcel.
5.- “LA PAZ DIFÍCIL”, un importante artículo de Jorge Orlando Melo.
6.- Las conversaciones han sido relativamente prudentes, pero sí se sabe bajo qué términos se está negociando en la Habana y sobre qué materias. Los acuerdos informales que se vayan formulando no saldrán de estos temas, reforma rural; b. reforma del régimen político y electoral; c. cooperación de las Farc en la redefinición de la Política anti-narcóticos; d. derechos de las Víctimas; e. sentido y propósitos de la dejación de las armas; y. f. formalización-verificación de los Acuerdos y situación del post-conflicto armado.
7.- Desde hace, por lo menos, diez años, dos imaginarios bélicos, han alcanzado amplia cobertura social convirtiéndose, desde las mentes de un amplio sector de la ciudadanía, en verdaderos obstáculos a la paz. El primero de ellos dice que esos viejos e idealistas guerrilleros han dejado de ser actores políticos y que, por lo tanto, si ahora buscan negociar, no hay razones robustas para otorgarles prerrogativas para que hagan política; no menos fuerte y amplio es el otro imaginario, que dice que como el fin del fin de las guerrillas se encuentra a la vuelta de la esquina, más que negociar con ellos, lo que hay que hacer es arreciar la guerra. Los amigos de la paz, en sus distintas versiones ciudadanas, deben hacer mucha pedagogía evidenciando cómo esos imaginarios no se corresponden con la realidad. Golpeados durante el octoenio en lo militar y en pérdida progresiva de control territorial entre el 2002 y el 2007, en el 2008, producto de la readecuación estratégica liderada por Cano, los farquianos empezaron a reactivarse en el 2008, levantando cabeza militar en los últimos doce meses del gobierno de Uribe, y, a partir de entonces, en lo territorial han venido reconfigurando un largo y complejo corredor, que partiendo desde Catatumbo, se abre paso por Arauca y Antioquia hasta llegar al Valle desde donde continúa hasta el Cauca y Nariño para llegar al Putumayo y a los límites con Ecuador.
8.- En esta sociedad nuestra ¿serán los guerrilleros los únicos victimarios? Claro que ellos lo han sido y lo continúan siendo, sobre todo, por las formas específicas como han dirigido su movimiento con múltiples acciones ilegítimas de guerra contrarias al DIH y con un enorme impacto perverso sobre las poblaciones civiles habitantes de los territorios de guerra. Pero, en esta sociedad la lista de victimarios es más amplia, compleja y enredada
9.- En los finales de la violencia entre partidos, ¿quién obligó a Marulanda Vélez y amigos a salirse de un cargo oficial? Entrevista de Jorge Leyva al Sargento Pascua.
10.- El 20 de mayo de 1964, 14 hombres y 2 mujeres liderados por Marulanda Vélez le enviaron al presidente Valencia una carta solicitándole que se hiciese en Marquetalia una reforma agraria completa. Archivo General de la Nación Fondo Presidencia.
11.- En la década de 1960, el propio Ministro de Guerra también se lo advirtió al Estado: En Colombia habrá violencias si no se hacen reformas estructurales. Entrevista de Humberto Vélez y Adolfo León Atehortúa al General Alberto Ruiz Novoa.
12.- En la época de la violencia entre partidos- mediados del siglo XX- se llegó a unas formas extremas de ejercicio de la violencia, casi “patológicas”. Una corta y expresiva ilustración.
13.- Algo aún más extremo y sistemático acaeció en la década 1990-2000: apareció, por ejemplo, la práctica de desmembrar a las personas con motosierras. El caso del genocidio del Salado.
14.- Sin pretender desvanecer responsabilidades morales y penales en lo personal, algo de perverso ha entrado a hacer parte de “nuestro cuerpo social”. Entrevista de El Tiempo al Embajador Francés Francois Zimeray.
15.- Expresión clara y robusta de ese social colombiano precario y desvanecido ha sido la enorme inequidad social que ha caracterizado a esta sociedad. Un solo ejemplo: en materia de distribución de la propiedad rural, con un Gini de 0.86 casi que se acerca a la más perfecta desigualdad.
16.- Como para levantar la hipótesis según la cual, como un resultado histórico, en esta segunda década del siglo XXI los colombianos tienden a atenerse a dos modelos regulatorios ambivalentes de las conductas personales, uno para “hablar y discursear” y otro para “hacer”: El primero, especulativo e inefectivo pero muy loado, el segundo, socialmente efectivo pero pactado y agazapado. Por eso los colombianos, más que institucionales, son y han sido para-institucionales.
17.- Por todas estas últimas razones medio esbozadas entre los acápites 9 y 16 del presente Atisbos, lo que los colombianos deberíamos estar haciendo sería tratar darle forma a una necesaria y compleja pero todavía dificultosa y casi imposible LEY DE PUNTO FINAL; algo al respecto, ha avanzado Pablo Catatumbo.
18.- La Justicia Transicional no ha sido concebida para perdonar a las personas en lo penal porque sí y ni siquiera para pagarles o agradecerles la dejación de las armas a quienes las han empuñado de modo subversivo; es una forma de justicia, concebida para abordar y manejar un conflicto macro, grave para el país y de mucho impacto perverso para el conjunto de sus habitantes. Por sí y en sí misma carece de sentido, pues es una función de las condiciones en las que se maneje el conflicto. Es así como, a la luz de sus propias lógicas, el cómo y el cuánto de justicia dependen de los niveles de reparación de las víctimas, así como de los grados efectivos alcanzados de establecimiento de la verdad, de garantías de no repetición y de reconciliación. Esto parece olvidarlo, casi por completo, el líder de la oposición a la paz, el ex-presidente Alvaro Uribe Vélez, así como sus asesores y seguidores. ¿Mala fe o interés político u obsesión guerrerista o todo a la vez? Recordemos ahora que, hace 21 años, el propio Uribe, como senador y ante una situación crítica de vacío legal, sacó avante una ley de re-indulto total para el M19.
***1***
Habíamos prometido no llevar los Atisbos, a no ser de tiempo en tiempo, más allá de 1.300 palabras, pero ahora, la importancia del tema- La Habana bajo la mirada de la historia colombiana- amerita llevarlos a un nuevo Ensayo. Los expertos en leer rápido sin entender casi nada, arrollarán este luengo Atisbos en uno o dos momentos, pero los cultores de la lectura pausada y crítica, que es para quienes escribimos, gastarán su hora y buscarán aportar.
***2***
Hoy 26 de mayo del 2013 se cumplen nueve meses desde que el pasado 26 de agosto se iniciaron los diálogos de la Habana y dada la confidencialidad básica del proceso, sólo los negociadores saben si han marchado de modo lento o rápido o adecuado. En abstracto, podría afirmarse que, a ese ritmo, gastarían dos o tres años para cubrir los cinco temas nucleares pactados en la etapa exploratoria de pre-negociación, que teniendo cada uno de ellos su grado de importancia, sin embargo, están todos subordinados a los acuerdos informales que se construyan en el ámbito del primer tema, el del desarrollo rural integral. Poe eso los tiempos del primer tema y nueve ciclos, no serán ni los tiempos ni los ciclos de los otros cuatro.
En general, adivinando, presumiendo pero también recogiendo pistas regadas en el camino, dos asuntos parecen haber sido los más álgidos en los nueve ciclos en que hasta ahora han desdoblado la cuestión rural: primero, si se afectará o no se afectará el estatuto de la propiedad rural y, segundo, el asunto de los tiempos, sobre si los diálogos con acuerdos informales deben terminar hoy por la tarde, mañana por la mañana o pasado mañana al medio día.
Que sí debía afectarse el estatuto de la propiedad privada rural, fue la primera posición de las Farc; que debía permanecer inconmovible, que ése no era asunto para discutir, que, a lo Uribe, ése era un inamovible, fue, desde un principio, la posición del gobierno. Sin embargo, al entrar en juego intereses y necesidades, de parte y parte, las posiciones cerradas empezaron a modificarse. Los farquianos, que necesitaban que la negociación se focalizara desde “un cambio mínimo en las condiciones sociales de la gente”(2), propusieron entonces que una reforma agraria, como componente central de una reforma rural, se hiciera afectando con vigor el latifundio improductivo, sin lesionar, por ejemplo, el latifundio capitalista comercial moderno; y el gobierno, que necesitaba que la locomotora minera pudiera marchar sin conflictos atravesados por las guerrillas, también modificó su posición, pues la propiedad latifundista improductiva no era un inamovible absoluto, pues el propio espíritu de muchas leyes señalaban que la propiedad de la tierra debía estar en manos productivas.
Cuando en una negociación se producen cambios en las posiciones- que es lo más difícil de cambiar- a partir de modificaciones en el juego intereses-necesidades, es porque efectivamente se ha estado avanzando siendo esto lo que se evidencia en estos nueve meses de conversaciones en la Habana: se ha insinuado un acuerdo informal acerca de la medida en que se afectará la propiedad rural – hasta la abolición del pre-moderno e injusto latifundio improductivo, asunto éste que en el debate nacional unos han callado mientras que otros han deformado presentándolo o presintiéndolo como una ataque frontal contra la propiedad privada.
A este respecto, hoy domingo 26 de mayo en declaración conjunta leída por el representante de Noruega como país garante, los negociadores le han comunicado a Colombia y al mundo los acuerdos informales construidos sobre el primer tema (3),
“Los delegados del Gobierno y las FARC-EP, informan que: Hemos llegado a un acuerdo sobre el primer punto de la Agenda contenida en el "Acuerdo General para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera". Acordamos denominarlo “Hacia un nuevo campo colombiano: Reforma rural integral”. En el próximo ciclo de conversaciones, presentaremos el primer informe periódico de la Mesa.
Hemos construido acuerdos sobre los siguientes temas:
Acceso y uso de la tierra. Tierras improductivas. Formalización de la propiedad. Frontera agrícola y protección de zonas de reserva. Programas de desarrollo con enfoque territorial. Infraestructura y adecuación de tierras. Desarrollo social: salud, educación, vivienda, erradicación de la pobreza. Estímulo a la producción agropecuaria y a la economía solidaria y cooperativa. Asistencia técnica. Subsidios.”
En el asunto de los tiempos, en cambio, las posiciones más que cambiar, han tendido a radicalizarse. En este orden, el juego intereses-necesidades ha sido distinto. En la ya citada Entrevista, Pablo Catatumbo ha ratificado la posición inicial de las Farc:
“Para empezar, diferimos en los tiempos. No queremos un proceso exprés. A una confrontación que ha causado tanta tragedia en el país y que se ha prolongado durante casi 50 años es muy complicado ponerle plazos…”.
El gobierno en cambio, tras nueve meses de conversaciones en las que ha bailoteado sobre el asunto, por estos días ha reafirmado su posición mandando a decir con el Ministro de Gobierno que Santos sólo se aguantará hasta noviembre del 2013, fecha en la que el presidente deberá formalizar o no su aviso indirecto de aspirante a una reelección. Catatumbo, dentro del espíritu de los tiempos más pausados de su organización, no mira con recelo esa aspiración, “Me parece positivo. Si el presidente es reelegido se le da continuidad al proceso. De otro lado, le da la oportunidad para que lo defienda, cosa que no ha hecho hasta ahora con suficiente fuerza y convicción”.
***3***
En excelente balance crítico de 6 meses de conversaciones, Carlos Medina Gallego de la Universidad Nacional, nos lo ha advertido: El momento es complejo y lo serán los meses venideros, pues, no obstante un exitoso recorrido, subsisten muchos nudos por desamarrar; en la parte gubernamental, el talón de Aquiles del propósito reeleccionista de Santos es el proceso de paz (4), aunque el presidente insista, una vez lanzada a la reelección su Política de Prosperidad para todos, en que él, aunque las Farc no le marchen al proceso, sacarán adelante la paz en Colombia.
Pero, ahora la pregunta que ahora muchos se hacen es el cómo un presidente inclinado a iniciar la pacificación del país, podrá sacar adelante su propósito de paz aplicando unas Políticas Públicas cuyo contenido neoliberal no alcanza a verse ocultado por acciones sociales efectistas como las cien mil viviendas gratuitas, por ejemplo. En el nivel de los deseos, todos los demócratas y progresistas con conciencia social con seguridad apoyarán el propósito pacificador, lo que, en el nivel práctico, debería traducirse en un apoyo electoral a la reelección de Santos. Pero, serán la realidad y los niveles de convicción, y no los deseos y el deber ser, los que definirán la contradicción. Lo que en el movimiento real se observa es que, en la coyuntura, han tomado forma dos estrategias distintas de cara a las posibilidades de paz: de un lado, un gobierno pro-pacificación de inspiración neoliberal, y, del otro, un amplio movimiento social ciudadano pro-paz, que postula que, si la negociación resulta exitosa, ése sería sólo un primer paso en la construcción de paz. Por lo tanto, lo que en la coyuntura habría que hacer, sin adhesiones mecánicas y hasta incoherentes, sería construir acuerdos entre las dos fuerzas y estrategias buscando salvar los acuerdos pacificadores de la Habana.
***4***
Como ya hemos visto en la Habana se han producido importantes acuerdos informales siendo el más importante el de la realización de una histórica reforma agraria, que por vez primera toque en profundidad al latifundio improductivo transfiriendo, por ejemplo, 20 de los 40 millones de hectáreas dedicadas a la ganadería extensiva a un programa de construcción de alguna de las formas complementarias de Soberanía Alimentaria. Se podrá pasar, entonces, al primer ciclo, ya algo adelantado, de la participación política de los ex-guerrilleros en la vida política.
Como podrá observarse, si en el primer tema el escollo central fue el del estatuto jurídico y real de la propiedad rural, ahora en el segundo lo será el del estatuto político de ex-guerrilleros, que sin haber sido sufrido una derrota militar, que sin ni siquiera encontrarse en la condición de necesaria capitulación, decidieron negociar, dejar las armas, partir de unas reformas sociales mínimas, ahorrarle al país “unas 20.000 víctimas más” e ingresar al régimen político institucional a hacer su política. Y el Estado, de modo autónomo, decidió negociar con ellos. Si durante el gobierno de Uribe hubiesen sido derrotados, el gobierno vencedor, de modo autónomo, habría decidido qué penas aplicarles. La sensatez que acompaña al sentido común, señala que una guerrilla que, en lo militar, no ha sido derrotada- aún más, que golpeada hasta el séptimo año del gobierno de Uribe, a partir de allí se reactivó hasta alcanzar en estos momentos la iniciativa militar en algunas regiones del país- no va a colocar la firma a un documento que la conduciría a la cárcel o, que, como quieren los uribistas, la dejaría en manos de la benevolencia del Estado, que sería el que determinaría qué niveles de penalización imponerles.
Como decir que a guerrilleros negociadores aunque hayan incurrido en delitos de lesa Colombia, no se les puede dar el mismo tratamiento que a guerrilleros derrotados, pero tampoco el Estado puede, sin más ni más, borrar las culpas y los crímenes ligados a delitos nucleares. Entonces, por eso el Estado ha decidido, como excepcionalidad, aplicarles otra forma de justicia llamada “Justicia Transicional”, cuyos contenidos y prácticas definiremos más adelante.
De cara al actual proceso de negociación, existen unos enemigos abiertos para quienes el discurso de “una muy posible impunidad frente a delitos atroces” no es más una táctica de torpedeo. Lo que les importa es que la negociación no salga avante. En esas condiciones, para ellos no hay Justicia Transicional que valga. Con ellos, muy alineados alrededor del llamado “Centro democrático”, es inoficioso el debate público sobre esta forma excepcional de justicia, pues, siempre le encontrarán reparos y enormes limitaciones y extensos vacíos. Pero, como lo ha destacado William Ospina, existen otros enemigos de buena fe y hasta casi todos sus amigos, que están muy interesados en que la paz no signifique tapar culpas y crímenes, y que también saben que el único castigo no es la cárcel. En muchos países se permite que un delito sea olvidado porque el denunciante retira la demanda; en otros se han concedido indultos y excarcelaciones a cambio de información para los organismos de seguridad. No sólo hay que pensar en las víctimas que fueron sino, también en las que serán. Como lo dijo un guerrillero hace diez años cuando se cancelaron lo diálogos, “Nos vemos dentro de 20.000 muertos”. Cada día de guerra significa más muertos, más destrozos, más violaciones de los derechos humanos de las poblaciones, más inversión de los recursos públicos. Entonces, ha destacado Ospina, no se trata de cerrarle el espacio a las decisiones jurídicas, sino de abrírselo a las decisiones políticas, cerrarle un poco el espacio a las primeras para que quepan las dos pensando en las víctimas de hoy y de mañana (5).
***5***
El 8 de mayo pasado Jorge Orlando Melo, siempre lúcido y aterrizado como investigador y ciudadano pensante, escribió un artículo en este tono y dirección: todavía es difícil creer que se logre un acuerdo, pero no imposible, a veces es necesario repetir lo obvio:
“Un acuerdo de paz es imposible si el gobierno no admite que debe dar a los crímenes de las Farc un tratamiento especial y si las Farc no aceptan que, en el mediano plazo, están totalmente derrotadas y que esta es la última oportunidad de salir del conflicto mediante una negociación…Hoy muchos insisten que no se sabe que se está negociando, qué se ha acordado y que está pendiente. Piden entonces que el gobierno diga ya, con claridad, si va a conceder una amnistía a las Farc por sus delitos graves, y que las Farc acepten desde ahora públicamente sus crímenes y pidan perdón a sus víctimas…La opinión pública puede ayudar a que los dos lados midan hasta dónde pueden ir, qué es posible lograr. Un mensaje claro a la guerrilla de que se respaldará la paz, pero que para ello deben aceptar su papel de victimarios y pedir perdón al país, puede ayudar a fijar los límites de lo que puede acordarse”(6).
En su formulación y contenidos centrales, los Atisbos están de acuerdo con algunas de las tesis del profesor Melo, sin embargo, alrededor de ellas, vamos a formular algunos comentarios complementarios y críticos sobre dimensiones de ellas que él no tenía por qué abordar en un corto y medido artículo de prensa.
***6***
Los enemigos de la negociación publicitan que,
A. que no se sabe en qué términos se está negociando. Ya se vio cómo Melo destaca que la pre-negociación fue exitosa, pues permitió fijar unas reglas previas, y, de no haber sido así, las conversaciones se habrían disparado tal como acaeció en el Caguán donde se pretendió avanzar a debatir sobre una revolución social, tema éste que no puede ser objeto de una negociación y que, por demás, tiene su propio espacio en las luchas sociales. Hasta ahora, las conversaciones, no obstante los lógicos desbordes, han sido relativamente ordenadas y canalizadas.
B.También reiteran a toda hora que no se sabe a qué acuerdos han llegado. Las reglas también definieron que acuerdos, acuerdos concretos sólo habrá cuando todo esté acordado, pero, se sabe, por parte y parte, que no obstante los disensos, se ha avanzado en su formulación. Hoy 26 de mayo se han anunciado acuerdos informales concretos.
C. De todas maneras, para tranquilidad del establecimiento, se sabe que en lo que al punto central y primero respecta, el único derecho de propiedad que será afectado será el del latifundio improductivo. Por otra parte, los acuerdos que se vayan formulando no saldrán de estos temas, 1. Reforma rural; 2. Reforma del régimen político y electoral; 3. Cooperación de las Farc en la redefinición de la Política anti-narcotráfico; y. 4. Derechos de las víctimas; 5. Sentido y propósitos de la dejación de las armas; y. 6. Formalización-verificación de los Acuerdos y situación del post-conflicto armado.
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Jorge Orlando también destaca que la Opinión Pública debe ayudar a que los dos lados midan hasta donde pueden ir y qué es posible lograr.
Esta tesis es pertinente, sin embargo, háblese de Opinión Pública o de Sociedades civiles, es allí en las mentes de las ciudadanías poli-clasistas donde desde hace más de una década se han asentado y reproducido dos imaginarios colectivos bélicos, que alimentados con persistencia por un sector importante de los Medios de Comunicación, han funcionado como vacas muertas mentales atravesadas a los procesos de negociación. El primero de ellos señala que como desde hace tiempo esos viejos idealistas dejaron de ser actores políticos para convertirse o en terroristas o en delincuentes comunes, en el momento de una “negociación” no puede pensarse en otorgarles prerrogativas para que hagan política. Y como prueba de ello destacan cómo se han dedicado a apropiarse tierras siendo, por lo tanto, casi el único victimario en el conflicto interno armado. Sin embargo, sin pretender desconocer que las estrategias guerrilleras han violado casi de manera permanente los derechos humanos de los campesinos, importa destacar que, en el caso de las guerrillas, esa “apropiación de tierras” y el mismo manejo de los recursos no han tenido el mismo carácter que en el de los paramilitares. Es posible que en uno de los tres sectores que podemos distinguir en las guerrillas - en el de los manejadores de las finanzas - se haya dado el caso en pequeña escala de apropiación de tierras y de recursos financieros en beneficio personal o en el de sus allegados. Pero, pensamos que esa conducta no ha sido central en los otros dos sectores- en el de los más politizados y en la masa crítica de guerrilleros que no han aprendido otro oficio que el de disparar- pues, en general, los recursos financieros han sido manejados para la causa que pregonan y lo que se podría llamar “apropiación de tierras” ha sido un asunto intrínseco a sus mismas estrategias de guerra, sobre todo en el caso de una guerra territorial como ha sido el conflicto interno armado colombiano. Es por aquí por donde se puede encontrar la prueba central de que las guerrillas, lo reconozca o no el Estado, continúan siendo un actor político.
El otro imaginario colectivo bélico, también de mediana duración, se encuentra asociado a la idea de que la derrota de las guerrillas se encuentra a la vuelta de la esquina y de que, por la tanto, para qué negociar con ellos si arreciando la guerra, se las puede derrotar. Desde el primer día del gobierno de Uribe empezó a fraguarse esa representación social bélica y durante todo el octoenio no se hizo más que reproducirla y reiterarla y profundizarla encontrándose todavía atada en la actualidad al ideario y al programa del doblemente mal denominado “Centro democrático”, así como a las mentes de las masas uribistas. Se puede decir, entonces, que La Política de Seguridad Democrática no es más que una idea central obsesiva y frenética, orientada a derrotar a las Farc, subordinando a sus lógicas, necesidades y ritmos todas las instituciones y acciones y recursos y esfuerzos y necesidades del Estado. Pero sabemos que este imaginario no se corresponde con la realidad. Golpeados durante el octoenio en lo militar y en pérdida progresiva de control territorial entre el 2002 y el 2007, en el 2008, producto de la readecuación estratégica liderada por Cano, los farquianos empezaron a reactivarse en el 2008, levantando cabeza militar en los últimos doce meses del gobierno de Uribe, y, a partir de entonces, han venido reconfigurando en lo territorial un largo y complejo corredor, que partiendo desde Catatumbo, se abre paso por Arauca y Antioquia hasta llegar al Valle desde donde continúa hasta el Cauca y Nariño para llegar al Putumayo y a los límites con Ecuador(7).
Entonces, aunque ha habido un importante cambio en las posiciones territoriales, y aunque el Estado ha adquirido importantes ventajas estratégicas sobre todo en capacidad de combate aéreo, en la racionalización técnica de la inteligencia militar y en la prioridad en las acciones armadas de pequeñas Unidades apoyadas por un enorme ejército regular, sin embargo, 1. en lo militar, las Farc no están derrotadas, aún más, en muchas zonas de ese largo corredor señalado mantienen la iniciativa militar; 2. como lo ha destacado un analista serio que las ha conocido de cerca, Jorge Leyva, las Farc “son más grandes y mucho más arraigadas a múltiples partes del territorio nacional de lo que se piensa”(8); 3. en lo militar, en esta negociación lo que pesa y está pesando no es, como afirma Jorge Orlando, que “en el mediano plazo, están totalmente derrotadas”- lo que puede ser o no ser- sino, más bien, la correlación militar de fuerzas en el presente actual. Por algo, mientras no haya la dejación de las armas- acto que no consistirá, como sus propios voceros lo han reiterado, en hacer largas colas para entregarlas materialmente sino, más bien, en un compromiso político de no usarlas para hacer política asumiendo con seriedad los espacios institucionales propios para hacerla (9) - no podrá pensarse en el tan deseado por tantos cese bilateral del fuego. Aunque continúan siendo fuertes en lo militar, en la actualidad no lo son tanto como para presionarlo e imponerlo.
Volvamos, entonces, a los dos imaginarios señalados: he ahí vivitos y coleando dos poderosos enemigos del proceso Oslo-La Habana. Para removerlos y conmoverlos y sacudirlos y debilitarlos, y para meterle ciudadanía al proceso, será mucha e intensa la pedagogía que tendrán que desplegar los amigos de la actual pacificación.
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Finalmente, Jorge Orlando Melo nos señala que la Opinión Pública debe enviar un mensaje claro a la guerrilla de que se respaldará la paz, pero que para ello deben aceptar su papel de victimarios y pedir perdón al país, pues ello puede ayudar a fijar los límites de lo que puede acordarse.
Estando de acuerdo con que el victimario político, si pretende y busca y desea negociar, debe hacer eso, sin embargo, es aquí donde surge una pregunta, ¿serán los farquianos y los elenos los únicos victimarios? Claro que ellos lo han sido y lo continúan siendo, sobre todo, por las formas específicas como ellos han dirigido sus movimientos con múltiples acciones ilegítimas de guerra contrarias al DIH y con un enorme impacto perverso sobre las poblaciones civiles habitantes de los territorios de guerra. Pero, en esta sociedad la lista de victimarios es más amplia, compleja y enredada.
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“Vengo de la guerrilla liberal, le contó el sargento Pascua a Jorge Leyva cuando le solicitó que le contara esa historia de los antecedentes de la fundación de las Farc. Cuando me desmovilizo con Marulanda, hay una circunstancia que nos lleva a solidarizarnos con los que habían marchado con nosotros, los del Partido Comunista. Nos desmovilizamos, trabajamos en el Huila, Felio Andrade nos dio un contrato, y yo asistí a Marulanda en su nueva obligación, que era ser interventor de la vía de Neiva a la Gaitania. Pero, varios desmovilizados fueron asesinados, por lo que resolvimos irnos para Marquetalia, armados, porque temíamos por nuestras vidas. Allá solicitamos la presencia del Estado, no lo confrontamos, sino que solicitamos su presencia. (los subrayados son del autor). Queríamos que el Estado hiciera obras, pero en el Congreso Alvaro Gómez Hurtado habla de Repúblicas Independientes, y viene el comienzo de un nuevo proceso de la misma violencia que venía de atrás”.
Tras esas entrevistas, Jorge Leyva inició una investigación cuyos resultados publicó en el Libro Blanco de la Violencia en Colombia, “donde muestro que la responsabilidad del inicio de la conflagración recae en ambos partidos. Lo que quiero significar es que el incendio no comienza con las Farc, sino mucho antes y la visión que tienen los señores de La Habana es que todo esto tiene un antecedente, prolongado en el tiempo, que la responsabilidad es histórica, que es de todo el mundo. Es dentro de estas circunstancias que las Farc dicen, ‘Lo nuestro no es de hoy, nosotros somos hijos de un proceso. Por eso aquí no somos los únicos victimarios, aquí hay de todo y por eso el Estado es el responsable’ ”(10).
La anterior fue la hipótesis empírica o descriptiva que Jorge Leyva apelando al método inductivo, infirió de las entrevistas y estudios que realizó.
Habrá que recordar que en un principio en este proceso Oslo-La Habana cuando a los farquianos se les empezó a indilgar su condición de victimarios, reaccionaron advirtiendo que ese debate era intrascendente, sin embargo, al avanzar la reflexión han reconocido la necesidad de avanzar a una reparación integral de las víctimas bajo la premisa precisa de que “el depositario primero y último de esa responsabilidad es el Estado colombiano”(11).
Por: Cine Latina
Esta nota y abrazo, desde los pasos acelerados al ‘sexto piso’, me llena de alegrías al ser motivada por la iniciativa de quienes hace apenas 20 o 30 años eran nuestra ilusión y multiplicación de amores y el motivo de la felicidad de muchas existencias familiares: nuestros hijos; los mismos que ahora andan entre locuras suyas y en abrazos y sueños también de sus tiempos, esos muchachones del alma que van arañando y dibujando el camino de sus trajines de futuro, de sus angustias de juventud, de sus afanes de párvulos amantes, de sus amores y cuitas, seguramente con el arrojo que da su mocedad y tal vez con la fuerza de sentirse independientes de sus infancias y de saberse cada vez más grandes, más libres, soberanos y viajeros del mundo al que creen sometido a sus ilusiones y locuras, en la exploración de su aun desconocida felicidad.
Son estos muchachones del alma los que han llenado los vientos y distancias de nuestros ausentes inolvidables, a quienes hoy quisiéramos tener con sus esperanzas y sonrisas de futuro vivas y radiantes con nosotros; son los hijos, como dijera Saramago, esos seres “que Dios nos prestó para hacer un curso intensivo de cómo amar a alguien más que a nosotros mismos, de cómo cambiar nuestros peores defectos para darles los mejores ejemplos… el más preciado y maravilloso préstamo ya que son nuestros sólo mientras no pueden valerse por sí mismos, luego le pertenecen a la vida, al destino y a sus propias familias…”; y ahora, naturalmente quieren ser ellos y darse sus caminos y reinventar el universo que a estas edades siempre es muy pequeño.
Estas bellas muchachonas y hermosos espigados mozos se quieren reunir convocados por las expectativas juveniles de saber su historia y su futuro, de reconocerse en sus abrazos como suyos también fueron los nuestros, tal vez indagando en los recónditos trajines del recuerdo familiar, tal vez para juntarse y conocer un poco mas de los trasiegos andares de sus padres, o el descubrimiento necesario de saber cómo eran los vientos y los soles y las noches y las lunes y los cielos y las rondas atropelladas de su ayer, cuando para nosotros era un presente cierto.
Y se quieren juntar a su manera, en una montonera de nuevos afectos también a su manera, en una reunión que están organizando de una forma tan bonita que da envidia: tranquilos, serenos, libres de prejuicios, animosos, bacanes, agraciados, alegres, soñadores… En fin, se quieren apiñar y contarse sus cuentos e ilusiones, sus expectativas y planes de mañanas imaginados y tejidos al calor de sus encantos e identidades para enredarlos en sus tropeles y andanzas de futuro.
Animado por estos asuntos tan significativos y de vida, decía antes, les cuento que me han pedido el favor de mandarles esta razón: que seguramente algunos de ellos(Julián Moreno, Ricardo Rolito, María Paz Lara, Mario Hipólito) quienes junto con otros están en la organización de ese encuentro, les van a llamar para solicitar el número telefónico de sus retoños, y esta vez creo no van pedir permiso, porque esa concurrencia y tertulia es sin nosotros.
Con afecto y envidia,
Hipólito.
Julio de 2013
Proceso de Paz en la Habana
Jaime Nieto
El proceso de diálogo y negociación entre las guerrillas de las FARC y el Gobierno Nacional en la Habana (Cuba) ha entrado en una etapa difícil, densa y tensa. Hay que celebrar que efectivamente se pactaron unos acuerdos, aunque aún no definitivos, en materia agraria. Pero el punto dos de la agenda de seis previamente acordados puede resultar tan espinoso y complejo como el anterior. El punto dos se refiere a la participación política y comprende desde los derechos, seguridad y garantías para el ejercicio de la oposición política en general y en particular para los nuevos movimientos que surjan luego de la firma del acuerdo final, el acceso a medios de comunicación, hasta acuerdos sobre mecanismos democráticos de participación ciudadana y medidas efectivas para promover mayor participación en la política nacional, regional y local de todos los sectores.
En el centro del debate sobre el punto dos está el marco jurídico de la paz recién aprobado por el Congreso a iniciativa del Gobierno, los dilemas sobre justicia transicional (derechos de las víctimas y paz sin impunidad) y la controversia acerca de los mecanismos de refrendación ciudadana de lo acordado en términos de referendo o asamblea nacional constituyente. El debate es fundamental. Si el primer punto referido al tema agrario sienta las bases para la sostenibilidad social del proceso, este segundo sobre participación política establece el marco político que hará posible la transición de las guerrillas a movimiento político legal; de ahí la importancia que cobran los temas de garantías y seguridad.
Garantías políticas para que las guerrillas una vez convertidas en movimiento político puedan participar en el debate político democrático con expectativas ciertas de convertirse en alternativa de poder o acceder a cargos de representación política; todo lo cual implica a la luz de experiencias anteriores como las llevadas a cabo con el M-19, el EPL y el MAQL en los años 90, acuerdos puntuales sobre favorabilidad política y circunscripciones especiales de representación política nacional y territorial. Esto último deberá ser complementado con acuerdos más amplios que hagan sostenible el proceso en el mediano plazo, como, por ejemplo, la reforma del régimen político (menos presidencialista y más democrático), la reglamentación democrática de la participación ciudadana (que garantice mayor poder a los ciudadanos en la toma de decisiones sociales y políticas), democratización de los medios de comunicación y un estatuto democrático de la oposición que garantice la pluralidad de partidos y movimientos políticos. Todo esto pasa necesariamente por la superación de la arraiga mentalidad de las élites de que la política en Colombia se hace sin las izquierdas.
El punto de las garantías está estrechamente ligado al de seguridad. No es posible pensar en una transición política de las guerrillas a movimiento político legal con la incertidumbre de que se repita un nuevo baño de sangre como el ocurrido en los años 80s con la UP. De ahí que el punto de seguridad deba traducirse en la garantía real de que el movimiento político de las guerrillas que surja del acuerdo final o sus dirigentes no va a ser estigmatizado o criminalizado. Esto implica, por ejemplo, una reforma política de las FFAA y los aparatos de seguridad del Estado orientadas hacia el respeto de los DDHH y la superación de la ideología antisubversiva y anticomunista fuertemente arraigada a partir de la llamada ideología de “seguridad nacional” heredada de la “guerra fría”. Implica también un compromiso a fondo por parte del Gobierno Nacional para combatir el paramilitarismo o las Bacrim y depurar la acción política de sectores de las élites nacionales y locales comprometidas con el crimen como forma de acumular poder político y riquezas.
En la ronda de discusión en la Habana sobre este punto dos de la agenda, las FARC han tomado la iniciativa política. Han hecho público los diez puntos que presentarán a la mesa sobre participación política, entre los cuales se incluyen la restructuración del Estado, garantías para la oposición, democratización de la información, mayor peso político a las regiones en la actividad política, participación popular y asamblea nacional constituyente. Nada del otro mundo. Con la excepción del punto sobre Asamblea Nacional Constituyente, los puntos planteados por las FARC parecen bien encaminados y de ninguna manera pueden considerarse por fuera del marco de lo acordado en la agenda. No son minimalistas en términos de sellar una supuesta capitulación política, ni tampoco maximalistas que hagan imposible el debate y la negociación política en la Habana. En buena medida actualizan reclamos que desde el Frente Nacional, la izquierda y sectores democráticos vienen exigiendo para la democratización de la política en Colombia. Habría que esperar los contenidos concretos que los negociadores le den a cada uno de estos puntos en el desarrollo de la negociación.
Quizás el punto más espinoso y que más controversia ha suscitado es el referido a la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente. Después de la frustración producida tras la promulgación de la constitución de 1991, por su incumplimiento, por las contrareformas de que ha sido objeto o por los desarrollos legislativos en contra de su espíritu democrático y transformador, el punto de la convocatoria a una constituyente se viene planteando en el país desde hace varios años. La idea la agitan sectores de la izquierda y de los movimientos sociales, y hasta la derecha uribista con propósitos claramente reaccionarios.
Incluir el punto de la Asamblea Constituyente en la negociación con el gobierno es sin duda un error político de las FARC. Por un lado, no podría ser un mecanismo refrendatario de los acuerdos pactados en la Habana para poner fin al conflicto, puesto que por su propio carácter deliberativo, pluralista y autónomo, en vez de sellar acuerdos los deshace, tal como lo han subrayado correctamente los voceros del gobierno en la negociación como Humberto de la Calle. Pero, por otro lado, atar la convocatoria de una constituyente al acuerdo final del conflicto armado, daña a la una y malogra al otro. La convocatoria de una asamblea constituyente no puede ser el resultado de acuerdos entre élites (así éstas estén en orillas adversas del espectro ideológico y político), sino el producto de una vasta y amplia movilización popular, y cuyo cometido no puede circunscribirse a lo pactado entre esas élites, sino a lo que en representación del poder constituyente primario, el pueblo decida. La constituyente es una exigencia democrática de primer orden, que va más allá de la paz negativa pactada entre las guerrillas y el Gobierno. Está articulada estrechamente a la movilización nacional por una paz positiva, duradera y estable, a la configuración de nuevos y vigorosos sujetos sociales y políticos, que instituya un nuevo orden social y político fundado en criterios de justicia social y democracia popular.
Las guerrillas de las FARC tienen el legítimo derecho de plantearla y agitarla en los marcos de la negociación, como espacio político que es, tal como igualmente lo hacen sectores de la izquierda y del movimiento popular; y si están realmente comprometidas con su convocatoria, como se espera que lo estén, su deber es seguirla agitando como movimiento político legal tras los acuerdos con el Gobierno. Pero condicionar el acuerdo final a la convocatoria de la constituyente es como echar la cucharada de miel en el barril de brea.
Los dilemas de la reelección presidencial
Por: Eduardo Nieto.
El presidente Juan Manuel Santos le ha anunciado al país su interés en que las políticas fundamentales de su gobierno sean reelegidas para un nuevo período. Sin embargo, y como lo expresó el mismo Presidente, la formalización de esta decisión quedaría sujeta a las disposiciones legales que regulan el calendario electoral. Así y todo, tal pronunciamiento fue asumido por el país político y los medios de comunicación como un evidente deseo del Presidente de la República de buscar su reelección inmediata para el próximo período presidencial.
Los términos del anuncio presidencial son de ocasión y parecen responder a una estrategia de la más pura filigrana política. No es gratuito que su presentación ante la opinión pública haya coincidido con otro anuncio igualmente importante: el acuerdo que el Gobierno y las Farc habían logrado sobre el tema agrario en las negociaciones de paz que se adelantan en La Habana. Los dos hechos de mayor peso hoy en la coyuntura política nacional. Presentar el propósito reeleccionista del Presidente como un hecho ligado a los avances y logros del proceso de paz con las guerrillas constituye sin duda una decisión política calculada, concebida deliberadamente para influir y de alguna manera direccionar el acontecer político nacional de cara a la coyuntura electoral que se avecina. Con todo, la estrategia oficial tendrá que enfrentar dilemas serios que derivan de la naturaleza y alcances de las políticas fundamentales que el Gobierno aspira a reelegir.
Es un hecho conocido por las altas esferas del Gobierno que buena parte de las políticas impulsadas y ejecutadas por Santos durante estos dos largos años de su administración son repudiadas por la mayoría del pueblo colombiano, o por lo menos han sido recibidas con reservas por diferentes sectores sociales y políticos. Así lo ponen de presente las encuestas de opinión y lo ratifica el malestar y la inconformidad de amplios sectores de la sociedad con su política económica y social fundamentalmente. Una política económica a favor del gran capital que se ha mantenido fiel a los dictados del mercado y las exigencias de la globalización neoliberal de la economía, incapaz de alterar los patrones de acumulación en favor de verdaderas reformas económicas y sociales que signifiquen una mayor protección del trabajo nacional, la reducción de la pobreza y una mejora sustancial del nivel de vida de los asalariados del país. Incluso, su política exterior es percibida hoy con desconfianza por muchos gobiernos de la región y amplios sectores de la opinión nacional tras congraciarse con el líder de la oposición venezolana y haber anunciado el disparate de ingresar a Colombia a la Otán.
En cambio, la decisión de adelantar un proceso de negociaciones con las Farc con el propósito de ponerle fin al conflicto armado interno y firmar un acuerdo de paz con esta organización guerrillera, cuenta con un amplio respaldo y consentimiento entre diversos sectores de opinión pública, la mayoría de los partidos políticos, el clero, los empresarios y los movimientos sociales de diverso orden. Tiene además el apoyo de la mayoría de los gobiernos de la región, de Estados Unidos y de buena parte de Europa. El Presidente sabe que la búsqueda de la paz es el factor determinante de la vida política nacional hoy. Como lo ha sido casi siempre. Sea que se pretenda por la vía de la guerra o de la negociación política, como ahora. El Presidente sabe además que los resultados en este frente ha marcado la suerte de los gobiernos que la han intentado. Por eso, mostrar resultados ciertos y tangibles en el actual proceso con las Farc es cuestión de vida o muerte para sus aspiraciones reeleccionistas y su deseo de pasar a la historia como una figura prominente y un gran reformador. Es la razón por la que apremia permanentemente a los negociadores de la guerrilla a que se apliquen sin dilaciones a la agenda de negociaciones previamente pactada. Es la misma razón por la que además le ha hecho saber a su contraparte en La Habana que el proceso de negociaciones no debe pasar del mes de diciembre de este año, cuando debería firmarse el acuerdo que le ponga fin al conflicto armado.
De cara a su propósito reeleccionista, el Presidente busca por todos los medios ajustar los resultados del proceso de negociaciones con las Farc al calendario de las próximas elecciones. Su pretensión es ir a las presidenciales con un buen trofeo en esta materia. Lo logrado en el tema agrario es para el Gobierno un buen punto de partida en esa dirección, y si en el momento de iniciarse la campaña por la presidencia logra un acuerdo con las Farc en el segundo punto de la agenda, es probable entonces que decida oficializar su aspiración reeleccionista para un segundo período.
Como están las cosas, Santos aspiraría a gobernar durante un nuevo período sin renunciar a su política económica a favor del gran capital, a pesar de la impopularidad de la misma, al tiempo que estaría dispuesto a sostener la negociación política con las guerrillas sobre la base de concederles algunas reformas económicas, sociales y políticas de alcances limitados y parciales, así tenga que enfrentar la oposición de los sectores más retardatarios de la sociedad y el establecimiento político. Justamente aquí surge el primer dilema de la estrategia reeleccionista del Gobierno: cómo asegurar la reelección del Presidente de la República cuando las políticas fundamentales de su gobierno responden en apariencia a intereses socioeconómicos contrarios y a lógicas políticas diversas. La clave de este dilema parece estar en la capacidad de convocatoria y arrastre de su política de paz con las guerrillas.
Convencido del impacto positivo que su política de paz ha tenido en la opinión pública, así como de los réditos que la misma puede producir en imagen y respaldo electoral, el Presidente y su equipo de gobierno hacen esfuerzos en ensamblar y equipar el proceso de paz con las Farc como la locomotora mayor de su gobierno, a la cual aspiran engancharle, como furgón de cola, el resto de las otras cinco locomotoras que constituyen la cara maluca de su gestión. La aspiración reeleccionista del Presidente será ofertada entonces como la única posibilidad de darle continuidad y llevar a feliz término el proceso de paz que se ha iniciado con las guerrillas. De esta manera, pocos advertirán que la reelección de la política de paz de Santos sería reelección de las cinco locomotoras que actualmente transportan el plan básico de su gobierno y su política económica.
Ahora bien, es sabido que el proceso de paz está lleno de contingencias. La mesa de negociaciones apenas acaba de evacuar el primer punto de la agenda, relacionado con el tema agrario, sin que éste haya quedado cerrado del todo, como lo han reconocidos los negociadores de ambas partes. El resto de la agenda contiene temas espinosos y delicados que, dadas las posiciones desde donde negocian las partes, no es dable prever que se puedan concertar acuerdos importantes de manera fácil y rápida como lo quisiera el Gobierno. De manera que no es descartable que en un momento dado el proceso de paz pueda entrar en crisis. De hecho, ya se avizoran nubarrones de crisis en el horizonte. Una coyuntura de esta naturaleza, ad portas de iniciarse la campaña presidencial, no sólo sería aprovechada por los enemigos de la paz negociada para desprestigiar el actual proceso y presionar la ruptura de las negociaciones, sino que además podría dar al traste con la aspiración reeleccionista del Presidente. Aquí aparece el otro dilema de la estrategia oficial: cómo garantizar la continuidad de las políticas fundamentales del Gobierno sin la reelección posible del Presidente de la República.
La estrategia reeleccionista del Gobierno parece contemplar un eventual escenario de crisis del proceso de negociaciones con la guerrilla y la inviabilidad de la reelección del Presidente Santos. Todo indica que en esa eventualidad, la pieza clave vendría a ser Germán Vargas Lleras, quien oportunamente se retiró del Ministerio de Vivienda en una decisión convenida con el Presidente de la República. De cara a un escenario de este tipo cobran sentido no solo el prolongado silencio del ex Ministro de Vivienda frente al actual proceso de paz, sino también la decisión del Presidente de posponer la oficialización del propósito reeleccionista de las políticas de su gobierno hasta el inicio de la campaña presidencial, esperando la evolución de los acontecimientos. Sin duda alguna, Vargas Lleras sería la opción guerrerista de Santos en una eventual ruptura de las negociaciones con las Farc. Sus credenciales en la materia le confieren los méritos suficientes para serlo y contar al mismo tiempo con el respaldo del empresariado y de buena parte del establecimiento político. Tiene como antecedentes su furibundo ataque al proceso de paz del Caguán y su compromiso con la política de seguridad democrática del gobierno anterior. El hecho de que se identifique con Santos y lo haya acompañado en la tímida y superficial depuración institucional del régimen político, cortando formalmente las relaciones institucionales del dominio con las estructuras criminales y la ilegalidad, le confiere legitimidad y una considerable ventaja frente a las opciones respaldadas por el ex presidente Alvaro Uribe.
Este punto es de particular importancia para la oposición de izquierda, que enfrenta el reto de sustraer la confrontación ideológica y política de la disyuntiva creada por los medios de comunicación y los partidos del establecimiento, para quienes los colombianos están condenados a elegir entre la opción de centro derecha de J. M. Santos, que supuestamente representa la defensa y continuidad del actual proceso de paz con las guerrillas, y la derecha extrema encarnada en Alvaro Uribe, que significaría el regreso de la opción guerrerista. Disyuntiva tramposa y falsa que encubre el hecho cierto de que Santos también es guerrerista. Pues su actual política de negociación no es sino una derivación de la política de seguridad democrática ejecutada por él desde el Ministerio de Defensa durante el gobierno anterior. El cometido inicial de esa política era golpear y debilitar militarmente a las guerrillas para luego obligarlas a negociar bajo las condiciones impuestas por el vencedor, sin que ello implicara el desmonte del dispositivo de guerra. Al tiempo que negocia la paz con las Farc, Santos como Presidente se mantiene fiel a esa política. Lo dice todo el hecho de que su discurso a las Fuerzas Armadas lo resuma en la consigna: La paz es la victoria!
La oposición de izquierda está llamada a analizar y debatir en forma amplia y profunda este tema, para evitar errores políticos catastróficos en el momento de decidir su próxima política electoral. Pues, sería una equivocación enorme que la defensa de la solución negociada del conflicto armado colombiano, y particularmente del proceso de negociaciones con las Farc, conduzca a la izquierda o a sectores de ella a reelegir a Santos. De ahí que sea urgente y necesario debatir fraternalmente el pronunciamiento de la ex senadora Piedad Córdoba, cabeza visible de Marcha Patriótica, quien ve conveniente la prolongación del mandato del Presidente Santos por dos años más para efectos de darle continuidad al proceso de negociación con las Farc. Así como el de Iván Márquez y Pablo Catatumbo, voceros de las Farc en La Habana, quienes han calificado la aspiración reeleccionista del Presidente como algo positivo y garantía de que el proceso continúe y sea defendido. Este debate debe entonces poner a la izquierda en posibilidad de constituir una alternativa propia e independiente del gobierno y los sectores políticos dominantes, no sólo frente a la estrategia de paz con las guerrillas, sino también frente al conjunto de las políticas fundamentales que el gobierno pretende reelegir. La mejor garantía de una paz sólida y democrática para las guerrillas y la mayoría de los ciudadanos colombianos, está en elegir un gobierno de talante social, democrático y socialista.
Por: José Yamel Riaño
¡Ya dejémonos de vainas! Asumamos seriamente la responsabilidad política que nos cabe, si es que de verdad somos dirigentes de algo en el territorio. Las nuevas generaciones nos van a reclamar con razones de fondo y lo mejor es que sepan de nuestra honestidad pero debemos tener claro que no es suficiente. Además de honestos, tenemos que ser eficaces.
A veces da la impresión de habernos vuelto expertos es en buscar y rebuscar culpables por doquier. Por supuesto que son los poderes nacionales y transnacionales los responsables directos y principales de la pobreza extrema y la inequidad social que vivimos, pero nosotros tenemos un poco de responsabilidad en ello. Y si no, cómo explicar que como pueblo seamos más, pero eso no se refleja en calidad de vida?
Sin duda a las generaciones de la primera mitad del siglo xx de la población colombiana, nos ha correspondido sufrir a una clase monopólica del poder que no solamente ha dilapidado, en beneficio propio la riqueza nacional, sino que ha frenado el desarrollo armónico de la economía y no le ha puesto freno a la depredación del medio ambiente. Da dolor de patria decirlo; pero a eso nos hemos acostumbrado.
“Ellos son los que por casi dos siglos de vida republicana han usurpado el poder, Ellos son entonces los únicos responsables” y con eso nos queremos “despachar”, Como si nada. Como si no hubiesen existido opciones distintas, o como si no hubiésemos visto la necesidad de construirla en la lucha. Otra cosa bien distinta es que nos queramos hacer los pendejos o hacer lo de la Avestruz, “enterrar la cabeza para no ver”. ¡Pues nos llegó la hora de hacerle frente a la historia y responderle a la patria, pero sobre todo a nosotros mismos!
Pero, ¿Y por qué esa reflexión, aquí y ahora? Esa es la pregunta y podemos responderla diciendo que “nunca es tarde”, o cualquier otra cosa, pero de eso no se trata. Digamos que si conocemos el pasado podemos vivir el presente construyendo el futuro, en el que participe el grueso de la población en paz y alegría.
Eso ya está inventado, hoy hay sociedades que lo viven y disfrutan y no solo son productos de revoluciones violentas, la mayoría son comunidades que le han dicho basta a la mediocridad y a la mezquindad y conscientes de que un mundo mejor es posible han echado andar y la historia les ha premiado con nuevas luchas y nuevas conquistas en un proceso interminable de construcción democrática.
Así las cosas, si somos rigurosos en el análisis del momento histórico que vivimos y somos consecuentes con ese acumulado de luchas populares que tenemos en nuestro haber, sin duda podemos preguntarnos por qué hemos llegado donde estamos y como enriquecer esas experiencias para ponerlas al servicio del proceso de democratización iniciado, al tiempo que vamos descubriendo la inmensa riqueza que para Colombia significa vivir procesos como el presente con grandes posibilidades de hacer la paz, de poder ejercer una gobernanza progresista como la de la capital de la República, -con todo lo difícil que implica aplicar los cambios- y con un pueblo que ha dado muestras de su insaciable búsqueda de “algo distinto”, algo que no sea repetir los mismos errores ni recorrer los mismos caminos. Algo donde las personas cuenten y sean el centro del escenario, donde el hombre no sea “el enemigo a vencer” sino “el hermano a abrazar”.
Esa debe ser nuestra búsqueda. Como ciudadanos libertarios debemos estimular ese propósito porque en procesos sociales como estos siempre habrá cosas por descubrir que nos permitan conocer y avanzar. Pero además, ese camino nos debe llevar a nuevas formas de relacionarnos, a entender que la paz, la democracia y lo público son valores que junto a la defensa de la naturaleza, deben cohabitar en armonía y eso se logra dialogando, debatiendo los desacuerdos, guardando siempre el debido respeto entre diferentes. Recordemos que además de diferentes no somos poseedores de toda la verdad, solo de una parte que es para aportarla a las otras partes hasta obtener el producto que todos buscamos, donde todos ganemos para proponernos nuevos retos.
Los procesos donde los pueblos ganan son irreversibles y solo se dejan modificar para mejorar. Como los logros que vamos alcanzando son los peldaños que nos permiten crecer y avanzar, debemos, -sin abandonar el objetivo principal- entender que muchos de ellos, -la mayoría- podemos y debemos compartirlos con quienes así lo quieran, inclusive con aquellos con quienes son más las cosas que nos separan que las que nos unen. De esta forma iremos construyendo una Política de Alianzas que acelere el proceso porque nuestro mayor reto es el poder y eso nunca se nos puede olvidar.
En política los propósitos están siempre transversalizados por intereses de todo tipo y generalmente no se duda en ceder algo a cambio de lograr salvaguardarlos. En ese marco es donde nos movemos para acordar las alianzas que se necesitan y por tanto, son esos intereses, y no los principios, -que no son negociables- lo que nos permiten las negociaciones. Si entendemos esto, sabremos que alianza no es lo mismo que unidad, aunque podemos estar hablando de unidad de acción que no es lo mismo. Esto nos permite hacer la siguiente reflexión: Alianzas Sí. ¿Pero hasta cuándo y hasta dónde?
Démosle un vistazo al caso de la confluencia de grupos alternativos que se adelanta en el Valle del Cauca y Cali en particular. Supuestamente en condiciones de igualdad, pero con distintos intereses porque la legislación vigente amenaza a unos y otros de forma diferente: Dos de ellos, tienen personería jurídica vigente, pero deben alcanzar el umbral, mientras los otros sin personería deben inscribir sus candidatos por firmas y luego el número de votos válidos por ellos depositados debe superar el umbral. Hasta ahora lo único claro es que divididos todos peligramos. Si nos unimos en cambio, estaremos listos para enfrentar los nuevos retos donde lo electoral es importante porque nos permite legislar y gobernar, mas la idea es ir más allá de lo meramente electoral
Dicen algunos que la unidad del pueblo pasa por la unidad orgánica. Sin embargo, los indignados del viejo y nuevo mundo nos están señalando caminos nuevos para la nueva política.
Bitacora de una militancia*
www.ciase.org/apc-aa-files/.../libro-mev-quinta-edicion-11-2011.pdf
“En abril de ese mismo año, la policía asesinó a mi mejor amigo, Afranio Parra. De nuevo el zarpazo de la muerte me sorprendió y al comienzo me pareció imposible sobrevivirlo. Un frío intenso entre el pecho y el estómago me hizo sentir que moría otro pedazo de mí. Caminé sola por la calle, lloré impotente, maldije el proceso de paz que desarma mentalmente a los guerreros pero no a los asesinos. Me dolió la vida, me pesó la soledad, luego quise oír música y fui a una taberna. Necesitaba llenarme de sonidos, ya no podía más con el silencio de mis muertos.
Pasé la noche despierta, apretando entre mis manos el cuarzo que Afranio me regaló como protección, invadida de imágenes en blanco y negro sobre vida y muerte. Al amanecer había tomado una decisión.
Me acompañaba una extraña fuerza como surgida de mis propias cenizas. El dolor me exigía convocar la vida para exorcizar la muerte que me tenia harta, iría al velorio de "El Viejo" para llorarlo y entender su ausencia. Para vivir el luto a fondo y no eternizar este nuevo dolor al dejarlo en el aire. Por primera vez quería ver el rostro de la muerte para poder encontrar la vida.
Busqué a Iván, uno de mis compañeros de lucha, como cómplice para realizar el ritual. Fuimos a la Casa Gaitán donde estaba el cadáver. Entre la multitud encontré a sus hijos, a la Chacha su mujer más permanente, a sus viejos, a nuestros amigos, a la gente del pueblo, su gente. A él no pude verlo al comienzo, era imposible porque todos se agolpaban en torno al ataúd. Cuando pude acercarme, lo miré despacio, con miedo a afrontar por primera vez su silencio. Y le hablé:
«Afra, viejo, aquí estoy. Te voy a llorar. Me quedo en el velorio para entender que estás muerto, de tanto verte inmóvil en esa caja. Para aprender a no esperar más tu abrazo fraterno... porque si no entierro contigo esta tristeza y a todos mis muertos no sepultos, me muero».
Allí a los pies del féretro me sentí más serena. Estuve largo rato contemplándolo sin dejar de hablarle como si aún pudiera oír. Hasta me dio risa cuando noté que lo habían amortajado con un hábito de fraile y pensé que su alma de guerrero no estaría a gusto en esa funda de santo.
Me impresionaron sus manos. Su esencia estaba aprisionada en ellas, no sólo porque sostenían el colmillo de jaguar, el cuarzo, una rosa y las espuelas de carey que le llevé para sus riñas de gallos en el cielo, sino porque siempre habían acompañado la magia de sus palabras con una gesticulación incansable. Y ahora reposaban inmóviles sobre el pecho como signo inequívoco de su muerte.
Solo me retiré cuando llegaron los mariachis. Le gustaba tanto la música a mi viejo, que sembró en su hija una voz de jilguero y la memoria de sus canciones. Milay cantaba en el velorio de su padre para complacerlo antes de que se fuera del todo.
Durante las noches del velorio, en torno a una fogata, cantábamos, contábamos cuentos y anécdotas. Nos juntamos los viejos amigos, la familia, los paisanos, sus mujeres y las amigas, para acompañarlo hasta que se nos pasara a todos, incluido él, el asombro de su muerte y la aceptáramos.
Entonces, Afranio podría irse tranquilo más allá de la vida.”
*Escrito para no morir: Bitácora de una militancia
María Eugenia Vasquez Perdomo
Premio Nacional de Testimonio 1998
Ministerio de Cultura
NUESTRO CORAZÓN NO DEJA DE LATIR POR COLOMBIA
“El olvido no es victoria
sobre el mal ni sobre nada
y si es la forma velada
de burlarse de la historia,
para eso está la memoria
que se abre de par en par
en busca de algún lugar
que devuelva lo perdido…”
Mario Benedetti
"Nosotros morimos tres veces, la primera en nuestra carne, la segunda en el corazón de aquellos que han sobrevivido, y la tercera en la memoria, la cual es la última tumba."
Rosa Epinayu